“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo,
y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”
Howard Philips Lovecraft
¿Nos acercamos a otros mundos o retornamos a aquellos lugares que siempre han estado allí? ¿Se crean personajes o se manifiestan los monstruos latentes en nuestro inconsciente?
Luis A. Suescún, escritor caleño, comunicador social y periodista, locutor y productor de radio y televisión; transita por los valles oscuros de la creación literaria, pasadizos de terror en donde propone otras estéticas y en algunos casos se ampara en metáforas que colocan, por ejemplo, al cáncer o enfermedades terminales en una posición reflexiva y protagónica dentro del relato. Entonces el duelo, la tristeza, los círculos de la memoria, hacen parte del subtexto dentro de su narrativa.
Ha recibido diversos reconocimientos en el campo literario entre narrativa y poesía, siendo los más recientes:
– Festival de las Ánimas, España 2019.
– Cuentos de Terror Perú, 2018. Editorial El Gato Descalzo
– Bogotá en 100 palabras, 2016
– Lázaro, el libro de las muertes. Ministerio de Cultura. 2011
Y hasta el día de hoy cuenta con cinco publicaciones:
- La Semilla del Vampiro
- La Peste de los Solitarios
- Relatos Macabros I: La casa de la bruja
- Relatos Macabros II: El poseído bajo los árboles
- Relatos Macabros III: Cuando los nidos se rompen
Se hace necesario apostarle a la literatura fresca, un acercamiento a nuevas generaciones que abren la puerta hacia la lectura por gusto y no por obligación. Un puente entre las letras y las múltiples posibilidades o realidades.
Suescún se atreve a retomar arquetipos que han sido maquillados, estetizados, humanizados a través del tiempo; viene a otorgarles otras características que los hacen definitivos dentro de la mitología colombiana mientras recorren senderos en su propia biogeografía. Es así como trabaja la morfología de los monstruos desde revisiones previas en la biología y la historia.
Pescadores Bajo Una Luna Roja
(Fragmento tomando del segundo tomo de la obra Retalos Macabros)
Cuando los paramédicos entraron al pequeño apartamento donde vivían Bianca y Alfonsina, ambas estudiantes de ingeniería de la IULM, los recibió una oscuridad sepulcral que contrastaba con el sol que destellaba sobre las edificaciones y los serenos canales que atravesaban el barrio Navigli al sur de Milán. «Una oscuridad de sepulcro faraónico», pensó Carlo Rossi, enfermero auxiliar, al entrar a la habitación de cortinas cerradas en donde Alfonsina se había acobijado tanto como si fuera una ostra.
–Señorita Vitale, mi nombre es Leonardo Esposito, somos del Servicio Sanitario Nacional de Italia y la vamos a llevar de urgencia al hospital universitario San Rafael –se presentó el otro paramédico–. Permítame ayudarla a levantarse de la cama.
–Oh, creo que ya estoy mejor y… no tengo ninguna intención de… –terminó la frase en un sonoro eructo. Acababa de vomitar profusamente dentro de las cobijas.
–Debe estar muy intoxicada… –concluyó Bianca desde la entrada y se tapó la boca de puro asco–. Así lleva cinco días quejándose de dolor.
–No se preocupe, hemos manejado casos peores –respondió el paramédico.
De inmediato Carlo y Leonardo rodearon la cama de la enferma y en dos movimientos la despojaron de las cobijas, pero lo que yacía sobre las sábanas hizo gritar de espanto a Bianca. El antes atlético cuerpo de Alfonsina se encontraba gris y forrado en los huesos, cubierto por una resina de sus propias excrecencias, pero lo más significativo era la cabeza.
–Santo cielo –murmuró Leonardo–. ¿Qué es eso…?
Porque la cabeza de Alfonsina estaba tan inflamada que parecía una calabaza de otoño, no solo por lo roja sino por las venas tan marcadas que cruzaban un rostro desfigurado que, por la presión arterial, tenía los ojos casi fuera de sus órbitas y con las venas a punto de reventar.
–¡La luz, el ruido!, ¡estoy ciega! –gritó Alfonsina desencajada y se llevó unas grises y alargadas manos a la cabeza como si pesara toneladas–. Oh, quisiera estar sorda también – gruñó antes de rodar por el suelo y vomitar una babaza transparente y gelatinosa.
Puedes adquirir toda la obra de Luis A. Suescún en: www.relatosmacabros.com
[Eskarlata – D.R.S.]
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