Colombia vuelve a hablar de corrupción, a propósito. Grandes escándalos de corrupción han venido sacudiendo la escena nacional desde hace décadas, es tal su dimensión, que ataca desde las esferas locales hasta las más altas esferas de la administración nacional. Hoy, ad portas de elecciones presidenciales este se ha convertido en un problema que parece tener varios dolientes, así como varios “súper héroes” que buscan acabar con esa garra del mal que asecha al Estado, eso sí, con la ayuda de todos los ciudadanos, claro: como electores en potencia.
Hace mucho tiempo este problema no parecía cobrar mucha trascendencia en la escena nacional, a pesar de que “corrupción” es una palabra que se usa a diestra y siniestra por el ciudadano de a pie para quejarse de cuanto ocurre en el país.
Conforme a ello, hasta hace algunos meses comenzaron a destaparse ollas que sacudieron a más de uno, desde el funcionario de ventanilla, pasando por el político tradicional hasta el alto magistrado, entre otros. Recibir dineros “indebidos” para financiar campañas, mal manejo de recursos, uso de información confidencial para manipular testigos para el esclarecimiento de la verdad y búsqueda de la justicia, desaparición “forzosa” de evidencias generando obstrucción a la justicia, pagos para evitar juicios condenatorios o privación de la libertad, casos de sobornos para conseguir contratos de obras, entre otros, son algunos de los casos de corrupción más nombrados en los últimos meses, todo, a cargo de altos funcionarios del sector justicia, así como de políticos en ejercicio de sus funciones, entre los que se encuentran aquellos que dicen legislar en nombre y para el pueblo.
¿Es necesario que para destapar toda olla podría sobre delitos contra la administración pública se esté en épocas pre-electorales?; ¿acaso esto se ha convertido en un instrumento que a punta de conveniencia le sirve a determinados personajes con fines electorales?. Concluyo entonces: ¿corrupción para sancionar corrupción?, bueno, sería atrevido afirmar tales “barbaridades” dirán algunos, pero estamos demasiado mal cuando se sanciona la corrupción y se toma la bandera de la misma en discursos, precisamente bajo un escenario en el que pronto arribarán elecciones y en el que la única arma para destruir al oponente o contrincante será el hablar o colocar la figura del “enemigo público” en los discursos para destruir y aniquilar, no a la persona, sino a quienes representa.
¡Amigos!, estamos en una crisis política y de representación sin precedentes, el único mensaje que puedo ofrecer, después de tanta palabra, será: vote bien, ejerza su derecho a SER ciudadano, ¡participe, vote, decida!
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