Las noches de verano me invitaban a salir a caminar a la orilla del río Soča. Un sendero entre los pueblos de Tolmin y Volče, en Eslovenia, un paseo de dos kilómetros por un caminito tranquilo, natural, con el mágico sonido del agua juguetona y cristalina que corre sin afanes a encontrarse con el mar Adriático.
Se me antoja sentarme junto al Soča (el río está tan integrado a la vida de las personas que vivimos aquí, que siempre lo llamamos por su nombre, pocas veces nos referimos a él como algo genérico) y mirar el reflejo de la luna sobre el agua y en ese estado de contemplación desear que la noche no termine. Encontrar un tema para platicar de la vida, del destino, del pasado, del presente, del ser humano y sus dichas y desdichas.
Luego de caminar por largo rato a la orilla del Soča, el sendero se va alejando del río y voy entrando al pueblo justo en la zona donde está ubicado el cementerio de Volče; un lugar lleno de soledad y paz. Llama la atención el mensaje ubicado en la entrada:»Naj se spočijejo svojega truda»: Déjalos descansar de sus esfuerzos. Dos grandes árboles de tilo custodian la entrada del cementerio; bajo la sombra de los árboles un banco de jardín acoge al caminante desprevenido y le brinda un espacio donde descansar escuchando el susurro de la noche serena. En el verano pasado ese fue el lugar favorito para mis paseos nocturnos, el lugar favorito para mirar el cielo, el lugar favorito para sentir la brisa de la noche y para meditar y pensar en la vida.
Y nada más gratificante que poder tener compañía en esos momentos, para deleitarme conociendo otros pensamientos, otras maneras de ver y vivir la vida, otros sueños, otras historias, otras almas. Estos paseos nocturnos se convirtieron en una especie de terapia que reconforta el espíritu, ejercita el cuerpo, hace volar la imaginación, hace crecer los sueños, la amistad, acercar los corazones, fortalece vínculos o simplemente desahogan el alma.
Y todo empieza de manera tan espontánea, con una sencilla invitación: «¿Vamos a dar una vuelta a la orilla del Soča, cuando empiece a caer la noche?». En esta oportunidad me acompaña en mi paseo un joven de 26 años, que ha venido desde Colombia a pasar una temporada en Eslovenia. Recién graduado en Ingeniería Electrónica y de Comunicaciones, lleno de sueños, proyectos, esperanza y algunos temores. El propósito de su visita era ampliar horizontes, conocer más de cerca la cultura Europea, la forma de vida, las costumbres, el sistema de valores de la sociedad eslovena, la naturaleza, el idioma, la gente y todo lo que éste país ofrece.
Al verlo los primeros días en Eslovenia, no puede evitar recordar mis primeros momentos aquí. Tantas cosas nuevas, tan diferentes a la idiosincrasia y a la realidad colombiana. Él mismo me dijo varias veces: «Belki, no imaginé que se fuera posible vivir en un ambiente tan seguro, en un medio donde no hay que preocuparse por robos, por inseguridad, por otros tantos problemas que aquejan a nuestro país». Le dije: «Es cierto, aquí vivimos muy tranquilos y muy seguros, pero eso puede tener también sus efectos colaterales, la gente no está acostumbrada a la presión y a los golpes de la vida que nos toca vivir a diario en Colombia. Eso hace que la gente sea más sensible en épocas de crisis. En Colombia, somos emocionalmente más despreocupados, pues todo el tiempo estamos expuestos a esos peligros que nos hacen mantenernos atentos y en estado de alerta”
Y me dijo: “Belki, me preocupa mucho que en Colombia vivimos en una sociedad donde para el ciudadano del común las oportunidades son limitadas. Se consigue trabajo a través de ‘palancas’, recomendaciones y en muchos casos no se tienen en cuenta los méritos personales. Los jóvenes vivimos en un limbo, donde sabemos que sólo con un golpe de suerte podemos lograr conseguir un trabajo que retorne la inversión de haber pagado una universidad privada para poder tener un nivel académico, que no siempre garantiza un futuro laboral y económico. Aquí en Eslovenia veo que la juventud desde la escuela secundaria tiene opción de trabajar por horas en diferentes sectores económicos: en turismo, en producción, en el campo, etc. los jóvenes tienen un alto grado de conocimiento de un segundo y hasta un tercer idioma, los jóvenes desde temprana edad viajan por toda Europa, tienen opción de conocer las diferencias culturales entre los diferentes países que conforman la Comunidad Europea y efectivamente, en las nuevas generaciones es visible el alto grado de convivencia armoniosa entre las diferentes nacionalidades».
