@japritri
Hace unos días en el programa radial Hora 20, el senador Jorge Enrique Robledo acusó a Néstor Humberto Martínez de asesorar a una empresa con el fin de que pudiera comprar terrenos baldíos en una extensión mayor a la permitida. Martínez, ex ministro y socio fundador de una firma de abogados de mucho prestigio, le respondió al senador que eso se lo tenía que probar y que si resultaba ser cierto, él renunciaría a su ejercicio de abogado, pero que si no lo podía comprobar Robledo tendría que renunciar a su ejercicio político.
Robledo reculó, dijo que su investigación así lo aseguraba, pero que iba a revisarla. No obstante, para no perder la guerra Robledo mencionó una columna de Daniel Coronell donde vinculaba a Martínez con otro escándalo, con tan mala suerte que Coronell se había retractado en otra columna de su acusación y Martínez se lo recordó. Robledo no aceptó renunciar a su vida pública si no encontraba las pruebas y al día siguiente publicó una carta donde se retractaba de lo dicho al no encontrar las bases que sostuvieran la afirmación.
Esta larga historia nos deja bastantes enseñanzas, tantas que parece una fábula, porque es evidente que Robledo se aprovechó del gran nivel de credibilidad de sus palabras -producto de una carrera política medianamente seria- y, con esto, intentó desprestigiar a una persona con acusaciones sin fundamento alguno, acusaciones que pudieron haber terminado con la carrera profesional de alguien que, como Robledo, se ha esforzado en cultivar una buena imagen.
Entonces, la primera enseñanza es que las verdades no son verdades por las personas que las cuentan, sino por los hechos que las sustentan, por lo que no debemos tragar entero todo lo que nos dicen: es difícil aceptarlo, pero en un mundo tan complicado como el de la política debemos estar dispuestos a dudar de las palabras, así las digan las personas en las que más confiamos. La segunda enseñanza es que los intereses de la mayoría de las personas pueden desviar cualquier hecho y convertirlo en una mentira, todo con el único objetivo de convencer y beneficiar lo propio, en este caso, Robledo tiene un marcado interés en desprestigiar a personas que han colaborado con el gobierno y como Martínez ha apoyado algunas de la políticas de Santos, para él es políticamente rentable criticarlo y hacer que muchos lo vean como un abogado mañoso, lo que estaría bien si tuviera las pruebas. La tercera enseñanza (y última de las que escribiré, pueden sacar ustedes cualquier otra) es que está en nuestras manos dejar de ser manipulados por este tipo de políticos, está en nuestras manos informarnos mejor y de forma completa sobre todo lo que nos dicen, más si sabemos que quien nos está conduciendo a una conclusión tiene intereses (económicos, políticos, etc.), porque ahora que se vienen las elecciones serán constantes las críticas, acusaciones y discursos a favor o en contra de una u otra posición; no dejemos que esta historia se repita, porque nos puede pasar a todos, dentro y fuera de la política; es más, nos ha debido pasar a todos, que producto de un chisme hayamos sido desprestigiados sin razón alguna.
Las enseñanzas de esta historia deberían llegar al mayor número de personas, así no tendremos que estar presentes en todos los espacios donde hablen de nosotros y las mentiras se conviertan en verdades, porque lo más probable es que las acusaciones de Robledo se hubieran convertido en verdades si Martínez no hubiera estado presente para corregirlas.
Robledo debe callarse, no para siempre, sino cuando no esté seguro de lo que está diciendo, porque, si es tan correcto como dice serlo, debería serlo también con sus enemigos políticos, porque aunque no estén de acuerdo con él, sus puntos de vista también son válidos y deben ser respetados. Así mismo, todos debemos hacer lo mismo, porque si no somos capaces de medir las consecuencias de lo que decimos no deberíamos tener la capacidad de hablar: sería mejor callar.
Javier Prieto Tristancho
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