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Camila Gómez ETPor: Camila Gómez

En países como Colombia la democracia fue la luz al final del túnel, la salida a una guerra sin fin, y desde su implementación ha sido la ilusión de muchas personas. Sin embargo, temas como la corrupción desalientan el espíritu. Un sinfín de noticias, denuncias, iniciativas ciudadanas, marchas, procesos judiciales o escarnios públicos por redes sociales para denunciar estos comportamientos, no son valorados.  Es por esta razón que se debe cuestionar: ¿Ser corrupto es rentable? ¿Por qué algunas personas defienden la corrupción? ¿Por qué en Colombia no pasa nada?

Estamos en un país que históricamente se ha caracterizado por su riqueza cultural, ambiental y social; por el café, sus paisajes, mujeres hermosas, trabajadoras y un montón de cualidades que nos vuelven más que un país rico. Sin embargo, esta patria también es conocida por tener políticos corruptos, narcotráfico, inseguridad, entre otros problemas sociales que se viven cada día.

Entonces, el colombiano ha aprendido a vivir con lo bueno y lo malo de su cultura. Y por esto es que a diario se ven noticias en donde la corrupción, violencia, y diferentes actos no aceptados socialmente salen a la luz pública. Pero por otro lado, se destacan persona que con pequeños actos que son socialmente responsables. Por ejemplo, los que ejecutan los artistas y la gente que «le pone el alma».

Teniendo en cuenta el contexto expuesto en párrafos anteriores, y con fines de opinión de este artículo, se quiere presentar un ejemplo real que ocurre en el país.

Carmen de Carupa es un municipio de Cundinamarca que hace parte de la provincia de Ubaté, en donde hace unos meses uno de los mejores periodistas del país, Ariel Avila, denunció irregularidades por compra de votos y delitos de detrimento al patrimonio público por parte del Candidato a la Alcaldía de ese municipio, el señor Giovanni Murcia Leyva, avalado por el partido de la U y Cambio Radical (ver Nota).

El candidato mencionado tiene procesos por peculado por apropiación y citaciones por parte de la fiscalía para responder por estos delitos, clasificados como graves en la legislación colombiana pero aplazados por otros que contribuyen a esta corrupción.

Así las cosas, vale preguntar por qué en Colombia no pasa nada. Quizá tenemos instituciones débiles que han sido permeadas por actos de mala fe y trucos con el fin de torpedear la justicia y las investigaciones, además de procesos que duran muchos años sin tener alguna solución.

Uno de los adagios populares en estos tiempos de política dice que «el que llega pagando, termina robando», y la verdad es que no es justo aprovecharse de la necesidad de las personas y pagar un voto pues, al final de cuentas, se recuperan estos dineros con los mismos recursos públicos. Es decir, «del mismo cuero salen las correas». Con esta afirmación coloquial se responden las dos preguntas planteadas en el comienzo de este escrito, ser corrupto es rentable monetariamente, por lo que algunas personas defienden estas prácticas. Sin embargo, somos los que votamos quienes terminamos pagando los platos rotos, las deficiencias de salud, educación y gobernabilidad.

Es por esto que el próximo domingo se debe votar a conciencia, para evitar que se roben los recursos, premiar a aquellos que lo han hecho bien, favorecer a quienes hacen política de formar transparente y diferente, votar por aquellos que tienen un verdadero compromiso con la comunidad y no vital por los mismos corruptos de siempre, priorizando siempre la colectividad y el beneficio de todos.

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