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@cataoquendo

Al momento de escribir esto, la página web de Migraciones de Canadá está colapsada y un mexicano en mi casa en Buenos Aires recibe reportes de sus compatriotas que viven en Estados Unidos. Están aterrorizados: va ganando Donald Trump. Lo que pasó después, ustedes ya lo saben aunque no se lo crean. No se habla de otra cosa.

Pero no era de esa xenofobia de la que quería escribir, sino de la que se está agitando en Argentina. Suena muy raro, lo sé, porque si hay algo que defina a este país es su ADN de inmigrante, su apertura con el extranjero.

Aquí las familias de se enorgullecen de ser inmigrantes, los amigos cuentan sobre sus abuelos que llegaron de Europa huyendo de la guerra, volviendo a empezar una vida en el sur. En la oficina de migraciones en Buenos Aires, una pantalla muestra las cifras de inmigrantes que había en 1914 hasta hoy, seguido de un mensaje de bienvenida.

Por eso son tan preocupantes los ataques verbales de personajes de la vida pública interesados en alimentar las diferencias y la xenofobia por estos lares. Es como si dijeran: si en el aire está ese ambiente anti inmigración, soplemos fuerte también por aquí. Al fin y al cabo, con una situación económica asfixiante y una inflación de 43 por ciento interanual, hay que echarle la culpa a alguien. Ya no podemos decir que todos son narcos o ladrones, ahora mostremos cómo acaban nuestros impuestos y nos quitan la educación.

Primero fue Jorge Lanata, a quien tanto respetábamos en otra época los periodistas colombianos.- ¡Cómo cambian los tiempos!-, quien en su programa Periodismo para Todos presentó un informe que sarcásticamente se llamó “Argentina, país generoso”. En él, señalaba los peligros sobre la cantidad de extranjeros que estudiamos, según él, gratuitamente en este país.

“Es injusto para todos que pagamos impuestos que un pibe de clase de media de Colombia venga a estudiar a la universidad cuando podría pagarla en Bogotá”, dijo. Según el programa, hay 13 mil estudiantes extranjeros en la UBA, es decir un 4 por ciento de los estudiantes en esta universidad y que cada uno le cuesta al Estado 2 mil dólares al año.

Los comentarios de los usuarios en las redes del programa no se hicieron esperar y parecían escritos por simpatizantes gauchos de Donald Trump.

Eso sí, Lanata no mencionó, como lo señala un estudio muy serio de la Universidad Nacional Tres de Febrero, titulado Impacto de las Migraciones Actuales en la estructura económica y sociocultural de la Argentina, que el mantenimiento de los inmigrantes también aporta a la economía del país y que “entre 2007 y 2011, la participación de los trabajadores inmigrantes en la generación de riqueza en Argentina, oscilaba entre 3.900 y 5000 millones de dólares”.

El presentador olvidó aclarar que no toda la educación es gratuita y que los posgrados sí se pagan, ni mencionó,- qué conveniente-, como lo plantea el estudio, que “los inmigrantes aportan entre 1.000 y 1500 millones de dólares anuales al impuesto al valor agregado nacional”.

Pero las declaraciones han seguido y ahora se enfocan en la salud.

Las últimas provienen de Miguel Pichetto, un senador del Frente para la Victoria, que dijo que Argentina funciona como “ajuste social de Bolivia, y ajuste delictivo de Perú”.

Y, no contento con eso, aseguró que los extranjeros suramericanos son los que usan los hospitales para hacerse operaciones. Cifras que desmintió Chequeado, el medio de comunicación que verifica las mentiras de los políticos argentinos.

Por supuesto, es un tema que evidencia las dificultades de los países latinoamericanos para atender derechos como la educación y la salud; y también demuestra lo ganado en Argentina donde ahora, lamentablemente, se debaten recortes para la educación pública; pero es desconcertante que un país, que se enorgullece de llevar la inmigración en su médula, de la diversidad cultural que lo ha hecho tan grande, dé espacio a agitadores de vientos xenófobos que son más propios del norte.

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