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Cuando los colombianos piensan en el universo Farc reconocen tres conjuntos: los que nunca dejaron las armas, quienes las han retomado y los que le apuestan a la paz desde las zonas de normalización, esos que están representados políticamente por el partido político resultado del cese al fuego. Sin embargo, poco se habla de “la otra disidencia”.

Hay un cuarto conjunto de más de 2.000 personas entre excombatientes y campesinos que están en Tolima, Cauca, Huila, Meta, Putumayo, Caquetá, Córdoba, Antioquia, Eje Cafetero y Bogotá; que viven en “Nuevas Áreas de Reagrupamiento”, NAR, que están trabajando en nuevas formas de asociatividad y que tocaron las puertas del Gobierno Nacional para generar formas de interlocución directa y agendas de trabajo encabezadas por una Dirección Nacional Provisional de Reincorporados.

Los espaldarazos

Ellos, que ya conforman cooperativas de economía solidaria documentadas en medios locales desde el 2018 y que engrosan sus filas con nombres de alto calibre, desde septiembre han logrado más de una reunión con la Alta Consejería Presidencial para la Estabilización buscando trazar una línea de trabajo que no les obligue pasar por los filtros del Partido Farc. Hasta ahora los resultados de esas reuniones no son concluyentes pero han resultado prometedoras.

Y aunque desde tiempo atrás la Dirección Nacional Provisional de Reincorporación viene consolidando un trabajo robusto, fue hasta octubre de este año que medios nacionales hablaron de ellos (aunque sin nombre) cuando Andrés París en un fuerte comunicado mencionó que se apartaba de la dirección de Timochenko para acompañar este proceso.

El Partido Farc no ha sido indiferente a esto y en un par de comunicados de prensa han dicho que esta división política y administrativa es también hacer “trizas la paz”. Afirman en sus comunidados que esta nueva propuesta “le hace el mandado a la extrema derecha en su propósito de acabar con el Acuerdo de Paz” y que esconden, en posiciones solidarias, verdaderos intereses guerreristas.

Vale la pena preguntarse si esta propuesta, mas allá de ser una derrota a la unidad, no es más que un verdadero abrazo a la democracia por parte de aquellos que, en el pleno ejercicio de su libertad, han optado por una vida y unos líderes diferentes a los que les fueron dados. Este enfoque permitiría ver esto como una oportunidad de descentralizar los esfuerzos políticos y económicos sin que implique dejar de lado el objetivo único de la reincorporar a la vida civil a todos aquellos que han optado por un camino diferente.

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