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Mujer lactando. Imagen iluminada del libro Régime du corps

Mujer lactando. Imagen iluminada del libro Régime du corps

Existe la tendencia a pensar que la preocupación por la salud y su relación con la comida es un asunto de la modernidad. Pues no. Esta perplejidad existía ya en la antigüedad y vio avances en el periodo medieval. De esto queremos hablarles hoy, de la relación entre la dietética y la conservación de la salud y la prevención de las enfermedades, así como de las preocupaciones de un hombre de su tiempo que pensó en los problemas femeninos.

La dietética fue inventada por Pitágoras (584-504 a.C.) y en su origen tuvo una intención religiosa, la cual era conseguir la purificación que necesitaban los fieles para acercarse a los misterios. Posteriormente, desprovista de su sentido religioso y moral se extendió por Grecia a través de los escritos de Hipócrates (460-332 a.C.). La ciencia acerca del régimen de vida es uno de los temas más presentes en la Colección hipocrática.[1]

A partir del siglo XIII, el mundo occidental presenciará una amplia difusión del saber dietético, el cual a su vez fue tributario de las obras griegas y árabes que fueron traducidas al latín en el siglo XI y XII. Asimismo, la concepción de la dietética estuvo ligada a los profundos cambios que sufrió la medicina a fines de la edad media.[2]

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Un tratado médico llamado De la antigua medicina de fines del siglo V mostraba a la medicina como heredera del perfeccionamiento de la alimentación. De este mismo periodo es Del régimen, el cual definía la salud como un equilibrio entre lo que se comía y lo que se expulsaba. La expulsión era facilitada, sobretodo, por el ejercicio físico. El autor notaba también una relación entre la salud y algunos factores externos como las estaciones o la calidad del aire.

En aquellos tiempos, la dietética se enseñaba como parte de la medicina práctica y se usaba junto a la farmacología y a la cirugía para curar enfermedades. En el medioevo la palabra diaeta servía para referirse tanto a la comida y a la bebida como a las llamadas ‘cosas no naturales’ –según el médico Galeno- que tenían que ver con diversos aspectos del ambiente humano indispensables para la vida: el aire, la alimentación, la digestión, el ejercicio físico, el  sueño y la vigilia e incluso, las emociones, los baños y la actividad sexual. La dieta era considerada como un aspecto de la medicina preventiva y de la conservación de la salud, uno de los principales objetivos de la medicina.[3]

El consumo de alimentos se concebía muy vinculado a la complexión corporal.  El médico Galeno había difundido la teoría de los cuatro humores desarrollada por Hipócrates. Según esta teoría, la  complexión del cuerpo humano variaba dependiendo del tipo de humor o sustancia que predominaba en este (bilis, bilis negra, flema y sangre). Así, los alimentos que eran buenos para unas personas, no lo eran para otras y esos humores podían aumentar o disminuir en función de la dieta. Es decir, según el tipo de alimentos ingeridos, la composición humoral podía variar. Esto hacía de la nutrición un aspecto fundamental vinculado a la salud.

Entre los países europeos que produjeron más literatura dietética se encuentran Italia y Francia, seguidos más tardíamente por Alemania, Inglaterra, Hungría y Polonia.

Entre las obras más conocidas, difundidas y citadas se encuentra la del médico Aldobrandino de Siena titulada Régime du corps: Livre de Physique, traducida posteriormente al italiano en 1310 por el notario florentino Zucchero Bencivenni y conocida como La santá del corpo.

El médico y escritor Aldobrandino de Siena fue conocido igualmente como Allebrant de Florencia. Se desconoce su fecha de nacimiento pero se sabe que murió en 1287 en Troyès.

Uno de los manuscritos originales de la obra de Aldobrandino puede consultarse en línea a través del sitio de la Biblioteca Nacional digital de Portugal. http://purl.pt/24205/2/

Mujer embarazada. Imagen del Régime du Corps

Mujer embarazada. Imagen del Régime du Corps

Este libro iluminado era de hecho, un libro dirigido a la salud de las mujeres. Fue escrito por Aldobrandino para la condesa Beatriz de Savoya, -esposa de Raimondo Berengario V, último conde de Provenza y suegra del rey Luis IX de Francia-, de quien era médico personal. El libro estaba lleno de consejos prácticos como la importancia del viaje para la salud, consejos para el embarazo, los cuidados del recién nacido, la elección del ama de cría o nodriza y contenía incluso, consejos de belleza.[4] El libro dedicado a la condesa fue escrito en el año de 1256 y hoy sobreviven una treintena de ejemplares del libro en versión manuscrita.

Los consejos sobre el mejor modo de lactar al bebé son realmente detallados y curiosos.[5] El médico comienza por explicar cuál debe ser la óptima consistencia, color y sabor de la leche con la cuál debe alimentarse al bebé: no muy aguada, blanca y dulce.

