Si miramos bien, el asunto no es la supervivencia del más fuerte, sino del individuo mejor cuidado. El afortunado niño que recibió del entorno lo que necesitada, ese prospera más fácilmente.
No me cabe duda que la mayoría de nosotras fuimos recibidas en el mundo con amor; no es de falta de amor el problema. Los padres hacen lo mejor que pueden, pero este es un baile entre humanos y nadie es perfecto.
De la absoluta vulnerabilidad ante nuestros padres y el entorno, nacen los mapas para la adultez. Lo menciono porque es útil saber que nuestros problemas nunca son un tema de comida o de alcohol, o de compulsión.
Nunca es lo de afuera: la guerra con el vecino, los problemas de pareja, los atracones de comida. Todo conflicto con nosotras mismas —y con los demás— nace de necesidades no resueltas que claman ser atendidas.
Como dice Tara Brach, mirémonos como miramos los árboles: unos altos, otros bajos y torcidos porque recibieron menos sol. No importa, siempre hay algo bello en el árbol que mires.
Mucho de lo que hacemos viene de la crianza y de las necesidades insatisfechas. Cultivemos ese entendimiento y compresión y veremos cuál es la manera más efectiva de tomar responsabilidad de todo lo que somos.
Camila, coach, escritora, bloguera – www.francamaravilla.com
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