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Teólogo Fabián Salazar Guerrero. Director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa INTERFE.

No me deja de sorprender el simplismo del análisis de muchos en redes sociales y en los escenarios cotidianos, que sin pudor se lanzan a hacer juicios y emitir sentencias sobre los asesinados por causa de los extremismos religiosos. Frente a los recientes sucesos en París, escucho comentarios que realmente parecen salidos de una corte inquisitoria.

Un grupo muy generalizado se precia de condenar a todos los musulmanes y proponen en sus apreciaciones que lo mejor es desterrarlos y hacerles frente con ataques militares. Estas perversas generalizaciones, ocasionan un clima de islamofobia que discrimina y que pone en peligro a familias completas que viven normalmente integrados a las sociedades y que hacen valiosos aportes. Son millones de musulmanes que desprecian el terrorismo pues estos actos no representan lo que son o lo que creen.

Otros se alegran con que los países cierren las fronteras a los refugiados “pues son un peligro”, como si el terrorismo no estuviera ya entre sus propios nacionales. Qué hipocresía que un día se conmueva el mundo con un niño en las orillas del mar y al otro no le importe la suerte de tantas familias y niños que salen huyendo de la violencia en su país y que no tienen a dónde llegar. Ahora se justifica la no aceptación de refugiados, pues se tiene el miedo de que si llegan a los países de inmediato se convertirán en foco de terrorismo;  esa es una mirada obtusa que no comprende la urgencia de la situación humanitaria, que condena a priori y que sigue la lógica absurda en la cual unos somos “los buenos” y los extranjeros “son los malos”.

Por otra parte aparecen aquellos que consideran que las muertes de París “son justificadas” pues se están pagando las decisiones intervencionistas de occidente en las políticas internas de los países de medio oriente y luego en su análisis “justifican” que los países afectados bombardeen con toda su fuerza y furia a los objetivos militares y civiles que consideren sus enemigos. Estos interlocutores “expertos” todo lo reducen a un perverso juego de venganzas y hasta con insensible morbo confrontan estadísticas de muertos.  Olvidan que los muertos son seres humanos y no peones de ajedrez.

Un grupo más reclama que existen “muertos de primera y muertos de segunda” y sobre todo en redes sociales abundan comentarios en los que se manifiesta no sentirse solidarios con lo que pasó en Francia, pues alegan que se han desconocido las víctimas de otras partes del mundo y aún más, se exacerba el nacionalismo diciendo que los muertos de cada nación no son visibilizados porque no pertenecen al “primer mundo”.  Esto crea una ola de resentimientos y es precisamente el objetivo que pretenden los dueños del terror. Se debe tener en cuenta que todas las víctimas independientes de su nacionalidad o confesionalidad son hermanos que cada día van cayendo en un terrible enfrentamiento en nombre de extremismos religiosos con tintes políticos y económicos.

No faltan quienes sólo se solidarizan por “moda”,  colocan banderas de Francia por sentimentalismo, porque sus amigos lo hacen o porque las medios los repiten, pero en realidad no saben qué pasa ni por qué pasó, se muestran comprensivos de la situación puntual que luego de un tiempo olvidan, hasta que llegue “otra noticia”. Además son selectivos, pues tantos muertos a diario por extremismos y nunca se sienten tocados por esa realidad. Esto demuestra lo volátil de la emotividad y el amarillismo de lo coyuntural.

A algunos ni siquiera les importa lo que está pasando, lo miran de lejos, lo observan como un juego de video, lo ven como problemas de otros y hasta demuestran su fastidio que les hablen de la “realidad”.  Esta posición de banalización y de indiferencia es la peor actitud de un ser humano frente al dolor de sus semejantes.

Los que causan terror no solo logran su objetivo asesinando, sino cuando roban la confianza del uno en el otro, cuando logran imponer su agenda de rumores en el pueblo ignorante, cuando refuerzan los estereotipos, cuando vuelven sus acciones en la noticia de moda, cuando se reduce todo a respuestas simplistas, cuando consiguen la reacción violenta de sus opositores con el propósito de justificar su propia violencia, cuando logran confundir a la opinión pública sobre las verdaderas causas de la guerra y a quién beneficia y finalmente cuando ocasionan que la gente se sature de tanta información inútil.

El asunto no es acallar las lecturas críticas, pero no olvidar que lo que está en juego son las vidas de miles de seres humanos que no tienen quien los cuide, proteja o acoja.

Dios nos dé sabiduría para discernir y valentía para romper el círculo de odio.

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