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Nota al lector: Éste blog cambiará de nombre próximamente. Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.

 

 

Restriego unos calzoncillos que han aguantado varias posturas. Apestan. Huelen a sudor reconcentrado mezclado con amoniaco y cebo. Todo junto produce un olor a queso rancio. Trabajo los bordes percudidos presionando el jabón contra ellos una y otra vez pero el tono café amarillento de la mugre no suelta. Supongo que un jabón de cuerpo no es igual a uno de ropa, pero no tengo otra alternativa a la de seguir restregando. El mercado es lejos y salir a comprar uno me tomaría medio día.

 

Afuera la mañana es radiante. Los rayos entran en la cabaña por la puerta trasera que también deja entrar un aroma a flores y vegetación espesa. Varias horas se me han ido restregando calzoncillos, camisetas y jeans sobre el lavaplatos de la cocina. Deberías dejar así y lavar en Florianópolis. Ya voy a acabar, prefiero salir de esto. Se te está pasando el día. Sí, pero prefiero no perder el impulso.

 

Exprimo la ropa y la cuelgo en el patio donde le dan los rayos del sol. Me preparo un sándwich de jamón y queso que me como en compañía de un yogurt, escuchando un ruido que viene de afuera.

 

Shuuuuuuinn, shuuuuuuinn, shuuuuuuinn. Por momentos para y luego se inicia de nuevo sin mucha mecánica. Salgo y me encuentro a Daniel barriendo hojas y semillas con un rastrillo de puntas plásticas que raspa los adoquines.

 

– Che, pensé que podías estar dormido pero ya son las 11:30 del día.

 

– No te preocupes, estaba lavando mi ropa. Me voy mañana.

 

– ¿Ya? Pensé que te ibas a quedar más tiempo, me dijiste que debías escribir.

 

– Sí, pero tengo que seguir adelante, la costa brasilera es muy larga y no quiero estar apurado al final. Podrías ponerme en contacto con el instructor de ´surf´ del que me hablaste el otro día; me encantaría entrevistarlo.

 

– Claro, bajemos a la playa – dice mientras recoge un diminuto fruto amarillo de los que ha estado barriendo y me lo pasa – pruébalo. El suelo está invadido de esas bolitas hinchadas.

 

– ¿Cómo se llaman?

 

– No me acuerdo.

 

La meto en mi boca y la reviento. Sabe dulce y es muy suave. Me llena la mano de ellas y las voy estallando con los dientes a medida en que bajamos a la playa bordeando la ´Fazenda verde´ y el esplendoroso paisaje, pensando que puede ser la última vez que lo vea en mi vida.

 

– El capitán David debe estar en clase pero puedes hablar antes con su esposa y sus sobrinos; los dos son campeones de ´surf´.

 

Bajamos hasta la pizzería de la ´Fazenda´ y atravesamos un entablado de madera que bordea la playa y lleva hasta un local de puertas de madera y vidrio, en el que se observan  innumerables tablas de ´surf´ de diferentes colores dispuestas hacia un costado. En el fondo, colgados de acuerdo a su tamaño, hay varios ´wetsuits´ listos para ser usados. Daniel me presenta con los dos sobrinos diciéndoles que soy un cronista de Colombia que quiere entrevistarlos, y luego con la esposa del Capitán David, quien despacha unos clientes sentada detrás de un viejo escritorio de madera. Una estufa eléctrica de dos fogones, una cafetera y un tablero en el que hay unas explicaciones de cómo enfrentar una ola, terminan de decorar al recinto rodeado de sillas blancas de plástico, en las que también están sentados un niño de trece años, quien es el hijo del Capitán David, y una joven de unos dieciocho que es la sobrina.

 

– Bienvenido a Praia do Rosa, el Capitán David está dictando un aula pero ahora viene. Habla primero con los chicos – me dice la simpática señora de cara redonda y cuerpo rollizo, quien luce una descolorida camiseta anaranjada, un pantalón caqui de hilo y un apretado reloj Seiko en su muñeca.

