El filósofo brasileño Olavo de Carvalho, autor de varios libros, ha explicado que uno de los mecanismos que utiliza la izquierda para atacar a sus adversarios es la denominada “técnica de la rotulación inversa”, la cual consiste en atribuir a sus víctimas acciones o comportamientos contrarios a la realidad.
Por ejemplo, si un sector político venezolano promueve el uso de la fuerza constitucional para logar un cambio de gobierno, entonces ese sector es inmediatamente acusado de ser violento, radical y de derecha, pese a que en Venezuela gobierna un conglomerado criminal que jamás abandonará el poder por vías pacíficas y electorales.
Este fenómeno no es nuevo, también a Winston Churchill lo tildaban de radical por querer derrotar a Hitler con el uso de las armas, cuando otros, como Neville Chamberlain, promovían –ingenuamente– salir del Führer a través de un acuerdo de paz. El tiempo le dio la razón a Churchill, no sin que antes se pagara un costo de 100 millones de muertes, como resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Actualmente, la principal víctima de la rotulación a la inversa en Venezuela es la dirigente María Corina Machado. Ella ha planteado de manera pública y razonada que no existe otra forma de lograr un cambio que a través de una coalición internacional, capaz de enfrentar no solo a Maduro, sino también a sus aliados, incluidos la guerrilla colombiana, el narcotráfico, el régimen cubano, el fundamentalismo islámico y Rusia.
En respuesta se ha desatado una campaña feroz en su contra. Tanto voceros del régimen madurista como dirigentes opositores la acusan de promover la violencia, fomentar una invasión, buscar el poder a como dé lugar y dividir a la oposición, porque, según ellos, la solución es a través del diálogo; es decir, repetir la estrategia fracasada de Chamberlain.
Por ejemplo, si el pueblo venezolano se desmoraliza, luego de que Elliott Abrams develara un pacto secreto entre opositores y oficialistas para conformar un gobierno conjunto, con Guaidó a la cabeza, pero manteniendo en sus cargos al Alto Mando Militar chavista y a la plana mayor del Tribunal Supremo de Justicia, entonces la responsable del desencanto es María Corina, por no avalar dicho plan.
La semana pasada, el conocido periodista Orlando Avendaño hizo pública una denuncia, muy bien fundamentada, sobre desvío de fondos en la ciudad de Cúcuta, por parte de activistas de la oposición venezolana. Inmediatamente, los teóricos de la rotulación a la inversa culparon a María Corina de estar detrás de la denuncia, a pesar que el propio embajador de Guaidó, Humberto Calderón Berti, reconoció que las acusaciones eran ciertas.
Lo cierto es que en Venezuela la oposición está dividida, pero no por María Corina, sino por dos diagnósticos contrapuestos de Maduro y de sus colaboradores. Unos creen que se trata de un mal gobierno del cual puede salirse por la vía electoral; y otros, más realistas como María Corina, opinan que se trata de una estructura criminal internacional, que solo abandonará el poder si existe una amenaza de fuerza creíble e inminente.
Los expertos de la rotulación a la inversa podrán tratar de desprestigiar a María Corina Machado; pero, por mucho que lo intenten, no podrán evadir un hecho cierto: ni Maduro, ni el ELN, ni los cubanos, ni el narcotráfico, ni Hezbolá, entregarán el poder por las buenas.
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