Mi joven huésped colombiano estaba impresionado con todo lo que un pequeño país como Eslovenia ofrece a su gente, en su caso particular, le llamó la atención la forma de vida de los jóvenes. Y continuó con sus apreciaciones: “He notado que los aspectos básicos para determinar el nivel de vida de la gente aquí están al alcance de la mano, por ejemplo: aquí hacer deporte al aire libre es parte del estilo de vida de la gente, además, las personas que tienen inclinaciones de tipo cultural tienen una amplia gama de opciones para participar activamente o como espectadores en diferentes actividades culturales; los conciertos de conocidos artistas están al alcance de la mano y del presupuesto, la juventud vive en un ambiente positivo, optimista, seguro y esperanzador. La juventud tiene horizontes amplios, ellos consideran que su mercado de acción es el mundo entero, no tienen los temores de las diferencias culturales, idiomáticas o tantas otras barreras que muchas veces a nosotros, en Colombia, nos parecen insuperables».
Entonces, traté de enfocarlo a que intentara mirar las cosas positivas que le ofrece la cultura y el país donde nació. Es cierto, hay grandes fallas, pero no todo es malo. El colombiano, por el mismo hecho de crecer y desarrollarse en una sociedad que en su misma desigualdad resulta hostil para los menos favorecidos, desarrolla un espíritu de lucha ante la vida. Ese mismo colombiano asume las situaciones difíciles como condiciones normales de vida, asume retos y sabe que la vida es un proceso de continuo aprendizaje. Considero que las nuevas generaciones en Colombia están confundidas por la influencia de las redes y los medios masivos, que muestran opciones rápidas y fáciles de enriquecer. Pero existe igualmente gran parte de la población que cree en el trabajo honesto, el esfuerzo diario, el estudio y todo ello unido a un ingrediente mágico que muchas veces hace la diferencia: «el optimismo aún en las condiciones más adversas» hace que esa parte de la población tenga el talento y el potencial para lograr grandes metas.
Así que, mi querido amigo, no te sientas en condición de inferioridad. ¡Es cierto! Hay muchas cosas que cambiar en la sociedad colombiana, pero ése es precisamente el reto de los jóvenes de hoy, conocer las buenas prácticas en diferentes partes del mundo y lograr que se implementen en Colombia para el bienestar y el progreso de todos.
Aquí mismo donde hoy caminamos hace 100 años fue un lugar devastado por la injusticia, el odio y el dolor de La Primera Guerra Mundial. Resulta difícil imaginar que algo tan grotesco haya pasado en este valle de paz, pero para lograr el cambio se recorrió un duro y largo camino de autocrítica y reconciliación.
Después de vivir tanto tiempo fuera de Colombia, estoy casi segura que desde el punto de vista de ubicación geográfica vivimos en uno de los mejores lugares del planeta, con muchas ventajas competitivas. El detalle está en que no somos conscientes de ello y no trabajamos conjuntamente para establecer normas de convivencia social que nos ayuden a proteger nuestros recursos, nuestro medio y que al mismo tiempo generen bienestar y progreso para todos.
¿Sabes? Se hace ya tarde y mañana debo madrugar al trabajo. ¿Qué te parece si mañana me acompañas a dar otro paseo a la orilla del Soča?
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