El rostro humano debe ser la verdadera imagen de lucha climática
Somos una sociedad con una cultura climática bastante deficiente. Nuestra fósil-dependencia es la prueba de ello: consumimos 10 millones de barriles de petróleo cada hora, generamos electricidad gracias al 80% de la quema de combustibles fósiles y aunque tengamos una fuerte expansión en el uso de energías bajas en carbono, los hidrocarburos seguirán representando más del 50% del suministro energético mundial mínimo hasta el año 2050.
Hemos estado creciendo de una forma que no es sana ni para nuestros recursos naturales ni para nuestros mercados. La mejor prueba de ello es que tenemos un planeta abarrotado. Añadiremos unos 1.000 millones de habitantes cada 13 años.
Para el año 2050 tendremos más de 9.200 millones de personas en la tierra, causando una insostenibilidad del equilibrio planetario, un rumbo inadecuado y desconcertante, evidencia de que el problema de diseño no lo tiene la naturaleza sino lo tiene el ser humano. Somos una sociedad imperfecta habitando un planeta perfecto.
Necesitamos gente de acción y no de tantas palabras. Durante el transcurso de los años, hemos visto como las negociaciones climáticas mundiales han fallado -políticamente hablando-, sin encontrar una solución acorde a las necesidades actuales del planeta. Hemos caído en una especie de abismo de líneas entre lo prometido y lo no cumplido y mientras tanto el tiempo transcurre y el planeta nos comienza a pasar factura.
De acuerdo a un reciente informe de la UNICEF, en un planeta cada vez más caliente “está claro que un fallido acuerdo climático mundial, es fallarle también a los niños”. 175 millones de niños son afectados cada año debido a los desastres naturales. Las generaciones futuras dependen de las acciones que tomemos hoy y por esto, resulta urgente que reinterpretemos el modelo de desarrollo actual.
La mitad de la población mundial tiene menos de 30 años y este grupo debe ser empoderado para construir resiliencia. Debemos ser conscientes de que al ser, seres humanos somos frágiles y adaptables. Somos eslabones de una cadena y como tal, somos el fruto de una evolución. Al pensar en nosotros, debemos pensar también en los niños y jóvenes de hoy que serán el futuro de este planeta.
Es evidente que, para detener este rumbo enfermizo y contagioso, las sociedades necesitan un renacer de ideas, acciones, innovaciones y esperanzas para poder hacer frente a la actualidad. Considero pertinente incluir la valorización de las sociedades dentro de este nuevo contexto de planeta que tendremos.
Necesitamos reeducar a la sociedad…
Escrito por:
Lcda. Maria Eugenia Rinaudo Mannucci
Twitter @Climateate
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