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Desde el momento mismo de su elección el planteamiento del problema fue claro: vuelta y se nos coló –entiéndase, nos venció en las urnas-, y por segunda vez consecutiva, un alcalde de izquierda. Solución: no estamos dispuestos a aceptar la derrota, su triunfo legítimo y a este señor hay que tumbarlo como sea. Y aunque no estaba claro cuál iba a ser la excusa, o cuándo más o menos iba a dar papaya, el desespero fue tal que le apuntaron a bajarlo desde todo lado, revocatoria, destitución, mala prensa…

Y esto que finalmente se redujo a un fallo, a una disputa aparentemente controvertida y aislada, entre Petro y el Procurador, no fue más que el final de la crónica de una destitución cantada, un paso correcto en la dirección trazada desde el instante mismo de su posesión, a Petro hay apartarlo de su cargo. “El segundo cargo más importante del país tiene que volver a nuestras manos, y no estamos dispuestos a esperar otros cuatro años”.

Y en aras de lograrlo, columnistas, detractores, políticos de la otra orilla, candidatos perdedores, etcétera, etcétera, ardidos por la derrota, y con los grandes medios de comunicación a su entera disposición, emprendieron una campaña de desprestigio sin precedentes recientes, una vulgar y descarada solfa mediática, bullying político. Una pelea de todos contra uno. Un ataque en gavilla, con una vehemencia y una sevicia tal, que, la verdad sea dicha, se pusieron en evidencia. No importa cuánto hayan procurado ampararse en una preocupación y en un amor genuino y desinteresado por la ciudad, las ganas de tumbarlo los delataron. Ganas que disfrazaron precisamente de amor por Bogotá, de caos en las basuras, de ingobernabilidad, de pésima administración…

Y eso que fue precisamente a negarlo, a intentar convencernos de que aquí no hubo persecución política – no, que va- ni complot para desprestigiar su gestión, a lo que más esfuerzo dedicaron; según eso, todas las quejas al respecto fueron infundadas y se generaron en una paranoia y un delirio de persecución propio de todos los gobernantes de izquierda, que tras de que no saben hacer las cosas bien viven creyendo ser víctimas de conspiraciones, como quien dice, aparte de inepto, loco.

¿Puede alguien, por más capaz, gobernar con todo el mundo en su contra, lograr una buena imagen ante la opinión pública si del otro lado están todos los grandes medios de comunicación difamando, descalificando, desconociendo sus logros –que como cualquier gobernante los tuvo – prestos a magnificar el más mínimo desacierto y a cuestionar absolutamente todas sus medidas, calificándolas, si no de populistas, de inviables o descabelladas? ¿Cómo no iba un pueblo entero a pensar que era un pésimo gobernante o que improvisaba si todos los santos días repitieron lo mismo? Que cosa si le dieron palo a este señor, a toda hora y en los términos más desobligantes, denigre y denigre tanto de su competencia e idoneidad, como de sus capacidades intelectuales, o, ¿cómo le llamamos a eso?, ¿críticas constructivas?

¿Qué tantos, y tan garrafales, fueron los errores que tuvo y que sustentan su mala imagen y el que se hubiera despotricado y denigrado de tal manera de su gobierno?, ¿el tema de las basuras?, ¿pero si antes del consabido “caos” de las basuras también se hablaba de ineptitud, de revocatoria, de pésima administración…? La respuesta que queda es la misma: la mala propaganda, la mala prensa, la incesante persecución política y mediática en su contra.

“Basta con ver la ciudad, está hecha un caos”, opinaban sus detractores, y ¿cuándo no lo ha estado?, los problemas de la Bogotá de hoy son los mismos de la Bogotá de siempre, falta de movilidad, inseguridad… ¿o es que durante el gobierno de Mockus no hubo delincuencia, ni huecos en las calles, o durante el de Peñalosa (tan buen gerente que ideó, proyectó e implantó un sistema de transporte que finalmente fracasó), no hubo trancones…?, otra cosa es que, y como parte de esa estrategia premeditada que pretende culpar a los tres últimos gobiernos (los tres izquierda) de todos los problemas de la ciudad, nos quieran hacer creer, como opinión pública olvidadiza que somos, que durante las administraciones de Mockus y Peñalosa todo fue color de rosa. Ni esta alcaldía ha sido desastrosa ni aquí ha habido alcaldías soñadas como se han atrevido a calificar las administraciones de estos dos caballeros, a quienes la prensa y algunos sectores se han empecinado en endiosar, incluso han osado referirse a ellos como los artífices de una Bogotá dorada, a los que afirman esto pregunto: ¿cu, cu, cuál Bogotá dorada?, ¿de cuál Bogotá dorada es la que hablan?, ubíquenme, porque de ese pedacito sí me perdí, cuándo fue esta ciudad el paraíso que ahora nos quieren hacer creer que fue; ¿Si eran tan buenos, si íbamos tan por buen camino y se estaba avanzado tanto en sus gobiernos, que alguien me explique por qué la ciudad no los continuó eligiendo a ellos ni a los de su misma corriente ideológica? Si fueron tan buenos gobernantes, tan excelentes administradores y si la ciudadanía estaba tan contenta con sus políticas por qué no se los ha reconocido en las urnas, ¿por qué han perdido tres alcaldías seguidas?

