Desde que la corte anunció la exequibilidad del Plebiscito por el cual la ciudadanía refrendará o no, lo acordado en La Habana, el país político entró en campaña, los más entusiastas, entre otros la mayoría de movimientos de izquierda y también los enmermelados del Gobierno Nacional, han dicho que votar por el Sí es votar a favor de la paz, al otro extremo se encuentran los belicosos repitiendo que aprobar lo acordado es entregarle el país al terrorismo.
Como en la guerra, en medio del fuego cruzado se sitúa el país real, la ciudadanía decente que no desea seguir siendo masacrada por las balas de alguno de los bandos, pero tampoco legitimar a un Estado que ha privatizado hasta el agua con la que alimentan a sus niños, que menos desea legitimar a la insurgencia cuyos actos de beligerancia, por ejemplo, derramaron cientos de litros de crudo sobre sus fuentes hídricas, el país real no entiende que el gobierno gaste millonarias sumas de dinero público en la promoción de la paz, mientras los precios altos, los salarios bajos, el desempleo y la desigualdad atentan contra su buen vivir, y que cuando protesta la respuesta oficial sea enviar al ESMAD para reprimir con violencia sus justas exigencias.
Esa realidad le da motivos de sobra al país real para dudar en que las dos partes del conflicto –Rosca e Insurgencia- tengan la llave de la paz, cada vez que muere un niño wayuu de sed y hambre, cada vez que un policía asesina a un campesino indignado, emana la falsedad del argumento, naturalmente acabar la guerra entre las partes es un imperativo moral, pero paradójicamente el discurso político que está calando entre algunos sectores de la ciudadanía, por posar como alternativa, es el de quienes tienen intereses en perpetuar el horror, el uribismo, coadyuvante de nuestra crisis social, moral y económica, alerta el tenebroso peligro de que ese sector político empeñado en asesinar al estado de derecho, abra paso a un régimen de terror con apoyo popular.
En ese contexto y como ha sido la costumbre en los últimos tiempos, la vieja izquierda se equivoca, un sector porque está comprometido con el ingreso de las FARC al ejercicio político partidista, otros por simple torpeza al negarse, por algún motivo que no logro comprender, a romper con el país político y asistir al país real, es insólito que mientras las fuerzas represivas del estado asesinaban a un campesino en Duitama, la vieja izquierda estuviera reunida en un club social tomándose fotos con globos “celebrando” la paz y no haya pronunciado una palabra al respecto, olvidando la máxima de abogar por el menos favorecido.
La mayoría de ciudadanos del común somos gente decente, trabajamos a diario para, a pesar de la mala situación, tener cómo pagar las obligaciones financieras y poder alimentarnos, campeamos para evitar enfermar y así librarnos de morir por la negligencia de las EPS, enfrentamos a diario diversas guerras legales que nos declara el estado, si los señores del país político nos preguntan pues claro que queremos que la guerra armada se acabe, nos librarían de un enorme flagelo, pero si nos engañan diciéndonos que son portadores de la paz, probablemente no les vamos a creer y a pesar de la mermelada peligraría el umbral, sabemos que están en campaña y engañar se convierte en el ejercicio favorito del político en ese contexto, no nos insulten entonces solicitándonos un ‘Sí’ ingenuo y favorable a sus pretensiones, el nuestro será el de una ciudadanía que no toma parte por ningún actor del conflicto, ni del país político. No es un ‘Sí’ de espejos y sonajeros, es uno diferente que no nos compromete con quienes incluso han llegado a ser nuestros victimarios.
Twitter. @DanielRMed
Solo la izquierda debía pronciarse por la muerte del campesino? Se te ven los calzoncillos señor bloguero.
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VOTARE NO CON TODO GUSTO
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