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Hoy, leyendo las cifras aterradoras de desempleo en el país, (aunque el presidente Santos diga lo contrario), republicamos esta historia que nos contaron y que adaptamos para escribirla. Es un homenaje a los desempleados, a aquellos a los que pronto olvidamos, sencillamente porque algún día una jefe de recursos humanos, perfumada y emperifollada hasta el copete, decidió, (por orden del dueño obviamente), sacarle tarjeta roja a quien no tenía ni siquiera amarilla y hacerle valer ese contrato por ‘misión’ que está muy de moda en las empresas, que deja patitas en la calle y en la pobreza absoluta a un trabajador, y con él, a una familia.

Lo que hacen miles de colombianos - foto tomada de risaraldahoy.com

Lo que hacen miles de colombianos – foto tomada de risaraldahoy.com


Y con el párrafo famoso, “esperamos contar con usted en una próxima oportunidad ya que es un excelente profesional”, (¿si era tan buen muchacho por qué lo echaron?), empieza el Rally Dakar para este personaje al que llamaremos ‘Don Cesante’.

Y ‘Don Cesante’ no recibe dinero en la liquidación, porque se lo cruzan con la deuda que tiene con el Fondo de Empleados, y hasta queda debiendo. Plata que usó para celebrarle los cumpleaños a todos en la familia, el día de la madre a su esposa en Melgar, incluso a su suegra, (¡SÍ!, ¡a su suegra!), para viajes, para cambiar el viejo televisor que tenía, con cola tan grande como la de vendedora de chontaduro, el curso de inglés, celulares, Tablet, portátil y accesorios de tecnología, todo, para todos por igual.

Entonces debe firmar un pagaré, y los compañeros, a los que en un entonces y desinteresadamente él les sirvió de fiador, ahora comienzan a decirle, “Uyyy hermano le recomiendo pana no se vaya a atrasar porque me embargan hermanito, yo veré”, (como si ellos no fueran los próximos a quedar sin chanfa).

Ahora, a sortear la rueda de prensa improvisada en la puerta de la empresa, “Uyyy hermano ¿lo echaron?”, “pero hermano usted es muy bueno parce”, “eso fue la jefe para meter al sobrino”, “tenaz hermano no tenía ni idea”, (¡mentira!, todos sabían menos ‘Don Cesante’).

Acto seguido, ser desplumado por la dueña del ‘corrientazo’ donde le fiaban, quien se entera por una mesera, a la que un compañero, que viene de almorzar de allá, le contó de puro caspa.

La esperanza ahora es ‘tasar’ el poco dinero que está consignado en el Fondo de Cesantías, (menos mal es cada vez más difícil retirarlo mientras se esté laborando).

En el Transmilenio a reventar, ‘Don Cesante’ piensa como les va a contar en su casa que perdió su empleo, de seguro su suegra le va a decir, ¨¿pero lo habrán indemnizado no?’¨–¨¿Indemnizado?¨le responderá– , eso ya no se usa suegra, eso era en su época, con esos contratos amañados de ahora ya no hay de eso y si uno llega a demandar lo vetan en el gremio”.

Los primeros días son de ‘descanso’, solo lo llaman las culebras, (el del camarote, el de los libros de ‘Autoridad en Familia’, que le hicieron comprar en una reunión del colegio, a las que ya puede asistir en el precioso horario de las 6 de la mañana), pero a la semana, ya terminan esas forzosas vacaciones.

Las noches son en vela, planeando cómo será su vida de ‘independiente’. Cómo va a ingresar al selecto grupo de los empresarios. ‘¡A hacer empresa y a generar empleo!’, esa es la consigna, y mientras su esposa duerme, porque madruga a las 4 de la mañana a trabajar, él se levanta sin hacer ruido, a media noche, a diseñar las tarjetas de doble cara, en donde ofrece servicios varios, de oficios que aprendió accidentalmente en la vida, o tal vez ingenuamente, donde ofrecerá los mismos servicios de la empresa que lo acaba de echar, creyendo poder hacerle competencia. ‘DonCesante.com’ será su página web, y su aviso en el directorio de páginas azules, o amarillas, o blancas, (ya no se sabe de qué color son), estará enseguida del de la empresa que lo despidió. La única y pequeña diferencia con la competencia es la cuenta bancaria, (no el número, el saldo).

