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Imagen: AFP / LLUIS GENE.

Imagen: AFP / LLUIS GENE.

La comunidad internacional observa con cautela los acontecimientos ocurridos en España, en donde algunos sectores de la comunidad autónoma de Cataluña plantean separarse del país. Y los latinoamericanos de manera especial, observamos con gran interés estos sucesos debido a los lazos históricos que nos unen con nuestros hermanos españoles.

No deja de ser triste que un país como España tenga la posibilidad de fragmentarse y que su población se vea enfrentada con una violencia que parece sacada de otras épocas o importada de otras latitudes. Es muy decepcionante ver a la población civil catalana agrediendo a su propia policía y viceversa, lo anterior sin que se logre identificar con claridad a quienes incumplen la ley.

Es inverosímil que una comunidad autónoma de un país como España el cual es percibido como ejemplo de democracia, de civilidad y de solidez económica; esté planteando separarse. Más si se tiene en cuenta que España fue durante siglos el imperio más poderoso sobre la faz de la tierra. Y es que este país es un referente para América Latina ya que sus modelos son replicados a lo largo de la región, especialmente en lo que tiene que ver con sus procesos ante la comunidad europea.

Por su parte, Cataluña alega principalmente que no recibe las regalías que cree merecer por los aportes que hace a la economía nacional y que su población podría vivir mejor si fuera independiente. También alega quererse separar porque supuestamente tiene una cultura, un idioma y una historia diferente a la del resto de España.

No obstante, si se comparan las cifras, podremos observar que Cataluña sólo aporta el 19,2% del PIB español y que se encuentra en la cuarta posición dentro del escalafón del PIB per cápita después de la Comunidad de Madrid, el País Vasco y Navarra. Y aunque Cataluña aportara rubros superiores, un tema de regalías y/o tributación no debería ser motivo para que una región se separe de un país.

De hecho, existen cálculos muy serios que estiman que si Cataluña se independiza, su PIB podría caer entre un 25% y un 30%. Asimismo, que el desempleo de esa comunidad sobrepasaría el promedio nacional en 8,9 unidades. Algo que claramente, no le convendría a los catalanes.

Para empeorar el panorama, muchas empresas que tienen como sede a Cataluña se están trasladando a otras regiones de España al ver el riesgo que ahora tienen sus inversiones debido al temor que despierta una separación del país. Algo que ocasionaría un retroceso económico sin precedentes, entre otras cosas, porque si Cataluña se separara de España, también lo haría de la Unión Europea ya que la adhesión al bloque continental no es automática.

En cuanto al idioma, es claro que el catalán tampoco es el único lenguaje que se habla en esa comunidad pues además del español, también está el aranés. Y aunque el catalán fuera el único idioma que se hablara, tampoco sería una razón válida para separarse. Si así fuese, todos los países del mundo deberían hacerlo ya que, aunque en todos existe un idioma oficial, en todos se hablan idiomas distintos.

Si los alegatos de Cataluña fueran válidos, todos los países tendrían que separarse pues todos agrupan economías locales desiguales e incluso varias culturas e idiomas dentro de un mismo territorio. Algo que claramente, estaría en contra de la misma Unión Europea y de prácticamente todas las naciones del mundo.

Desde Madrid afirman que el problema principal de Cataluña no es su poca autonomía sino el exceso de la misma. Y es que esa comunidad cuenta con un gobierno propio, una policía local diferente a la que hay en las demás comunidades y hasta tiene un sistema educativo distinto al del resto de España. Ello pudo influir en el actual proceso independentista que plantean algunos catalanes pues también debemos tener claro que esa sociedad está dividida y que gran parte de su población no quiere separarse de España ni de la Unión Europea.

Pero independientemente de los hechos históricos, de las regalías que pretende recibir de más el gobierno catalán y del exceso de autonomía que tiene esa comunidad, la verdad es que ante el mundo España es una sola y eso incluye a Cataluña. Nadie se imagina a una España sin Barcelona ni a una Cataluña sin Madrid ni mucho menos a un país fragmentado.

Sin embargo, el problema real va mucho más allá de España y de sus comunidades autónomas, el verdadero problema es el auge del populismo de ultraderecha que está amenazando a Europa, a Estados Unidos a la América Latina y a otras regiones del mundo. Los populistas basan su discurso en el odio hacia lo diferente, en la tergiversación de los hechos, en la retórica histórica y en todo aquello que cause desunión y discordia a la vez que pretenden apropiarse del poder político y económico de las naciones.

