Taconazos, caños, paredes y sombreros; así más o menos titulaban un vídeo en un el portal de internet de un conocido diario deportivo español a principio de semana, en donde mostraban un compilado de jugadas preciosas ejecutadas por los jugadores del Real Madrid en los últimos partidos. Alguien dirá que es normal en un equipo que tiene línea por línea los mejores jugadores del planeta (de eso se encarga juiciosamente cada final de temporada don Florentino Perez), pero lo diferente y emocionante de esto es que en casi todas las jugadas aparece un Colombiano como pieza principal de esa galería de arte futbolístico en la que se ha convertido el club merengue en esta temporada. No es un detalle menor que al lado de nombres como Cristiano Ronaldo, Gareth Bale, Karim Benzema, Toni Kroos y compañia, aparezca sin falta en cada alineación titular James Rodríguez.
Un «pelao» con dificultad para decir dos palabras seguidas sin enredarse, pero acaso ¿a quién le importa? Él habla en la cancha y ese idioma lo sabe a la perfección. Técnica individual de crack, amplia visión de campo, privilegiada velocidad mental para saber qué hacer con la pelota antes de que esta llegue a sus pies, pases quirúrgicos, cambios de frente para descongestionar y abrir juego, devoluciones de primera, centros precisos, capacidad física para ir y volver y prestarse siempre como compañía en cada jugada de ataque para llegar con opción de gol por la banda que le toque jugar. Ese desparpajo e irreverencia para adornar su fútbol con jugadas de fantasía: sombreros, caños, tacos y la capacidad y confianza para intentar remates de lejos e inventarse golazos como el que le marcó al Granda la semana anterior.
James no la tuvo fácil al principio ya que llegaba al conjunto madrileño con una misión bastante difícil, ubicarse en la posición que había dejado vacía Ángel Di María tras su partida al Manchester United, jugador argentino que había sido clave en la última temporada, llevando al Madrid por ejemplo, a conseguir la anhelada décima Champions League. Además el colombiano era resistido por algún sector de la opinión pública por los ochenta millones de euros que se pagaron por él, por su edad, porque despertaba en ellos algunas dudas respecto de su desempeño en el equipo blanco y yo no descartaría que por su nacionalidad también. ¿Cómo podía salir adelante en este panorama tan adverso el cucuteño? Condiciones tenía, pero en el Madrid todos las tienen; rebeldía y carácter necesitaba para ser figura y demostrar que sí podía con la tarea. A nadie le pagan esa cantidad de dinero para que haga lo mismo que un jugador del montón, al 10 del Real se le pide elegancia en cada toque, se le pide que entregue cada pelota redonda, que juegue y haga jugar a sus compañeros, que aparezca en situaciones difíciles y partidos complicados y además que saque de vez en cuando algo de magia del bolsillo.
Eso lo comprendió el gran James y frente a toda la presión que significa jugar en el equipo más grande del mundo sacó su clase; la misma que mostró en el Maracaná hace unos meses cuándo a pase de Abel Aguilar paró de pecho se dio vuelta y sin dejarla caer soltó ese zurdazo tremendo que fue a dar primero contra el larguero para luego inflar las redes regalándole al mundo el mejor gol del torneo orbital. También demostró carácter, madurez y compromiso para cumplir a cabalidad las exigencias que le provocaron jugar en una posición que no es la suya, cumpliendo con labores defensivas y teniendo que hacer recorridos más largos de los habituales y sin embargo no desentonar sino que cada que tuvo la oportunidad, sacar un poco de su repertorio. En posición de ataque, recibe al borde del área por sector izquierdo, la mata con la zurda y con la misma pierna remata y la clava al ángulo de la mano izquierda del portero rival. Por sector derecho y de espaldas al arco, ve cómo Carvajal pica al fondo y con mucha sutileza lo habilita de taco para celebrar un gol más. En Champions y ante el Liverpool en Anfield, recibe de CR7 en tres cuartos de cancha, observa como éste le pica al vacío y de cucharita le pone el pase gol preciso lejos de los centrales para que el portugués celebre el primero. Paredes precisas con Bale y Cristiano, centros de ambos lados del campo para que Ramos marque de cabeza y muchas jugadas más que lo llevaron a ser titular indiscutido para enfrentar al Barcelona; Derby que presenció el sombrero hermoso que James le hizo a Mathew o el pase de primera a Benzema para terminar un contragolpe letal y poner el 3-1 definitivo a favor de los blancos. De esta manera partido a partido James se ha venido ganando la confianza del técnico Ancelotti y la aceptación de la exigente hinchada de la casa blanca, que se está acostumbrando a ver al 10 cafetero entre los titulares habituales del Real Madrid.
Me quedó sonando la reflexión que hacía en su columna un reconocido periodista deportivo esta semana: vivimos tiempos de gran nivel futbolístico mundialmente, con varias figuras excluyentes que se destacan cada jornada: Messi, Cristiano, Ibrahimovic, Ribery, Robben, Van Persie, Rooney, Reus, Gotze, para nombrar algunos. Nos hacía un llamado a estar agradecidos a los que sentimos el fútbol de una manera especial por el buen momento que atraviesa este deporte. Pero yo adicionaría algo más a esa reflexión: debemos sentirnos orgullosos de tener un compatriota brillando en ese selecto grupo de estrellas que conforman la elite del fútbol mundial, porque James Rodríguez, nuestro James, es un diferente, un crack, un colombiano que tiene como mayor objetivo ser el mejor jugador de fútbol del mundo y que creo posee las condiciones para lograrlo. Pero necesita contar con un país que lo crea el mejor en los momentos buenos y también en los difíciles que, seguramente van a llegar.
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