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Muchos éramos los que le hacíamos cuenta regresiva a Gustavo Petro en diciembre, anhelando que se terminara su alcaldía que tanto daño le hizo a Bogotá. Estábamos lejos de imaginarnos que su comportamiento sería peor como exalcalde y ahora como candidato presidencial para 2018. Y es que desde que abandonó el Palacio de Lievano, en el cual se quedó a punta de artimañas e irrespetando la ley después de ser destituido por la Procuraduría, se ha convertido en una verdadera pesadilla con sus opiniones, expresadas muchas veces en las redes sociales.

Con una clara sed de poder ahora habla sobre lo divino y lo humano, y resulta que ahora sí tiene todas las soluciones para Bogotá; exige un metro subterráneo cuando ni siquiera fue capaz de terminar la obra del deprimido de la 94, lidera protestas contra un Transmilenio que dejó degenerar y al que teniendo la oportunidad de cambiarle la figura en los contratos a los privados no lo hizo. La prórroga fue sin licitación y con la presunta mediación del polémico empresario Carlos Gutiérrez, concuñado de Petro. La Bogotá Humana resultó dándoles prebendas millonarias a los empresarios del transporte que tanto criticó.

Se opone al proyecto urbanístico de la reserva Van der Hammen que permitirá que Bogotá crezca organizadamente y permitiendo que se construyan vías importantes como la avenida longitudinal de occidente, pero no se acuerda que sus concuñados, quienes en su momento hicieron negocios con el polémico Julio Gómez, condenado por el ‘carrusel’ de la contratación, han querido levantar un conjunto residencial en medio del humedal de La Conejera teniendo una doble moral en el tema ambiental.

Y así me podría quedar recordando todas las embarradas durante su administración como jardines infantiles inaugurados sin tener servicios públicos, contratación a dedo de la ineficiente máquina tapahuecos (ahora dice que con ese adefesio es que el IDU ha logrado reparar más de 8.000 cráteres en tan solo tres meses lo cual es una total mentira), la corrupción en el fondo de vigilancia y seguridad con las famosas motos eléctricas que no sirvieron para un carajo y por lo que el gerente de la época está pagando cárcel actualmente, el escándalo por la importación de camiones de basura de Estados Unidos, en completo abandono y oxidados, el pagó de millonarias multas por los cambios en el modelo de aseo que por la improvisación de Petro le salió cara a los bolsillos de los ciudadanos; y así la lista sigue y es interminable.

En mi opinión y en la de muchos otros, el señor Gustavo Petro está cogiendo a Bogotá como su caballito de batalla para la campaña presidencial que se avecina, demostrando que poco le interesa la capital y el bienestar de los que vivimos acá. Su ego es mucho más grande que cualquier buen sentimiento por esta ciudad que le dio la oportunidad de hacer un buen papel desde la alcaldía, pero que decepcionó tomando decisiones equivocadas que tienen a Bogotá endeudada, atrasada y con un grave problema en su servicio de transporte público. Ahora que llega un nuevo mandatario no hace sino hacerle la vida imposible criticando todo y atravesándosele en todo, con ayuda de sus incautos seguidores (incluyendo a Hollman Morris que casi acaba con Canal Capital y a Gustavo Bolívar, el mismo de las narconovelas y que se hacen llamar «lista de la decencia») que le siguen comiendo cuento y lo apoyan en una dizque futura Colombia Humana.

Pero el irrespeto y la desfachatez en las opiniones de Petro ya trascendieron fronteras cuando hace un tiempo en un trino montó una foto falsa en la que decía que se encontraba en un supermercado de Caracas, Venezuela, en la imagen se veían las estanterías totalmente llenas, por lo que con razón, los venezolanos se ofendieron reclamándole airadamente al exalcalde por su impertinencia.

Ese estilo de mentiras e imágenes falsas ya es reconocido por los tuiteros; ya lo hizo con una montaje en una protesta contra Transmilenio en donde decía que le estaban pegando a un periodista y la foto era vieja, también hace poco en el paro armado en Montería se atrevió de manera descarada a publicar una supuesta víctima pero afortunadamente lo desmintieron rápido descubriendo que se trataba de imágenes de un simulacro.
petro
Dios nos libre de un dirigente de izquierda parcializado, corrupto, mentiroso y encantador de serpientes en la presidencia como Gustavo Petro. Yo no quiero tener que irme del país por expresar mis opiniones ni que me vayan a desaparecer por criticar un posible gobierno de este señor (ya pasa en Venezuela), yo no quiero tener que hacer fila para conseguir comida o pelearme por un rollo de papel higiénico, yo no quiero tener que rogarle a los turistas que visiten mi país para que me regalen el jabón o la crema de dientes (como pasa en Cuba) y yo no quiero que me quiten lo que es mío y que he conseguido con el fruto de mi trabajo para que se lo den a un mantenido de un gobierno que premia por aplaudir decisiones socialistas.

OJO, COLOMBIANOS, que Gustavo Petro se puede convertir para este país en una verdadera «pesadilla sin fin».

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