En el tema de la lactancia, la presencia de las nodrizas era fundamental. Recordemos que entre la nobleza era muy común que los hijos fueran amamantados por mujeres contratadas para el oficio, fueran de la baja nobleza o de medios más populares.

De esta manera, si las mujeres nobles debían contratar una nodriza, era fundamental tomar en cuenta una serie de factores que afectaban la calidad de la leche con que se alimentaría el bebé. Era necesario ser atento a su edad -25 años era la edad ideal-, a su complexión –ni muy gorda ni muy delgada-, a sus rasgos morales (ni tímida, ni triste ni alocada o de temperamento cálido) y por supuesto, a la alimentación. Una buena nodriza debería alimentarse muy bien.

Así que entre los alimentos que las nodrizas debían consumir, Aldobrandino aconsejaba el ponche, el cordero, el cabrito, el pollo, el pescado escamado, los purés de lechuga y la borraja. Y entre los que debería evitar estaban las cebollas, la mostaza silvestre, el perejil, la menta, la albahaca, el ajo y cualquier otra cosa que pudiera afectar la sangre.

Cabrito, buen alimento para nodrizas

Cabrito, buen alimento para nodrizas

Sobre el comportamiento añadía también cosas curiosas. Debería trabajar con moderación y no todo el día, no cohabitar con un hombre porque esto podría corromper la leche además de la posibilidad de quedar embarazada. Se creía que una mujer preñada que amamantaba podía llegar a hacer morir un bebé.

La alimentación de pecho la aconsejaba hasta el segundo año de vida del niño. A partir de este momento el médico sienés proponía una paulatina modificación de la nutrición. Mientras el niño se acostumbraba a comer, la nodriza debería masticar el pan en su boca y después pasárselo al niño. Una vez comenzara a masticar deberían dársele pasteles de pan y azúcar y papillas de avena con pan rallado, miel, leche y un poquito de vino! Cuando ya comenzaran a caminar aconsejaba que la alimentación se hiciera en un lugar confortable. Decía que no había que hacerlos caminar mucho ni hacerlos parar demasiado tiempo en sus dos piernas hasta los siete años porque sus piernas podían romperse o curvarse.

Finalmente para el periodo de la dentición daba algunos consejos tales como dar al bebé regaliz (raíz de origen mediterráneo) no muy seca y untar las encías con miel y con sal. Para agilizar la salida de los dientes recomendaba untar las encías con mantequilla o con grasa de pollo.

Como hemos visto, la sensibilidad nutricional es muy antigua pues ya Aldobrandino no era muy original en el siglo XIII. Sus fuentes provienen de los médicos Isaac Judaeus, Constantino el africano y Avicena que vivieron entre los siglos IX y XI y quienes a su vez se nutrieron del saber médico griego. El tema específico de la lactancia es ya un reflejo de las preocupaciones de los enciclopedistas árabes.[6]

 

Fuente de las imágenes:

Escaneadas y editadas por Natalia Silva del ejemplar manuscrito de la Biblioteca Nacional Digital de Portugal del Régime du corps de Aldobrandino de Siena.

[1] Jordi Salas-Salvadó, Pilar García-Lorda y José María Sánchez Ripollés (Eds.), La alimentación y la nutrición a través de la historia. Barcelona, Glosa, 2005.

[2] El trabajo de Marilyn Nicoud, “Savoirs et pratiques diététiques au Moyen Age” en Cahiers de recherches médiévales, n.13 (2006). Puesto en línea el 3 de abril de 2009. Consultado el 3 de febrero de 2015. URL: http://crm.revues.org/864 nos ha servido para redactar la primera parte de este texto. Los mismos aspectos son tratados por Salas-Salvadó y otros en la obra anteriormente citada.

[3] Marilyn Nicoud, “La dietética medievale: testi e lettori”. Revista Minerva, n.23, (2010), p.16.

[4] Margaret Wade Labarge, La mujer en la edad media. San Sebastian, Nerea, 1988, p.85.

[5] Faith Wallis (Ed.), Medieval Medicine: A Reader. Toronto, University of Toronto, 2010, p.498. Esta autora utiliza para la traducción la versión moderna del tratado de Aldobrandino: Louis Landouzy et Roger Pépin, Le régime du corps de maître Aldebrandin de Sienne, texte français du XIIIe siècle publié pour la première fois d’après les manuscrits de la Bibliothèque nationale et de la Bibliothèque de l’Arsenal par les docteurs, avec variantes, glossaire et reproduction des miniatures. Préface de M. Antoine Thomas, Paris, Champion, 1911

[6] Faith Wallis, Op.cit., p.493.

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