Siempre hay un amigo en la familia que tiene una tipografía en San Victorino, o en el Galán, y de seguro le timbra los volantes y las tarjetas muy baratas, ¡y a repartirlas!

Y comienza la súplica en casa, “por favor no me ocupen el teléfono que lo puse en las tarjetas y de pronto me llaman”, pero su hija universitaria, idiotizada por un ‘mequetrefe’, que no ha terminado ni el bachillerato, está muy entretenida diciendo, “cuelga tú, no cuelga tú, no cuelga tú, cuelga túuuuuuuu”, (ignorando la llamada en espera de un posible cliente), y la esposa interviene, como Al Pacino, el abogado del diablo, ¡déjela!, ella tiene derecho a tener novio, o no se acuerda cuando usted y yo hablábamos por teléfono”, (de nada valió la conferencia de ‘Autoridad en Familia’, donde compró los libros, ¿se acuerdan?, ¿al comienzo del artículo?).

Ya han pasado tres meses y los planes de independiente quedan en el sueño de los justos, las facturas se acumulan en el casillero de la portería y comienzan los fiadores del fondo, (¿se acuerdan?, ¿del fondo de empleados?), “Hermanito, iba a hacer un préstamo para la operación de cataratas de mi bisabuela y me lo negaron, no me haga eso, pague la cuota del pagaré parce por fa”, y ‘Don Cesante’, embejucado, dice, “hermano, hubiera podido ser a usted al que echaran, y yo también lo fie, y yo no lo estaría jodiendo así”.

Y como decía mi abuelita, ‘Cuando la necesidad entra por la puerta el amor sale por la ventana’…… “Mijo, ¿qué vamos a hacer?, con lo que gano no me alcanza, estoy endeudada por todo lado y no me parece justo que mi mamá nos tenga que mantener. Me llamó el del arriendo, los servicios están para corte y ya no me fían en la tienda. ¿Por qué no pasa hojas de vida?”, ‘Don Cesante’ responde furibundo, “Ahh, si vienen a cortar déles para la gaseosa o yo me consigo una llave de tubo y los reconecto, y pago la multa, ¡Qué hijuemadre!, y dígale a Doña Ligia, la de la tienda, que a fin de mes le cuadramos, además, ¡prefiero poner un puesto de aguacates en la esquina! que ir a regalarme otra vez”.

¡Y sí señor!, a actualizar su hoja de vida, a tomarse la foto donde el amigo del barrio, porque aunque tiene cámara profesional, que le compró a su hija con la plata del préstamo del Fondo de Empleados, no tiene cartucho en la impresora, que también compró con la plata de dicho Fondo, y de seguro en la foto, que le toman en la miscelánea, queda como un extraditable, peor que el ‘Chapo’ Guzmán, con la cara de ‘se busca’, en la ficha roja de la Interpol, (antes de su captura obviamente, porque después de la extradición quedó peor), pero no importa, ¡a repartir todas esas hojas de vida!

‘Don Cesante’ camina todo el día como judío errante, y lleva su ‘CURRICULUM VITAE’ a las empresas donde los guardas o celadores son amos y dueños, y no lo dejan entrar, con la promesa que ellos entregarán su perfil a recursos humanos, pero en el turno de noche……a falta de papel higiénico…… ¡buenas son las hojas de vida!

Entonces ¡a buscar un software de correo masivo!, y a enviarlas por email, pero a los tres días, ya lo tienen marcado como spam, ¡y plan frustrado!

Ahora, ¡a llamar por teléfono!, pero nadie le pasa, ni los amigos a los que ‘Don Cesante’ ayudó a entrar a esa empresa donde lo echaron, y a otras muchas más. ¡Nadie le responde!, y si alguien lo hace, le dice el lunes, llámame el viernes”, y ‘Don Cesante’ cuenta los segundos, el viernes vuelve y llama, y le dicen, “ahhh, qué pena, llámame el otro viernes a ver qué razón te tengo”, y como dice la canción, ‘y así pasan los días, y yo, desesperando, y tú, tu contestando, quizás, quizás, quizás’.