 

Salgo del local con José Luís Suárez, un joven de dieciséis años, quien es campeón júnior brasilero de ´longboard´. Un perro gris de hocico ancho, cachetes caídos y abundantes arrugas en el pecho, nos acompaña hasta el borde del entablado en donde se aprecia la playa en su totalidad. El cielo se ha ido cubriendo de nubarrones que vienen empujados del sur. Le tomo unas fotos con su larga tabla de color rojo claro que pone frente de si. Luce una camiseta negra y unas bermudas de rayas. Me siento a su lado apreciando el audífono de un Ipod que cuelga de su oído. Su piel es clara, su pelo castaño y sus ojos cafés. Tiene una mirada franca. El ruido de las olas se escucha mientras me cuenta que es nativo de Praia do Rosa y que vive con su tía y su tío porque sus padres murieron en un accidente.

 

– El ´surf´ es un estilo de vida – dice -. ´Surfeo´ con ´long board´ hace 4 años y con tabla corta hace 12, desde que tenía 3. Quedé campeón brasilero el año pasado en Santos, Río de Janeiro, Bahía, aquí en Praia do rosa y en el balneario Camboriú. Yo necesito del ´surf´ para sobrevivir. Con él hago dinero ganando competencias y dando clases mientras practico el deporte que amo. Pienso hacer la facultad de música en España, aunque el ´surf´ no lo voy a dejar nunca. Sólo estudio por si algún día me lastimo y tengo que vivir de la música. La pasión por el ´surf´ me la inculcaron mi papá y mi tío. Cuando termine el colegio quiero ir a ‘surfear’ a Europa, Australia y California. Mi expectativa de vida es ser campeón mundial.

 

José Luís se va escoltado por el perro que camina de forma cancina tras él y su hermano Jatyr Bersaluce llega. También luce una camiseta negra, pero sus bermudas son blancas con flores rojas. Su nariz de punta prominente y sus ojos hundidos son iguales a los de su hermano. Levanta su dedo pulgar hacia arriba y tomo la foto.

 

– Competí en el circuito europeo para menores de 21 años y quedé segundo. En Brasil fui campeón sur brasilero el año pasado en Torres. El ´surf´ es mi vida, mantiene mi forma física, me hace feliz y me da la comida. Aparte, el contacto con la naturaleza es la sensación más pura que un ser humano pueda tener. Por eso me encanta ´surfear´ en Rosa, por el verde de las montañas y las buenas olas. Mis hijos también serán ´surfistas´. Todos menos mi mujer. Ella se quedará en la playa tomando el sol. Yo estoy muy feliz con la vida que llevo ´surfeando´ por todo el mundo. El año pasado lo hice en Francia, España y Portugal, y este año voy a Sur África, México y Hawai.

 

El cielo se termina de cubrir de nubarrones y el viento empieza a mover las ramas de los árboles. Entramos al local donde la esposa del Capitán David me ofrece un café y me sienta a su lado.

 

– Hace trece años tenemos la academia. Fue un sueño que el Capitán tuvo y que ahora está viviendo. Lo más lindo es que está haciendo que otras personas también vivan el sueño de ´surfear´. A veces vienen unos que piensan que no pueden hacerlo y cuando se dan cuenta de que sí, les cambia la vida. Hay otros que vienen pensando que todo lo pueden y el mar los revuelca.

 

Se inclina hacia atrás recostada contra el espaldar de la silla de madera, entrelaza los dedos de una mano con los de la otra y continúa: – En invierno las olas llegan hasta los 3 metros. Revientan y luego se extienden sobre la playa cubriéndola por completo. El agua llega hasta los médanos debajo de los barrancos. Uno no puede pasar de ahí porque el mar es muy fuerte y peligroso – Abre los ojos y dice: – Hemos visto que es una tendencia creciente: cada año el mar llega más arriba; mi papá solía decir: “Todo lo que el hombre ocupó del mar, el mar lo viene a recuperar un día”.

