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Por @Silviadan

Defensor de sí mismo, tal vez.

Es reprochable que un evento como el sucedido con el Defensor del Pueblo y su secretaria privada salte al ámbito de lo legal única y exclusivamente porque un reconocido columnista decide escribir sobre el tema.

La dama en cuestión renunció en noviembre. Estamos casi a finales de enero y es ahora cuando se prenden las alarmas, salen a defenderla y se abre el debate general.

Según los relatos que pululan hoy en la prensa, los avances inapropiados, los comentarios y los pedidos del caballero en cuestión llevaban varios días, semanas, meses en proceso. Todo el mundo los veía, ella los comentaba y los colegas los hablaban.

Pero nadie hizo nada.

La línea entre lo permitido y lo que no en el ambiente laboral sigue estando muy desdibujada. No son claras las medidas ni las leyes al respecto y hay cero apoyo interno y mucho menos mecanismos para las denuncias o medidas que eviten que estos comportamientos escalen al punto que lo hicieron. El resultado entonces es el silencio y por lo general la pérdida del trabajo y en más de una ocasión cicatrices emocionales y psicológicas que se quedan por siempre.

Y no es fácil. Según la ley en Colombia acoso laboral es “toda conducta persistente y demostrable, ejercida sobre un empleado, trabajador por parte de un empleador, un jefe o superior jerárquico inmediato o mediato, un compañero de trabajo o un subalterno, encaminada a infundir miedo, intimidación, terror y angustia, a causar perjuicio laboral, generar desmotivación en el trabajo, o inducir la renuncia del mismo”.

Y aunque en este caso particular hay fotos, y otras pruebas, lo de demostrable es complicado. Primero porque los avances de un superior con un empleado son difíciles de reconocer.

Por lo general se mezclan con la obligación del empleado por satisfacer los pedidos del jefe y con las necesidades del jefe de lograr que su subalterno entregue resultados. En esa relación, en la mayoría de los casos, es difícil registrar dónde se empieza a cruzar la línea de lo que está bien y lo que no. En especial en un país acostumbrado a que los piropos, por ejemplo, son cosas naturales y bien vistas. Inofensivas.

En este caso al parecer era muy claro lo que sucedía. Pero aún así hoy necesitamos de columnas, comentarios y análisis para apoyar a esta joven mujer que sin querer terminó muy enredada y sin trabajo.

La otra cara de este problema es la protección del mismo empleador. Y aunque en este caso lo sucedido y los relatos son claros contra el victimario, ¿qué pasa cuando la subalterna toma ventaja del empleador?

Hay una película famosa protagonizada por Demi Moore y Michael Douglas en donde se explora esta problemática. Ella, una alta ejecutiva y atractiva mujer, usa sus atributos para embaucar a uno de sus empleados. A él le queda muy difícil probar lo sucedido por ser hombre y por las características femeninas de la protagonista.

Ojalá todo este escándalo sirva además para revisar dónde estamos y cómo actuamos frente a este tipo de problemáticas comunes y silenciadas en nuestros entornos.

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