De la misma empresa de donde lo sacaron por reestructuración, o porque ‘el proyecto terminó’, lo llaman para seguir con ‘el mismo proyecto que dizque terminó’, pero a trabajar por horas, a recibir tres veces menos lo que ganaba, por cuenta de cobro, y en un cargo menor. Quien era su practicante, aprendiz o subordinado, ¡ahora será su jefe!, pero ‘Don Cesante’, ¡aún tiene dignidad!, y le dice a su mujer, “prefiero poner un puesto de aguacates en la esquina”, y su suegra, como en ‘Pelota de Letras’, de nuestro amigazo Andresito López, le dice, “Ahí le dejé café”.

‘Don Cesante’ ¡ahora está en huelga de hambre!, porque hace tres días almorzando preguntó, “¿lentejas?”, y su esposa respondió, “agradezca mijo que aunque sea hay lentejas y mi mamá fue la que pagó en la tienda”, y a ‘Don Cesante’ ¡aún le queda dignidad!, y de ese mercado ¡no comerá!, “¡Prefiero poner un puesto de aguacates!”, a que mi suegra me mantenga y que mi mujer me lo eche en cara.

Su hijo menor sube baldes con agua, porque la cortaron, (la llave de tubo ni lo de la gaseosa sirvió, pero ¡SÍ! el ‘hombresolo’, que heredó de su suegro, para reconectar el gas y la luz). La esposa le recuerda que está muy endeudada y que no puede con esa carga, ‘Don Cesante’ mira en internet ofertas de empleo en Afganistán, Etiopía y Azerbaiyán, y hasta de chico de compañía: “¡Eso es!”, dice ‘Don Cesante’, en voz baja, “Compro una sim prepago y que me llamen, atiendo veteranas y me cuadro”, pero a ‘Don Cesante’, ¡aún le queda dignidad! y aborta el plan, “¡prefiero poner un puesto de aguacates en la esquina!”, piensa en voz alta, pero su hija lo interrumpe a grito en cuello, “pero papá, a ese paso, ¿cuántos puestos de aguacates vas a poner?”

Han pasado dos años, y de nuevo se acercan los cumpleaños de todos, la navidad, el aniversario de bodas, el Santa Claus, (porque ‘Don Cesante’, ¡además de pobre es pendejo!, y tiene como costumbre darles regalos de Papa Noel el 31, eso ni Bill Gates, el hombre más rico del mundo, y además filántropo, hace semejante estupidez), ¡y ya no hay ni un centavo! En las ferias de productos para el hogar que hizo con sus hermanos en los condominios cercanos, gastó en afiches, volantes y tinta, (por eso no tiene cartucho en la impresora), y lo que vendió fue justo para pagar el alquiler de los puestos. Muy pocas llamadas le hicieron para los servicios que ofrecía en las tarjetas de doble cara, y los volantes que pegó en las tiendas del barrio, promocionando sus servicios, ya los taparon con otros más grandes que dicen ‘Se arrienda este local’.

El corazón de ‘Don Cesante’ comienza a palpitar más rápido que el de Usain Bolt, ya no puede subir más de 2 escalones porque se agita, las jaquecas son cada vez más fuertes, y el espolón calcáneo, producido por medir calles buscando empleo, es insufrible, pero ‘Don Cesante’ no tiene EPS, ya lo sacaron del sistema por falta de pago, y ¡le está prohibido enfermarse! Su mujer le paga EMI, que se lo descuentan por nómina, pero él le dice “¿para qué los llama?, ¿si me ordenan exámenes donde me los tomo?”, “entonces lo afilio a la mía”, responde ella desesperadamente, pero él interrumpe, ¡No! yo tengo que cotizar salud y pensión, para no dañar mi promedio”. ‘Don Cesante’ ¡es muy joven para pensionarse, pero a sus 54 años, es muy viejo para trabajar! No importa toda la experiencia que tiene y el estar en la mejor época productiva de su vida.

