“¿Qué es la paz?, en primer lugar ¿la paz es que se acaben los combates guerrilleros? o ¿la paz es que dejen de morirse 400 niños al día?” Jaime Bateman
A veces pienso que hemos perdido la lógica por completo, que la humanidad ha girado tanto que ha olvidado su naturaleza, sus orígenes y su rumbo. Creo que en el caso colombiano, hemos sido incapaces de buscar soluciones a la guerra y a que pesar de los intentos, las leyes que hemos acordado en búsqueda de la paz, son simplemente un saludo a la bandera.
El conflicto armado de nuestro país nos ha llevado a presenciar las peores tragedias humanas y naturales. Hemos perdido nuestra identidad, las esperanzas y las ganas de volver a creer en nosotros mismos. La guerra nos ha arrebatado todo: nuestras familias, nuestras tierras, nuestros animales, nuestras escuelas y todo aquello que nos conecta como sociedad. Ella, junto al terrible negocio del narcotráfico, ha permeado los grandes escenarios y se ha incrustado como la peor enfermedad en aquellos que nos gobiernan y nos lideran. Ya nos cuesta creer en los políticos, porque no sabemos si en vez de ayudarnos, terminarán haciéndonos más daño.
Tenemos una gran Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que pretende atender, asistir y reparar a los que han sufrido el conflicto armado y por supuesto tratar de volver al estado original o inicial a quienes han tenido que huir de la monstruosa guerra. Es una Ley que también busca evitar que estemos acorralados en las grandes ciudades y que los campesinos puedan volver a cultivar su grandes parcelas.
¡Pero no!, todo esta tan fuera de contexto que sucede lo contrario. Las tierras que deberían retornársele a los desplazados, han terminado en manos de grandes corruptos y mafiosos. Además, los resultados de la aplicación de la Ley 1448 de 2011 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras), han sido decepcionantes. Según un informe liderado por León Valencia con la Fundación Paz y Reconciliación, “el gobierno esperaba que 360 mil personas se acercaran a reclamar, pero hasta el momento tan solo 63 mil presentaron su reclamo. El gobierno también estimó la restitución de 6.5 millones de hectáreas, pero cuatro años después solo se han devuelto 28.582 hectáreas, es decir menos del 2% de la ambiciosa meta del presidente Juan Manuel Santos.”
¿Por qué los verdaderos dueños de las tierras no las han reclamado? ¿Por qué los campesinos no se acercan a exigir sus derechos sobre esas tierras? Fácil, los aventajados, y esto en el mal sentido de la palabra, se han aprovechado de esta coyuntura para ganar por vías jurídicas amañadas las tierras que nos les pertenecen. Y a los que la guerra sacó corriendo de las parcelas campesinas, les pusieron la tarea de demostrar la pertenencia de esos lotes, sin saber que muchos de ellos sólo pueden afirmar que esos son sus orígenes y que ahí querían vivir.
Ahora, como una gran falta de respeto a ellos y como una cachetada a la dignidad, Bogotá, la ciudad a donde la mayoría de los desplazados llegó buscando un alivio a sus almas, les da como consolación el primer proyecto urbanístico que exalta su desgracia, Plaza de la Hoja, un despropósito a toda buena intención de hacer realidad una Ley de Restitución de Tierras.
Más que horrible, es una tragedia en búsqueda de la paz. A 50 metros cuadrados redujeron hectáreas de tierra productiva, a una caja de fósforos redujeron la producción agrícola de 457 familias y lo que parece más nefasto, en un sector industrial que así tenga vista a Monserrate, les recordará todos los días que ahora pertenecen a una ciudad que no es la suya, una ciudad donde no habrá pastoreo ni madrugadas a hacer labores propias del campo.
El ícono de la arquitectura, del que habla el alcalde la “Bogotá Humana”, no es más que un símbolo de lo grande que nos ha quedado devolverle la paz a nuestros campesinos. Pero como a Petro se le ha olvidado su lucha, él ahora sólo dice lo siguiente:
“Ojalá tenga premio mundial o premio nacional de arquitectura, porque si uno observa, por dentro hay una exposición de espacio público, de lugares para los niños, de utilización de espacios comunes al interior de los edificios con vista hacia Monserrate, excelente. Mucha gente de altos estratos quisiera vivir aquí y es algo que quisiéramos cuidar, es decir, que las familias puedan, durante por lo menos una década, gozar las ventajas que esta gran ciudad puede por fin ofrecerles”.
¡Pero qué dice el alcalde! ¿Ustedes ya conocieron ese tipo de vivienda? A los que no las conozcan, los invito a pasar por la carrera 30 con calle 19 en Bogotá, estoy segura que como yo, les dará rabia y tristeza ver lo que la guerra ha hecho de nosotros.
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