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Teólogo Dr. Fabián Salazar Guerrero. Director. Asesor Espiritual. Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE

Algunos lectores me preguntan en sus comentarios cómo hacer para mejorar su vida y salud espiritual. Una primera respuesta que les ofrezco es que se arriesguen a volver a ser nuevamente niños de corazón. Ellos son grandes maestros espirituales. Aquí, algunas de sus enseñanzas:

Naturalidad. El niño con naturalidad descubre la igualdad ante Dios y el deseo de compartir con el otro sin competencia (las competencias se las proyectamos los adultos). Descubre que por naturaleza somos iguales y que si alguien tiene un dolor o necesita algo debemos socorrerlo, consolarlo o sanarlo. Los prejuicios sociales, raciales o de género, son producto de la cultura o la educación familiar, pero no hacen parte de la natural condición en la cual se evidencia que nacimos desnudos y de igual manera nos iremos. La vida es un instante, “un maravilloso regalo” para compartirlo en compañía de otros.

Espontaneidad. El amor ocurre en cada rincón de la existencia, y es por eso que como niños debemos dejarnos sorprender; volver a hacer preguntas y permitir que todo sea nuevo. ¿Cómo no alegrarnos frente a tanta maravilla de la creación? ¿Cómo no ser agradecidos ante tanta gratuidad de belleza alrededor? ¿Cómo no disfrutar el amor de nuestros seres queridos? Es necesario apreciar cada día con mucha intensidad y tomarnos la vida a enormes sorbos de gozo por lo vivido.

Sencillez. Es la actitud de ver las cosas en su justa medida para ver que todo tiene solución, que todo tiene su momento y que todo tiene su importancia. Sencillez no corresponde a menosprecio de sí mismo, o simpleza de mente o empobrecimiento de la dignidad; al contrario, es reconocer que nuestro valor no se da por lo que tengamos, sepamos o hagamos, ya que todo eso es pasajero. La sencillez no llevará a disfrutar de los pequeños detalles, de los momentos irrepetibles, de la compañía de quienes nos acompañan en el camino, de la alegría de servir a los demás, de aprender a decir te amo sin miedo.

Alegría. Las cosas más valiosas de la vida, entre ellas la alegría, no la podemos comprar; se da con gratuidad a quien la busca y la comparte. Tantas veces reímos por banalidades, hacemos muecas de burla, fingimos sonreír por interés o lanzamos por orgullo unas carcajadas de desprecio pero quedamos vacíos. Arriésgate desde hoy a sonreír y verás la forma en que cambia tu vida pues la existencia es un espejo de lo que depositamos en ella.

Dulzura. La dulzura al contrario de lo que podría pensarse es uno de los rostros de la fortaleza. ¿O quién frente a la ternura no baja sus guardias, no se conmueve o no se desarma?. Es hora de intentar amarnos y amar con dulzura. Es intentar ver a los otros con los ojos de Dios, es sentir empatía, es aprender a tener paciencia con las luchas que están viviendo los demás, es responder con ternura tanto a los halagos como a los insultos y finalmente es descubrir que Dios siendo quién es, no es orgulloso sino profundamente tierno y dulce para con la humanidad.

Dejo a continuación algunas declaraciones que pueden ayudar en este propósito de vivir esa infancia espiritual:

-Dejo fluir mi niño interior y me permito sorprenderme descubriendo belleza y la bondad en todo lo que me rodea.

– Me amo, me respeto, me valor y me perdono pues merezco ser feliz, pleno, saludable y próspero.

–Siento un gozo permanente, una felicidad sin límite y mucho orgullo por lo que soy.

-Veo el mundo con esperanza y supero las dificultades, los enojos y obstáculos cotidianos.

-Avanzo por la vida sembrando dulzura, sonrisas, agradecimiento y generosidad y recibo lo mismo multiplicado.

-Renuncio a quejarme, lamentarme o acusar a otros de mi dolor y en su lugar experimento un profundo amor y agradecimiento por la existencia.

– Vivo con intensidad cada momento del presente y siento que cada día es una oportunidad que Dios me da para ser Feliz.

-Tengo amistades maravillosas que me permiten crecer.

–Le expreso a mis seres queridos y amigos el cariño que les tengo, mantengo comunicación constante y cuido de su bienestar.

-Respeto y comprendo con paciencia el camino y el proceso que cada persona lleva en su existencia.

-Valoro el tiempo como un bien irrepetible.

-Estoy comprometido en sanar las heridas y necesidades de los más desamparados, los solitarios, los abandonados y los que viven en medio del dolor para ayudarlos a superar su situación.

–Soy agradecidos con Dios por su infinito amor y reconozco que siempre está ahí para amarme, bendecirme y acogerme en su misericordia y envía ángeles para cuidarme.

Queda como invitación el volver a ser como niños y para poder ver mundo con ojos nuevos de esperanza, confianza y asombro.

Seguimos en contacto…

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