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yolima gomezPor: Yolima Gómez

En cierta ocasión, mi hija de 4 años, aprendió por un aviso en una tienda, que estaba prohibido entrar a la tienda consumiendo alimentos. Ese día le expliqué la razón de por qué no entrar a ciertos establecimientos, con comidas, mascotas, entre otros, por lo que decidimos esperar hasta terminar de consumir, para poder ingresar.

Hecho el aprendizaje, y pasados varios meses, llegamos a una tienda, mi hija comía un helado, yo iba muy de prisa, y le dije: –Creo que en esta tienda no dejan entrar con comida, cómete rápido el helado y entramos. Por supuesto, yo tenía mucho afán. Como no terminaba rápido, le dije: Entremos, en últimas si nos llaman la atención nos salimos. Ella me miró y me dijo: pues entra tú, yo voy a seguir las reglas, voy a terminar mi helado…sentí mucha vergüenza…y con esto recordé la “teoría de las ventanas rotas”, como fórmula transformadora para superar el incumplimiento de normas y la construcción de confianza, como fórmula cultural.

¿A qué viene la reflexión? Durante los últimos años y gracias a la capacidad expansiva de los medios de comunicación, todos los colombianos de manera superficial, sesgada o no, nos hemos enterado de los escandalosos casos de corrupción en el país. La corrupción es un fenómeno presente en todas las esferas de la vida social, política, económica y cultural de Colombia. Que si bien, a veces da la sensación de ser un problema nuevo, en realidad no lo es, es un problema viejo, estructural y con fuerte arraigo cultural.

La corrupción es un fenómeno con muchas aristas y líneas grises, que conllevan a la confundir y a debilitar las convicciones éticas.

No obstante, a la par del reconocimiento de las distintas formas de corrupción y las condiciones que favorecen o ayudan a reproducirla, han surgido movimientos como el que impulsó la consulta anticorrupción; las serias investigaciones realizadas por la Universidad Externado de Colombia, 47 estudios en 4 tomos; los proyectos en torno a generar formas para combatir este flagelo, entre otros. Los que, sin duda, son de máxima importancia para la ciudadanía, como para la academia y para orientar un mejorar funcionamiento de las Instituciones del orden político y jurídico.

Sin embargo, no se necesita un escándalo de corrupción de grandes proporciones y por ende mediático y de pocos días de difusión; cuyas cifras superan la imaginación y cuyo impacto en el desarrollo social no se alcanza a medir, para reconocer que tenemos que hacer algo para no ser una sociedad corrupta.

“Si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque es divertido romper cristales, desde luego. Pero, sobre todo, porque la ventana rota envía un mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto” (fuente: El País.com).

Y es lo que, en nuestro deber de ciudadanos, estamos abocados detener. ¡Aquí, si hay quien cuide!

El abuso o desviación del poder encomendado, el beneficio o ganancia privada, los sobornos, la apropiación de bienes públicos y privados, la extorsión. el nepotismo, según el estudio de Dejusticia y Fedesarrollo, 2017, son las formas de corrupción más frecuentes en Colombia. Sobre estos debemos actuar, como ciudadanos y como Estado.

“Desde el punto de vista sociológico la corrupción es una práctica social que se encuentra en tensión con patrones de comportamiento reconocidos como válidos en una sociedad determinada y su principal preocupación, tiene que ver con los costos morales de la corrupción” (fuente: sobre la corrupción en Colombia: marco conceptual, diagnóstico y propuestas de política, Dejusticia, Fedesarrollo)

Es decir, la corrupción no son hechos aislados de una persona, es el entramado que inicia en la decisión de una persona o grupo de personas que se refuerzan entre sí, comportamientos y decisiones corruptas. Añádase la debilidad de las instituciones en una cultura que quiere adquirir riqueza delinquiendo, en corto tiempo y sin ningún esfuerzo (narcocultura), cuya capacidad de empatía es tan débil que dejan caer un pesado velo sobre la conciencia ética. Por ejemplo, frente a las consecuencias en el desarrollo, crecimiento y salud de la infancia como lo son los carteles de la alimentación infantil; o la malversación de recursos o estudios de vías, puentes, edificios donde no importan la vida y la seguridad de las personas, entre tantos otros casos ya conocidos.

¿Dónde se producen y reproducen todas esas formas de corrupción? De acuerdo al estudio antes mencionado existen dos condiciones. La primera, condiciones sociopolíticas y culturales; la segunda, condiciones institucionales.

En tal sentido, y entre otras muchas cosas del orden jurídico, hay que fortalecer las instituciones del Estado a partir de situaciones cotidianas, decisiones honestas, procesos y procedimientos limpios. Muchos funcionarios públicos y empresarios se comportan honesta y transparentemente, así como muchos ciudadanos. Es ésta fuerza la que debe verse con mayor claridad.

Superar el clientelismo, debilitar caciques políticos, y esto significa dar más participación a las nuevas ideas, crear nuevas estructuras participativas y de control ciudadano, sin favoritismos.

Fortalecer la cultura del cumplimiento de reglas, en hechos tan minúsculos como con los que inicié este escrito. La cultura ciudadana, la cultura de la legalidad. Que las conductas incivilizadas no nos contagien.

Twitter:@yolicampos

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