El pasado domingo 11 de abril ocurrió uno de los hechos más bochornosos de los últimos años en el futbol profesional colombiano, por la fecha 18 de liga Betplay Dimayor. Águilas Doradas Rionegro se enfrentaba a Chico Futbol Club, de la ciudad de Tunja. Todos pensaríamos que era un partido de futbol normal entre dos equipos de la parte baja de la tabla de posiciones.
Lo anecdótico de este compromiso es que el equipo local, me refiero a Águilas Doradas, únicamente contaba con siete jugadores para afrontar el partido en el estadio Alberto Grisales. Ustedes se preguntaran ¿por qué el equipo no se presentó con los once jugadores como corresponde? La respuesta es muy sencilla, de la plantilla profesional del equipo conformada por 30 jugadores, 16 de ellos dieron positivo para covid-19 y los otros siete se encuentran lesionados, y en proceso de recuperación.
¿Pero, por qué la Dimayor, ente que rige el fútbol profesional en nuestro país, permitió la realización de este encuentro? Muchos pensamos que priman los intereses económicos y los contratos con el canal privado que realiza las transmisiones de los partidos de la liga colombiana. No se pensó en el juego limpio, en la sana competencia y en el espectáculo que significa ver un partido de 11 contra 11 en una cancha de fútbol.
El año pasado en medio del proceso de reanudación del torneo colombiano, “suspendido a causa de la pandemia por el covid-19”, del cual quedó campeón el cuadro América de Cali, logrando así su estrella número 15, los 36 equipos que conforman la Dimayor suscribieron las nuevas reglas para afrontar el campeonato en medio de esta crisis sanitaria mundial.
Una de esas nuevas normas indicaba que los equipos se tendrían que presentar con un número mínimo de jugadores independientemente si estaban contagiados por el virus o lesionados, lo cual le ocurrió al equipo Águilas Doradas.
El presidente de la Dimayor, Fernando Jaramillo, aseguró esta semana en el canal Win Sports que: “si hay 7 jugadores disponibles, hay que presentarse con esos 7 jugadores” y adicionalmente afirmó: “es claro que el que no se presente pierde los puntos. Entiendo lo que está pasando, pero tiene que presentarse con los 7 jugadores”, dijo el directivo. ¿Son víctimas los equipos del fútbol colombiano de su propio invento?
Los jugadores de Águilas Doradas saltaron al campo de juego con dos pancartas en las que daban a conocer su descontento por haber sido obligados a jugar este partido en inferioridad respecto a su rival. El primer tiempo fue muy parejo, tanto así que terminó cero por cero, siendo esto una hazaña para el equipo local. Pero en el segundo tiempo las cosas cambiaron, el desgaste físico por tener que cubrir una mayor cantidad de terreno en el campo de juego terminó por pasarle factura al equipo de Rionegro, y cayeron por tres goles ante el equipo boyacense.
Surge otra inquietud al respecto, ¿tienen los equipos de fútbol categorías juveniles de las cuales echar mano en estas ocasiones? Hablando con gente del entorno del fútbol me indican que este año no hubo campeonato Sub-20, por lo cual no se inscribieron jugadores de esa categoría, y por ende no podrían ser utilizarlos en casos como el ocurrido el domingo pasado.
La cancelación del campeonato Sub-20 no es excusa para que los equipos profesionales no promuevan a los jugadores de las llamadas “canteras”, ejemplo de ello es el Club Deportivo Los Millonarios, quien está afrontando este campeonato con casi un 50 % de jugadores de esta categoría, y gracias a muchos de ellos ya se encuentra clasificado entre los ocho mejores del fútbol colombiano en el presente torneo.
Algo que también llama la atención es que tenemos en los torneos del fútbol colombiano, “llámese liga o torneo”, presencia en casi todos los departamentos del país. ¿Entonces, por qué nuestras jóvenes promesas futbolísticas migran a la capital del país? ¿Los equipos de las regiones no están preparados para tener categorías inferiores o simplemente no les interesa?
Conozco el caso de Gusept Romero Vega, un joven de 16 años oriundo de Uribía en el departamento de la Guajira, quien a sus 12 años decidió migrar a Bogotá en busca de una oportunidad en un equipo de la capital colombiana, dejando atrás a su familia y sus estudios por lograr ese sueño. Hablando con él le pregunté si aparte de su ilusión de ser jugador profesional, qué más lo había impulsado a tomar la decisión de dejar todo atrás. Con la espontaneidad de su edad me respondió: “por la situación económica de mi familia”.
Vivió dos años en una casa hogar en el sector de Chapinero, un año con una familia que lo recibió, volvió a la casa hogar, y actualmente lleva un año y tres meses viviendo con la familia de uno de sus compañeros de equipo, quienes lo adoptaron y le brindan un techo, alimentación y, en algunas ocasiones, “cuando su padre no puede girar dinero desde Uribía”, le ayudan con el pago de la pensión del colegio, donde actualmente cursa décimo grado.
Gusept es un volante 6, mide 1,74 metros, pesa 60 Kg, y actualmente juega en las inferiores del Independiente Santa Fe, de Bogotá. Por ahora va en un muy buen camino a lograr su sueño de ser un jugador de fútbol profesional.
Pero no todas las oportunidades se encuentran en la capital colombiana. Nicolás Rodríguez Ardila es un joven bogotano de 21 años, quien ha participado en diferentes campeonatos en todas las categorías a nivel nacional e internacional con equipos como Fortaleza, Millonarios, Club Valencia de Bucaramanga y en la Liga de Bogotá, en donde ha logrado varios títulos. Emigró a Europa en busca de oportunidades para seguir demostrando su gran categoría como jugador y encontró su oportunidad en el fútbol portugués.
Pero, ¿por qué teniendo una gran calidad futbolística se fue a buscar fortuna a otro país?
Hablando con su padre, me comentaba que lastimosamente en Bogotá los equipos buscan un jugador diferente al capitalino, quieren un futbolista más macizo, alto, cualidades que tienen los provenientes de la costa pacífica y atlántica, relegando al nativo de la capital.
Esto no solo ocurre en Bogotá, en otras ciudades del país se pierden muy buenos jugadores por falta de oportunidades, por trabas en la creación de nuevos equipos y, en ocasiones, por empresarios mal intencionados que se aprovechan de los sueños y las necesidades de estos jugadores y sus familias para engañarlos con falsas promesas de ubicarlos en equipos profesionales en Colombia o el extranjero, a cambio de grandes sumas de dinero.
Es hora de que la Dimayor, el Ministerio del Deporte, las ligas departamentales de fútbol y todos los entes que tengan que ver con estos torneos, tomen cartas en el asunto. Es hora de que se continúe con los campeonatos de categorías juveniles, se tome en serio la Liga Femenina de Fútbol y todas las competiciones en las que se puedan encontrar nuevas figuras del balón pie colombiano.
Pero no solo en el fútbol; tenemos muchos y muy buenos deportistas en otras disciplinas que pueden dejar en alto el nombre de nuestro país en el exterior. Solo les falta el apoyo de la empresa privada y del Gobierno Nacional.
Y eso que se olvidó mencionar que en las escuelas de fútbol, y/o en las inferiores de los equipos profesionales llámese Millonarios o Santafe para hablar de bogotá, no juegan los mejores sino los que más palanca tengan, los papás con tal de ver a su hijo como jugador profesional hacen hasta lo imposible sea con plata o con palancas para que su hijo sea promovido a la profesional así sea un completo tronco, se lo digo porque lo he visto y veo a diario aquí en bogotá.
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