La labor de Petro fue nefasta porque sectores y líderes de opinión muy poderosos de opinión se empecinaron en hacernos creer que así fue, y porque, a fuerza de repetirlas, convirtieron en verdades absolutas un sinfín de inventos, e ideas negativas sobre su gestión y su persona: “Petro improvisa”, “Petro es un mal administrador, “Petro es arrogante – por qué no se dejó mangonear y conservó su independencia, y llegó a ejercer su propio plan de gobierno, el que la ciudadanía escogió-“, “Petro no sabe gerenciar”, “la ciudad le quedó grande”, “es el peor alcalde que hemos tenido…” Calumnias que el grueso de la población empezó a repetir por inercia, de memoria, y que echaron a correr sin elementos de juicio, ¿qué elementos de juicio íbamos a tener a apenas quince días de su posesión? Eso sin contar que no lo dejaron gobernar, le hicieron la vida imposible…

Quedará esta destitución como la evidencia de la actitud de las élites de este país, del poder tradicional cuando el tan promocionado ejercicio democrático arroja un resultado que les es adverso, cuando triunfa y toma fuerza política una alternativa realmente diferente, porque es que aquí le llaman alternativa cuando un Lleras saca una alta votación, renovación cuando un Galán, o un Gaviria acceden al poder, y oposición, cuando un Santos Calderón le echa vainazos a otro Santos Calderón. Constancia de la ausencia de garantías democráticas, y no se trata de que los reinsertados puedan estar por encima de la ley o que sean intocables, pero una cosa es destituir a un funcionario por una causa justa y otra, muy distinta esta impresentable, evidente, y descarada persecución política que culmina con este desacato.

Y de la que como parte fundamental estuvo restregarle, cada cinco segundos, su pasado en El M19, así como el M19 fue el M -de esa forma tan meliflua nos acostumbraron a referirnos a ellos-, “el grupo insurgente que sí tenía ideales”, “el grupo insurgente de los golpes estratégicos”, cuando de avalar un proceso, una desmovilización y mostrar hechos de paz se trataba, así mismo pasó a ser una vulgar guerrilla, cuna de mamertos, terroristas cuando uno de sus exmilitantes les ganó limpiamente la alcaldía y pasó a ser una importante fuerza electoral.

De igual forma, el acceso de la izquierda y de sus simpatizantes al poder fue bueno cuando de demostrarle al pueblo y a la opinión pública que este era un país democrático, “siempre y cuando se acoja a la ley cualquier reinsertado puede acceder a un cargo de votación popular…”, pero ya, un par de alcaldías en ciudades secundarias, y un solo período en la alcaldía de Bogotá, el de Luis Eduardo Garzón –estaba dentro de los cálculos políticos-, eran más que suficiente para demostrarlo.

No así ahora cuando esa misma izquierda venía tomando toma fuerza, y se erigía como una alternativa real y amenazaba su perpetuidad en el poder, la orden entonces fue emplear todos los medios a su alcance para desprestigiarla e instituirla como la principal amenaza para el país, la causante de todos sus problemas, a raíz de todo esto la percepción hacia ella cambió y tanto el discurso como el lenguaje para referirse a ella también cambió, de hablar de reconciliación, reinserción a la vida civil, proceso de paz, constituyente se pasó a hablar de mamertos, izquierdosos… y es por eso que hoy para el gran grueso de la opinión pública, esa que no se han cansado de manipular a su antojo y envenenar en su contra, hoy no se comete un exabrupto, una injusticia, se anula políticamente a la real y principal figura oposición, ni se destituye a un gobernante legítimamente elegido por voto popular, tampoco se privó a la ciudad del gobierno de un hombre brillante – uno de los mejores ICFES del país durante su generación, toda una carrera en el Externado Becado por sus excelentes notas…- sino al ex comandante Aureliano, a un ex terrorista, un ex miliciano, un pésimo administrador, un improvisador, asesino, apóstol de Chávez, un terco, un inepto …

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Jorge Amado.

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