Por: Juan Sebastián Prieto Merchán
Tras la derrota de la Selección Colombia, la opinión pública debatió la posible salida del actual técnico de la Selección y, en tal caso, su posible reemplazo. Algunos de los nombres mencionados son ya viejos conocidos, más por las derrotas que protagonizaron que los logros alcanzados.
Bolillo, Lara y Maturana son la expresión deportiva de una Colombia que fracasó. Además de desviar la atención de los colombianos en medio de una serie de tragedias de verdadera trascendencia, la discusión es inútil. No porque Queiroz tenga los argumentos suficientes para ser el director de la Selección, sino porque es un giro en u para el fútbol nacional. Colombia tardó 16 años en volver a un mundial, en ese periodo Álvaro Uribe fue elegido presidente, se reeligió, los paramilitares y los grupos armados desangraron el país, de manera paralela los colombianos fueron testigos de una generación llena de futbolistas talentosos pero incapaces de lograr un cupo mundialista.
No pretendo justificar causación alguna entre fenómenos políticos y resultados futbolísticos, porque simplemente no es viable, aunque existen tales teorías -análisis que recaen en el esoterismo y que carecen de algún rigor científico-. Lo que es claro es que el país parece mirar más las ideas que demostraron su fracaso que las alternativas del futuro.
La historia futbolística de Colombia es escaza por no decir nula. La Selección se jacta de un fútbol elaborado, plagado de deportistas únicos, que al parecer han sido alabados en todo el mundo. Pero, por el contrario, la realidad escapa de las exageraciones y solo muestra triunfos pírricos acompañados de futbolistas que en la medida que iban alcanzando éxitos iban cosechando escándalos.
Usualmente los debates sobre táctica están llenos de lugares comunes y conceptos poco aterrizados. ¿Qué es la jerarquía? ¿Qué quiere decir que Colombia jugó sin una idea clara? Todo eso Colombia lo está construyendo. Debemos reconocer que Colombia está construyendo esa identidad, está forjando su historia y que en el pasado solo se pueden identificar las causas que determinaron las derrotas.
Lo principal no es un debate entre el pasado o el futuro o sobre buenos y malos, sino de ideas. Existe una Colombia oscura, tramposa, entregada a la cizaña y acostumbrada a la mediocridad que nubla a la otra Colombia que ha sido resiliente y que, aunque muchos no lo quieran ver, ha logrado serios avances. Es difícil identificar avances concretos en medio de las dificultades que cada día afrontan los colombianos, pero la confrontación está allí y no obedece a posiciones ideológicas. La sociedad civil ha logrado configurar su capacidad de adaptación en cambios institucionales tan grandes como la Constitución del 91; allí hubo un proceso claro que pretendió idear una mejor sociedad y con la visión suficiente para lograr beneficios colectivos. Quienes pretenden desconocer esa realidad, desconocen que sí son posibles los avances de Colombia.
El fútbol ejemplifica el panorama del país: un eterno retorno al pasado.
La violencia, la corrupción y la falta de oportunidades… Todos síntomas de un diagnostico confirmado en tiempos pasados pero que no encuentran paliativos, peor aún, solo se recurre a los mismos remedios y a los mismos causantes de la enfermedad. El país parece encadenado a ser espectador del desastre de último minuto: a pesar de ganarle a Paraguay en Asunción, la Selección queda eliminada en razón al empate entre Argentina y Uruguay.
Twitter: @sebasprietista
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