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Erase una vez…. un niño soñador y curioso, que pensaba que el mundo era un lugar amable donde todos veníamos a compartir experiencias y aventuras. El tiempo pasó y el niño se convirtió en un hombre que se perdió en las telarañas de la cotidianidad. En el corazón empezaron a aparecer los sinsabores y los vacíos.  En los tiempos de la infancia todo era posible, todo era alcanzable. Ahora ha aparecido un compañero permanente de luchas: “El vacío”.  Entonces empieza la búsqueda de algo que llene ese vacío: paseos, fiestas, pasatiempos, lecturas, música, TV, redes sociales, trabajo, familia, amigos… y la lista crece con todos los intentos de encontrar algo que cree una sensación permanente de plenitud.  Y resulta favorable dedicar el tiempo y las energías a diferentes actividades; porque es bueno mantenerse en acción; porque eso nos saca del letargo y de la rutina; porque el ser humano siempre tiene ese instinto de lucha permanente, que lo empuja a buscar respuesta a sus interrogantes.

La sensación de vacío se hace más evidente cuando viene acompañada de períodos de soledad. Y muchas veces, estando tan ocupados en el día a día, con la agenda completamente llena, o estando completamente desocupados; llegan intervalos de soledad y nos agarran cansados y empieza ese gusanillo en el corazón y en el estómago; ese gusanillo que se enrosca y produce una sensación de incertidumbre y ansiedad; ese gusanillo que nos hace preguntarnos ¿salgo corriendo o busco a alguien que me entretenga?  Pero son pocos los que tienen el valor de quedarse quietos y empezar a buscar dentro de sí mismos, ¿de qué se trata?

No es nada agradable enfrentarse cara a cara con ese sentimiento de vacío y con la falta de sentido en la vida. Si nos detenemos a pensar un poco en esas sensaciones y los preámbulos que se viven antes de que aparezcan, nos damos cuenta que muchas veces siguen a momentos de gran alegría, euforia, felicidad, grandes pérdidas… luego, cuando todo se calma, llega también el vacío.

Y entonces el niño soñador y curioso empieza a preguntarse por su felicidad, su sentido de vida. Empieza a sentir la necesidad de llenar ese vacío para lograr la alegría de vivir, para vivir a plenitud, para sentir que está haciendo un mundo mejor para él y las personas que lo rodean… Entonces mira a su alrededor y, si su sensibilidad se ha desarrollado, logra captar que muchos seres humanos están en la misma disyuntiva.  De pronto existen muchos afortunados que están tan encartados en sobrevivir, que no tienen tiempo para percatarse de que no viven. O, que a la gente desocupada es común que le empiecen a acosar las angustias existenciales.

¿En qué momento a el niño soñador y curioso la vida se le convirtió en un acertijo? ¿En qué momento olvidó, lo qué lo hacía feliz? ¿En qué momento dejó de vivir para hacer el bien y cultivar la virtud del alma?  ¿Tal vez fue en el momento, en que dejó de vivir su vida, para empezar a vivir como vivían los demás?  ¿O tal vez fue en el momento, en que entró a la competencia de tener más y más a cualquier precio y por cualquier medio?

Tenemos la errada creencia que la felicidad es un estado permanente de bienestar y alegría. Hemos sobrevalorado la felicidad y la relacionamos muchas veces con el tener. La felicidad no es un estado permanente e infinito. La felicidad se puede clasificar en 3 tipos:

Felicidad anticipatoria: aquella que sentimos ante la expectativa de algo que planeamos hacer.

Felicidad del momento: aquella que sentimos cuando vivimos un momento específico.

Felicidad crepuscular:  aquella que sentimos al evocar vivencias pasadas.

Y volvemos a encontrarnos con la estructura del tiempo, donde todo se resume a que la felicidad está constituida de momentos pasados, presentes y futuros, y que depende de nosotros en qué tiempo ubiquemos nuestra felicidad.  La felicidad es un mosaico de momentos pasajeros y cortos.

Llama la atención los conceptos de felicidad que ofrecieron los grandes filósofos clásicos:

Para Sócrates, la felicidad es el último bien del hombre y se logra con la práctica de la virtud.  No es la felicidad lograda de placeres sensibles y fugaces, sino que es serena y estable.

Mientras que Aristóteles, va un poco más a profundidad y afirma: Es una actividad de acuerdo con la virtud. El hombre feliz vive y obra bien.  La virtud no es la del cuerpo, sino la del alma, así que la felicidad es una actividad del alma.

Ambos coinciden con relacionar la felicidad con la virtud en el vivir, y con lograr vivir de tal manera que se encuentre un propósito que nos dé esa sensación de que la vida tiene un sentido más allá del buen vivir, de los placeres pasajeros y materiales.  Insisto, desde este punto de vista, la felicidad no está en el tener, la felicidad está en desarrollar el ser.

La sicóloga Emily Esfahani, menciona que el sentido de la vida se desarrolla a partir de 4 pilares:

  1. Sentido de pertenencia: cuando sentimos que somos aceptados por lo que somos y no por lo que tenemos.
  2. Propósito: cuando en nuestra vida hacemos cosas que nos hacen sentir útiles, compasivos, generosos, con otros seres.
  3. Trascendencia: Cuando somos conscientes de nuestro lugar en el mundo, en la vida, y podemos apreciar la grandeza de todo lo que nos rodea: la naturaleza, las estrellas, la misma vida y podemos ver en cada uno de ellos un milagro que nos sorprenda y nos permita expresar admiración y gratitud.
  4. La narrativa interna: cuando dentro de cada persona existe un amor propio sano, que le hace sentir respeto, empatía, sintonía consigo mismo. Que le permite expresar optimismo, alegría de vivir y esperanza aún en los momentos difíciles.

En la búsqueda está el camino. Afrontando nuestros vacíos y cuestionando su origen, las razones de ser y tratando de encontrar la respuesta que se ajuste a nuestra vida, es posible encontrar el sentido a la vida; que nos brinde una felicidad con mayores intervalos de satisfacción, con claridad en la mente, en el alma y en el corazón y que podamos ayudar a otros a encontrar ese camino de libertad.  Considero que encontrar el propósito de vida es en ciertamente encontrar la libertad de ser nosotros mismos, de romper cadenas que nos atan y de recorrer caminos de paz verdadera y duradera.

06.09.2021

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PERFIL
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Soy una permanente viajera de la vida. Economista con Posgrado en Dirección, Inteligencia Emocional y Coaching. Creo en los milagros, en las sincronicidades, disfruto el contacto permanente con la naturaleza, el cielo lleno de estrellas y caminar al amanecer. Consejera personal en temas de motivación y espiritualidad.

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