 

Dejo que hable sin dirigirle el tema, copiando en un cuaderno lo que dice: – La playa está cerrada para los ´surfistas´ y bañistas desde el 1 de mayo hasta el 30 de junio debido a la pesca de la tainha. En español creo que se llama lisa. Es una tradición de hace más de 100 años. Hace 20 los pescadores sacaban 14 toneladas y hoy no sacan ni una y media. La manera de pescarlo es cercando al cardumen con una red anclada a la punta de la playa, que un bote va soltando en un gran círculo que termina en otro punto de la playa. Luego los pescadores empiezan a tirar de la red y eso arrastra a los peces a la orilla. El problema es que en esa época la tainha se acerca a desovar, cada una de ellas tiene como 200 mil huevos por dentro y antes de que desove la pescan. La que tiene los huevos es la que más cuesta. Por eso ahora ya no hay casi peces.

 

Pierde su mirada en la línea que demarca la división entre el cielo y el mar, suspira y vuelve a mí. – Aquí todo ha cambiado, antes el pescador vivía de la pesca, ahora vive del turismo alquilando su casa en el verano. La pesca no pasa de ser un simple ritual. Ellos toman cachaza y pescan con los amigos. Es una tradición de muchos años. Lo hacen para escaparse de la casa un rato; yo los conozco. El ´surf´ vino después.

 

José Luís se cambia detrás de un vestidor y sale con su ´wetsuit´ puesto. Toma una barra de cera entre las manos que pasa por encima de la superficie de su tabla. En ese momento vuelve Daniel y se sienta con nosotros.

 

– ¿Y la ballena franca?

 

– La ballena franca se ha protegido desde 1973 y su populación ha aumentado mucho. Antes era la segunda especie de cetáceos más amenazada del mundo. El año pasado se avistaron 364 en toda la costa. Yo misma vi unas 6 o 7 sólo aquí en Praia do Rosa.

 

– Yo estaba ´surfando´ y apareció una a mi lado. Era muy grande. Hay unas que alcanzan los 18 metros de largo – dice Daniel.

 

José Luís se despide de nosotros y sale con su tabla caminando hacia el mar. El hijo de 13 años del Capitán David pasa la barra de cera sobre la tabla y también sale a practicar. Luego lo hace la joven sobrina y por último Jatir quien se despide chocando su puño contra el mío.

 

– Eso abrió una nueva temporada de turismo – continua – mucho europeo viene a observar las ballenas. Antes, cuando las cazaban, las mataban a palazos. En Garopaba hay fotos en las que incluso sale un cura con un mazo. Que tristeza. Sólo usaban su grasa para iluminar las lámparas de aceite. No lo creerías pero la luz acá en Rosa vino hace menos de 15 años.

 

– Yo vi algunas de esas fotos en la iglesia de Garopaba ayer.

 

– También está lleno de delfines. A veces vas ´surfando´ y te pasan al lado – comenta Daniel.

 

– A Pedro, nuestro hijo, un par de delfines le juguetearon un día, escondiéndose del sol en la sombra que produce la tabla de ´surf´.

 

– ¿Tiburones?

 

– Tiburones no hemos visto por suerte, porque esta es una zona costera que no se ha alterado. No hay puertos grandes. Afortunadamente estamos en equilibrio con el medio ambiente. En Fortaleza la costa ha sido alterada y por eso hay más ataques de tiburones que en Sur África.

 

– ¿Qué opinas de la idea que tienen de pavimentar las vías?

 

– Quién va a llegar a Rosa es el que en serio quiere venir acá. Es increíble, todo el mundo quiere ir al encuentro de la naturaleza pero nadie quiere ir caminando. Que vengan quienes quieran encontrar la esencia de las cosas sencillas. Lo lindo de aquí es la sencillez, no tener que arreglarse para salir a la calle y esas cosas.

 

 

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.brasilendosruedas.blogspot.com Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.

 

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