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Foto: Archivo Particular El Tiempo

 

Una cosa es clara: Diomedes Díaz Maestre no es ni fue un ejemplo para la sociedad. Su vida, colmada de excesos y de escándalos, no es algo que se deba celebrar. Sin embargo, con todo y eso, todos los días se escuchan ─escuchamos, porque yo también las escucho─ sus canciones. Y en RCN hicieron una novela sobre su vida, que ha sido todo un éxito. Y Alberto Salcedo Ramos, uno de los cronistas que más admiramos los que disfrutamos la literatura y el periodismo colombiano, escribió “La eterna parranda”, un texto sobre el cantante vallenato que cuenta cómo empezó y más o menos cómo terminaría su historia.

Y eso sucede porque, mojigatería aparte, la música de Diomedes Díaz es fabulosa.

Difícilmente Colombia volverá a tener un ídolo tan importante, tan grande, como ese borracho, cocainómano, posible cómplice de asesinato y amigo de paramilitares. Eso ya habla mal de nosotros.

Así está la cosa. Diomedes Díaz, como persona, era el peor de los desastres. Pero lo que hizo, lo que compuso y lo que cantó, mojigatería aparte, es algo que contra viento y marea no se va a olvidar nunca.

Se publica, con aire sombrío y de preocupación, que se está cocinando en la Cámara de Representantes “una polémica ley que exalta la obra musical del compositor e intérprete vallenato”. Mucha gente, inmediatamente, pone el grito en el cielo. Algunos representantes argumentan que nada de un hombre así, ni si quiera su obra, puede ser exaltada.

Otra representante, Angélica Lozano del partido Alianza Verde, argumenta que es vergonzoso que, con tanto que hay para discutir y para hacer, se empiece la sesión con algo tan bochornoso como una ley de honores para celebrar la música de Diomedes Díaz. Tiene razón: hay muchas cosas que resolver, y el asunto del cantante no solo no apremia sino que es un insulto que los barrigones que ocupan las sillas de la Cámara estén en una discusión tan inocua. En eso sí que tiene razón, ese tema se puede dejar para mucho después.

Pero en caso de que se discutiera, habría que argumentar que efectivamente El Cacique de la Junta sí es un ícono de Colombia y, con ley o no, exaltar su obra nunca va a estar de más. Por su música y, desafortunadamente, por su forma de ser.

Nos guste o no, sus canciones y sus interpretaciones no pueden faltar a la hora de enumerar esas cosas que hacen de la cultura colombiana algo maravilloso. Sobre todo aquello que viene del caribe colombiano, que valga decir, aunque algunos renieguen de allá, nos tiene con un Nobel en la lista. Algo que ninguna otra región tiene. Y aún hay gente que niega la valía de Gabriel García Márquez porque su ideología era de “izquierda”.

En la cultura popular colombiana se exalta y se celebra “la berraquera” (ese empuje que algunos casos logra grandes empresas, pero que también empuja mafias y delincuencia) y se celebra “la malicia indígena” (en otras palabras la ley del más vivo, nada de ética).

¿Entonces, cuál es el problema con Diomedes? Pura Mojigatería colombiana, porque peores cosas admiramos todos los días.

La cultura hay que celebrarla. Y Diomedes Díaz hace parte de nuestra cultura. En Colombia no solo existe Bogotá y Medellín; y eso es algo que mucha gente olvida. Lo bueno de celebrar y recordar a personas como Diomedes es que, solo así, los artistas que pretendan ser tan grandes como él van a recordar que incluso la maravilla de la voz y la composición musical pueden verse eclipsados por actitudes tan despreciables como las que el cantante alguna vez tuvo.

De la historia se aprende, buena o mala, y este es uno de los cantantes vallenatos que pasó, por cuenta de su talento, a los libros de historia.

Leí en un comentario de Facebook que para proponer una ley así habría que ser estúpido. Hay que ser estúpido para estar proponiendo este tipo de debates cuando hay mejores cosas que resolver, eso sí.

Y hay que ser muy mojigato y muy poco conocedor de su propia cultura para decir que la obra de Diomedes Díaz no merece ser celebrada.

Anexo: De una persona que leí una de esas “quejas”, me acordé que amaba los representantes de los “poetas malditos”. ¡A ver cuál de esos se comportó mejor que Diomedes Díaz! Y más allá, que deje de escuchar Héctor Lavoe, que como Diomedez también estaba maldito, y mire lo que hicieron.

 

@YDesparchado

 

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