Atrás quedaron los días en que ‘Don Cesante’ podía invitar a su familia a pasear, a cine o a almorzar fuera, y cuando podía hacerles regalos, incluso a su suegra, ¡SÍ!, a su suegra. En ese entonces tenía voz y voto, y hasta ¡Autoridad!, ahora solo la tiene en los libros que compró, (¿se acuerdan?, ¿al comienzo del artículo?, ¿los de ‘Autoridad en Familia’?, ¿en la reunión del colegio?), y que aún no ha pagado, Hoy, a la única parte a la que lo dejan entrar sin pagar es a la iglesia de la Virgen, y la del barrio, donde ofrece promesas, y hace donaciones, a ver si le sale un buen trabajo.

Mientras escucha en las noticias al presidente Santos decir que el índice de desempleo ha bajado, ‘Don Cesante’, recibe un mensaje por WhatsApp, de la chismosa de la empresa donde él trabajaba, contándole que la compañía quebró y cerró, y que todos se quedaron sin trabajo, entre ellos, sus implacables cobradores con los que se sirvieron mutuamente de fiadores en el Fondo de Empleados, y la jefe de recursos humanos que un día lo echó. ‘Don Cesante´ dice, ¡No me alegro, pero se siente un fresco!

Nunca ha podido hacer uso del seguro de desempleo porque sencillamente ¡ese tal seguro desempleo no existe!, y la ilusión de ver a Clara López como Ministra de trabajo quedó en eso, solo una ilusión, porque ella, quien era la esperanza de la clase trabajadora, ha pasado por ahí sin pena ni gloria.

Como última opción, se endeudó y endeudó su familia comprando una camioneta cero kilómetros para afiliarla a Uber, y el negocio resultó ‘chimbo’, porque eso es bueno para los pasajeros, que viajan en gama alta y a precio más barato que el taxi, pero para los dueños de carro y conductores es un acabose total. Además del desgaste de la máquina, deben rezar para que un grupo de taxistas desadaptados ‘no los linchen’ y/o les quemen el vehículo. Ahora ‘Don Cesante’ y su camioneta son un par de judíos errantes, buscando que les llegue trabajo con las tarjetas doble cara que timbraron, en donde ofrecen transporte personalizado puerta a puerta, pero solo los llaman del parqueadero a cobrarles la mensualidad.

Han sido muchas noches en vela, llorando en silencio, soportando esa frustración de sentirse productivo pero desahuciado laboralmente, digiriendo los reproches y la ingratitud de familia, amigos y cercanos, esperando que suene el teléfono para anunciar un empleo, (teléfono que su hija no cuelga por estar hablando con el mequetrefe aquel, que no ha terminado ni el bachillerato), soportando los cobros de los bancos, donde se empeñó estos dos años, buscando plata para ayudar en la casa, y para darles gustos, mientras aparecía alguna opción laboral. Han sido noches enteras, de comienzo a fin, imaginando como pagar ese dinero que le han facilitado sus cercanos, quienes en ocasiones se comportan como lejanos, peor que los de antaño ´chepitos´, y cada vez con su alma más arrugada, por toda la presión y tortura psicológica que parientes, amigos y bancos le han hecho, como si no bastara con la angustia diaria que vive, golpeando puertas que se cierran fuertemente en sus narices. Solo lo recriminan y culpan de todo, ya nadie se acuerda del generoso, incondicional y filántropo ‘Don Productivo’, y quien ahora se llama ‘Don Cesante’. No entiende por qué todo lo que emprende le sale mal, aunque obre de buena fe, con buena voluntad y con buenas intenciones.

Con sus labios sangrantes, de tantas oraciones y súplicas elevadas al cielo, ha esperado con fe y paciencia una nueva oportunidad, mientras recuerda esos bellos viajes que disfrutó con su familia.

Nadie conoció su tragedia, (tan de malas ‘Don Cesante’, porque pocos leen este tipo de historias), y ayer se acostó pensando en la llamada en la que le van a ofrecer ¡el trabajo de su vida!

Y hoy, terminaron sus sueños de trabajador independiente, o de empresario. Tal vez a otros ‘Don Cesantes’ como él, si les llegue esa llamada anunciando un nuevo empleo, pero al de mi historia, como a Diomedes, su cantante favorito, su corazón repentinamente cesó de palpitar, mientras soñaba despierto


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