Ha sido un poco exagerada la reacción del uribismo luego de que Santiago Uribe fuera capturado por su presunta participación en la creación del grupo paramilitar denominado “Los Doce Apóstoles”.
Durante los últimos días, muchos uribistas han salido a protestar en contra del arresto del hermano menor del ex-presidente Álvaro Uribe de una forma poco estructurada, visceral e incendiaria con gritos en la calle, declaraciones ofensivas y mensajes de odio y división.
El plantón que adelantaron aproximadamente 30 congresistas y ocho concejales de Bogotá (en el que había más escoltas que manifestantes) fue irrisorio no sólo por su poco impacto en términos de volumen de personas, sino porque la petición al presidente de la república para que renuncie no tiene ni pies ni cabeza.
En la misma vía del descaro, el senador del Centro Democrático Fernando Araujo dijo de forma directa que la captura de Santiago Uribe Vélez fue un negocio urdido entre el presidente y el fiscal cuya contraprestación para Montealegre sería la embajada de Colombia en Alemania, mientras que el director del partido, Oscar Iván Zuluaga, precisó que los hechos son el resultado de una “alianza de persecución política en contra de la oposición” que recae sobre su colectividad.
Como si fuera poco, los ciudadanos también han salido a disparar porquerías en contra del presidente (al que llaman “triplehijuep…), del fiscal y de los testigos del caso con mensajes de revancha como los que señalan que “lo que es con Uribe es conmigo” o que “yo soy un uribista guerrero y no un santista guerrillero”. Tales ataques no parecen serios y, por el contrario, contribuyen a dividir al país más de lo que ya está y nos conducen a un camino de venganzas y verdades a medias.
Lo positivo de todo el asunto es que, mientras esta minoría abuchea desde el corazón, la mayoría del país ha preferido guardar discreción mientras se desarrollan los acontecimientos, acaso como una forma de respeto ante la institucionalidad. Aunque la expresión de la opinión personal es un derecho fundamental cuyo ejercicio es muy conveniente en una democracia pluralista, los ataques personales sin fundamento no son ventajosos para resolver asuntos de trascendencia nacional.
Las evidencias e indicios de la vinculación de Santiago Uribe con “Los Doce Apóstoles”, que los hay y no son menores, deben ser debatidos de manera pública y juiciosa con el fin de que su escrutinio tenga un control ciudadano y se llegue a conocer, al menos, casi toda la verdad.
Por eso el llamado es a que se respete el debido proceso de Santiago Uribe Vélez, que se aprovechen las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos si es que las otorga y que el capturado vaya a juicio y demuestre su inocencia. Mientras tanto, vale decir que es una lástima que la protesta social haya caído tan bajo a manos de un grupo de personas que se expresa más con los sentimientos que con la razón.
Y eso que iban a dar tamal!! Los siervos de Uribe van enceguecidoscpor el odio inculcado durante 8 años, donde no existe un partido sino una secta, que obedece al ego de un individuo. No sé si por convicción o porque el dueño de la curul que cada uno ostenta, Uribe es un tipo mañoso pero con mucho poder, tanto así que se echó en el bolsillo a una gran cantidad de periodistas que hacen las veces de voceros y de un grupo muy importante tanto de las elites económicas como militares, en fin el sabe como es el poder mal utilizado.
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Los Uribestias son histéricos calumniadores que no entienden que se quedaron en el pasado trágico de Colombia.
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Histeria? Exageración? El columnista no tiene idea qué es que le capturen un familiar con sombría motivación, máxime si la institucionalidad ha sido políticamente coptada.
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