En contraste, la Unión Europea (UE) es un ejemplo de civilidad mundial pues a pesar de agrupar culturas e idiomas diferentes, logró que sus países miembro trabajen en sinergia para darle paz y prosperidad a un continente tan diverso. Y aunque puedan existir problemas y asuntos por mejorar, la comunidad internacional no puede desconocer la estabilidad que genera la UE ni los beneficios que trae la estandarización de procesos para la economía mundial y para las relaciones entre los Estados, además de múltiples logros en cuanto al estándar de vida que hoy es más alto del que había cuando cada país trabajaba por separado.

Y es que a los populistas no les interesa fragmentar países, crear conflictos donde no los hay y generar violencia entre hermanos con tal de tener el poder y aumentar sus ingresos. Sólo es observar con detenimiento lo que hay detrás de esos movimientos extremistas para entender que en el fondo existe un interés particular y no un verdadero interés común. Detrás de ciertos movimientos separatistas hay claros intereses de grupos económicos que no quieren tributar lo que les corresponde o que buscan acaparar un mercado. También hay oscuros intereses de políticos corruptos que pretenden impulsar sus fracasados proyectos nacionalistas, totalitarios y xenófobos.

Y aunque el mundo ya ha sido testigo de los estragos que dejan los gobiernos y los movimientos populistas de ultraderecha y del peligro que representan, parece no aprender la lección. Un ejemplo es el retroceso que ha tenido Estados Unidos que en plena globalización asumió posturas nacionalistas del siglo pasado, utilizando una retórica desenterrada de la guerra fría que claramente pone en riesgo al mundo. Tanto es así que ese país ha planteado la posibilidad de nuevas guerras, la separación de naciones mediante muros y hasta ha negado el cambio climático que experimenta el planeta aún con los daños que han dejado los recientes huracanes en su propio territorio.

De hecho, el actual populismo que impera en los Estados Unidos es permisivo con la ridícula y a la vez peligrosa «supremacía racial» que creen tener algunos individuos ignorantes que viven en ese país. También con el comercio de armas por parte de la población civil y que ha ocasionado graves tragedias en ese y en países vecinos. Infortunadamente, esa tendencia se ha replicado en Europa a través de partidos populistas que tienen como objetivo la promoción del odio, del caos y la desunión.

El caso más notorio es el del Reino Unido donde movimientos populistas promovieron el Brexit y como consecuencia ese país se separó de la Unión Europea. Ahora, los ingleses tienen serios problemas por creerse ‘de mejor familia’ pues perdieron el mercado que habían ganado por años dentro del viejo continente, teniendo que re-negociar todo con grandes desventajas arancelarias. A raíz del Brexit, la economía del Reino Unido tiene graves dificultades, las empresas inglesas sufren obstáculos comerciales y los ciudadanos de ese país están bajo una incertidumbre que era innecesaria.

De hecho, recientemente, dentro del Reino Unido también se realizó una consulta popular para determinar si Escocia se separaba teniendo como resultado que la mayoría de los ciudadanos quieren seguir perteneciendo a ese país y lo hacen por una sencilla razón, porque saben que juntos son más fuertes. Algo que contrasta con el pensamiento de quienes en su momento promovieron el Brexit y que hoy tienen sumido al Reino Unido en una crisis sin precedentes.

España y su comunidad autónoma de Cataluña deberían tener como referente al Reino Unido, país donde Escocia e Irlanda del Norte decidieron acertadamente permanecer unidos para ser más competitivos y para evitar los conflictos que crean las fronteras invisibles que se basan en preceptos del pasado. España y su comunidad autónoma de Cataluña también deberían tener como referente al Reino Unido respecto al Brexit, ya que es claro que no fue una decisión acertada pues los aisló del resto de Europa y los tiene hundidos en una inocultable crisis económica.

Tal vez los españoles se equivocaron al ignorar el auge populista que existe en Europa y que claramente está afectando a su país. También se equivocaron al no escuchar los reclamos de los catalanes que buscan desde hace años una reforma tributaria. Además, el Estado español se equivocó al permitir que esa comunidad tuviera un sistema de educación y de seguridad distinto al del resto del país. Sin embargo, Cataluña también se equivocó al permitir el auge de movimientos separatistas, xenófobos y retardatarios que no solo perjudican a su propia comunidad sino al resto de España, a la Unión Europea y a la estabilidad internacional.

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