Sobra decir que el cariño de las políticas públicas se demuestra a través del presupuesto. Quizá es por eso que estas han girado hacia la captación de los recursos, dejando atrás el bastó abanico de análisis técnico que nos muestra la tecnocracia colombiana.
Planear la estrategia de crecimiento y desarrollo de un país es una ardua tarea cuando a la par se tiene que ejecutar presupuestos para inversión, y tomar decisiones que generen impacto. El concepto más básico de la planeación es predecir el futuro, mitigar los riesgos, y tener en cuenta la mayoría de las variables en la implementación de las políticas.
Sobran las recetas de crecimiento, y falta aterrizar la percepción a la realidad. El análisis de datos y las estimaciones estadísticas rompen su criterio y supuestos cuando la condición del ser humano, su memoria limitada, busca simplemente satisfacer sus necesidades primarias. Es por esto que una noción de la tragedia de los comunes le abre campo a la utopía y la resiliencia.
La democracia es hermosa, cada uno tiene la oportunidad de exponer su forma de pensar, pero deja muchas oportunidades de mejora cuando la implementación tiene que tomar el liderazgo. La ejecución dentro de la planeación se tornó hacia un juego de intereses, y dejó atrás la noble idea de un desarrollo compartido, donde quizá la búsqueda de la equidad es el sueño que se despierta por la idea que a cada uno hay que darle según su capacidad.
Es importante reconocer el valor de los datos y la información como insumo para tomar decisiones; sin embargo, Dios ha creído conveniente no repartir por igual el don de la inteligencia. Se reconoce la idea de la lucha contra la pobreza, la estabilidad macroeconómica y el desarrollo sostenible, pero entre la planeación se obligó a ejecutar y atender el interés de los actores más influyentes de la democracia, o de lo contrario la hostil tarima del servicio público acaba con la dignidad humana.
Tener la visión hacia dónde vamos y lograr consensos, debe ir más allá de un plan a 4 años. El liderazgo requiere de decisiones autónomas, y no de seguir recomendaciones de política para adquirir alguna forma de cooperación. Ya el Internet nos abre la ventana de conocimiento. El país tiene personas con capacidades, sabemos crecer bajo incesantes circunstancias, pero es hora de empezar a hacer reflexiones hacía que tipo de jugadores queremos ser en un mundo altamente competitivo y lleno de complejidades.
Urge redefinir el rol del gobierno para encarar el futuro. Las nuevas generaciones aclaman transparencia y participación, y aunque reconocen la importancia de herramientas monetarias, se guían por las experiencias. Ideas frescas, no más viejas teorías, la inclusión y el entender que el poder es prestado de seguro nos llevará a reflexionar que este país requiere redefinir las competencias de sus entidades, sus funcionarios, y planear el país a quizá unos 40 o 50 años. Ya después deberíamos dedicarnos a la ejecución.
Lo anterior, con base en la conciencia de que la realidad mañana será diferente y habrá que repensarnos cada día, seguir buscando esa utopía, entender que quizá somos una parte de la historia del universo, y que el camino por el liderazgo humano debe existir. China lo hizo, entendió que no van en busca del poder, van a recuperar el poder. Somos una civilización con 500 años de conquista, y debemos como país y región latinoamericana ejercer la responsabilidad que nos permita hacer historia.
PD: Perdonen que no se utilizó ni un dato, simplemente es una reflexión.
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