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ARMERO 3

Armero fue un océano de emociones encontradas. Desde cualquier punto de vista y desde cualquier ángulo. Armero fue una tristeza caminando a un kilómetro por hora. Fue un «quiero más» pero también un «ya no quiero». Armero me emocionó y me decepcionó.

En una entrevista para nuestro portal, el director Christian Mantilla relató la gran travesía de más de nueve años para rodar la película. Pues para nadie es secreto que trabajar con una cinta que requiera de efectos especiales no es tarea sencilla en Colombia. Debo decir, con un poco de nostalgia, que este trabajo necesitaba más tiempo. A lo mejor más recursos. Más dedicación. Desde la posición de espectador colombiano, sentí un poco de irrespeto por la tragedia. Si bien es la visión de Christian y de su trabajo de investigación, considero que una historia tan trágica y apasionante como esta, requería un cuidado, una pulcritud y un respeto mucho mayor. Eso no es una crítica a todo el esfuerzo que seguramente demandó la realización. Eso es tema aparte.

El trabajo con actores poco conocidos (en su gran mayoría) y con actores naturales me parece de rescatar (en algunos casos). El personaje de Omaira es el mejor logrado, tiene momentos de gran lucidez y de sentimentalismo puro. Pero en otros hay un desborde de falsa emoción y falsas lágrimas que nos saca por completo del relato. Humberto Arango, Toto Vega, Aida Morales y Mauricio Figueroa le dan un refuerzo actoral a la historia. Pero personajes como el sacerdote y las señoras chismosas, van fuera de lugar. Explotan porque sí y tan de repente que se tornan irritantes. Vemos villanos forzados y gratuitos, que no corresponden a la raíz de la película, por el contrario, se ven puestos y más que adornar, destruyen.

Si bien debo reconocer la intención del director de fragmentar la tragedia (intención que me parece correcta), los efectos visuales de la misma dan poca verdad. Y es aquí cuando hago referencia a lo dicho en un principio: debió respetarse más este momento. La cámara no para de moverse, nos ofrece en exceso tilts y paneos que parecieran querer aportar un tono dramático pero lo que hacen es saturar los segundos. Casi que cada escena parece un tráiler y se vende con tanta euforia, que cansa.

Creo que uno de los problemas más grandes de Armero es que no sabe qué es. Por momentos parece documental, al segundo es una telenovela mexicana y luego quiere imitar a una superproducción americana donde la música de piano es otra protagonista. Se traiciona a sí misma, y pareciera carecer de una intención del director que lleve la película por una línea recta.

Al principio el director nos llena de música en exceso romántica y te sientes forzado a sentir. Y lo que eso causa es que no sientas nada en absoluto. No vemos el lugar, la esencia no está del todo. Y aunque tiene momentos para resaltar, como la secuencia de los recolectores de algodón y la ceniza cayendo por todo el pueblo, se sigue quedando corta. Reconozco que es muy complejo recrear lo físico, las estructuras, pero desde que nació la idea de hacer una historia sobre Armero, se sabía que eso era un reto grandísimo. No por nada se tomaron tanto tiempo en realizarla.

No vi Armero sino hasta los últimos diez o quince minutos, ahí es cuando realmente empieza la película. Emociona al final, luego de haber decepcionado en su noventa por ciento anterior. La tragedia. Los cuerpos extraídos del lodo. Rostros manchados y con lágrimas. Los rescatistas. Primeros planos a ojos perdidos entre tanta destrucción. La tensión. La lejanía. La tristeza de no encontrar nada ni a nadie. El arrepentimiento. Los ‘te amo’ desesperados porque se sabe que no habrá mañana. Ahí es donde realmente se siente, y donde se salva un poco del mal que nos hizo. Eso es Armero.

Ahora me pregunto: ¿Emociona por nuestro contexto? ¿Emociona por ser colombianos reviviendo algo que nos dolió y duele? Queda la duda. Y queda un sinsabor. Armero pudo ser mucho más.

4 claquetazos de 10.

*Para leer la entrevista completa con el director, da click aquí.

https://www.youtube.com/watch?v=ReiwatYAJ4U

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