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Suelo tener conversaciones sobre diferentes temas con personas que me puedan enseñar y aportar a lo que empíricamente opino y pienso sobre la actualidad nacional; de una de esas charlas nació la idea de cederle hoy el espacio de mi blog a Evelyn Deibe Mulford, una abogada costeña egresada de la Universidad Javeriana, quien me mostró el escrito que van a leer a continuación, y que me pareció importante que, al ella no tener un sitio donde publicarlo, compartirlo aquí para que muchas más personas tuvieran la oportunidad de leerlo.

Espero que les guste y aclaro de antemano que Evelyn existe, está casada, tiene una hija y no es un fake mío. Eso para que personas malintencionadas que en el pasado me han acusado de crear falsos perfiles, den más rigor a sus exhaustivas investigaciones, honren su título de periodista y no se dejen engañar por sus «fuentes fidedignas».
Evelyn

Consenso sí pero no así

El lunes, en el Congreso Nacional de la ANDI, escuchaba al ex Ministro Juan Carlos Echeverry, quien acertadamente afirmaba que los nefastos efectos causados con ocasión de la pandemia no solo podían ser contrarrestados a punta de medidas de orden económico, como se suele pensar. Por el contrario, hizo especial énfasis en la necesidad de adoptar otro tipo de medidas que pese a no tener una connotación económica, al final terminan redundando en la buena marcha de la economía. Una de estas medidas era el cambio en la “gobernanza” del Estado, de tal suerte que este pudiera posicionarse como un verdadero garante de la democracia, ajeno a la corrupción y la injusticia. Para tales efectos, mencionó que frente a la polarización que vive el país era necesario un consenso. Y es a ese consenso al que especialmente me quiero referir.

Sin duda, las diferencias entre los ciudadanos se han visto recrudecidas cada día, haciendo mucho más evidente ya no solo el distanciamiento de pensamiento, sino también la ruptura en las relaciones pacíficas. Hoy el odio parece ser el común denominador en una sociedad en la que si no se comparte la misma ideología el desenlace macabro es convertir al otro en el enemigo.

El consenso es vital. Pero un consenso que invite a los diferentes líderes a solventar las diferencias sin desconocer un marco inamovible que es el de la legalidad.

Ya quedó más que demostrado que un consenso alrededor de la ilegalidad, en el que se pretende normalizar prácticas violatorias de los derechos humanos, está llamado al fracaso.

Eso fue lo que pasó con el Acuerdo de Paz impulsado por el anterior Gobierno, en el que se disfrazó el ‘conato de paz’ de legalidad y no pasó mucho tiempo en develar la cruda verdad: la impunidad rampante.

Bajo el citado disfraz, por ejemplo, se convirtieron en conexos con los delitos políticos otros delitos asociados con el narcotráfico. Una conexidad a todas luces mentirosa que simplemente era el túnel por el cual se le permitiría transitar a aquellos delincuentes, que a la postre lo único que buscaban – y que siguen buscando- era el olvido de las atrocidades que cometieron.

Los efectos de aquel ignominioso consenso no se hicieron esperar. Hoy tenemos a unas guerrillas mucho más fortalecidas, no solo por las continuas conquistas que sobre el campo vienen haciendo al tener mayores hectáreas de coca cultivada, además de los usuales delitos (secuestro, extorsión, homicidios), sino también más fortalecidas porque actúan en ese espectro de mentirosa “legalidad” que se les permitió.

Ese enemigo de la falsa legalidad no es de poca monta y no puede por ningún motivo ser subvalorado. No solo porque va haciendo mella en el sentir y pensar de los individuos de la sociedad, quienes van viendo cómo el actuar ilegal al final sí termina “pagando” bien, sino porque los que imparten justicia se ven abocados a aplicar normas que favorecen la injusticia y la inmoralidad. Y sí que es difícil desligarse de un sistema jurídico que tome un tinte positivista (donde la norma se aplica tal cual como está escrita), pese a los esfuerzos que puedan hacer algunos jueces por realizar juicios de ponderación.

El consenso de ninguna manera puede ser faro que ilumine la mentira, la violación de los derechos, el desconocimiento de las víctimas y mucho menos la impunidad. El consenso ciudadano nos debe llevar a medidas que impulsen y le den vida al Estado Social de Derecho, de tal manera que éste adquiera vida y se materialice en normas que construyan una sociedad enmarcada en valores.

El consenso no puede llevarnos a pensar que las conductas delictivas son parte de nuestro valor como sociedad. El consenso no puede girar en torno a la falsa idea de que la reducción de las brechas y la desigualdad social son el fin y que cualquier medio para lograrlo es válido. Hacerlo es perder de vista que una sociedad en la que se impone la maximización de los beneficios, a costa de todo, a largo plazo redundará en su mismo fracaso, porque no hay una sociedad que pueda prosperar con reglas que pierdan de vista el valor de la vida, de la honestidad y del respeto.

El consenso es necesario, pero un consenso basado en valores y que de ninguna manera deslegitime a una sociedad en la que debe respirarse un sentido de humanidad. ¿Creen ustedes que existe posibilidad de un consenso que involucre a delincuentes o a los defensores de sus ideas – que al final terminan siendo lo mismo- cuando no tienen ningún tipo de código moral?

Sí, pero siempre y cuando existan unos principios fundamentales morales que le den validez a la legalidad, que sustenten y defiendan la institucionalidad, y que soporten dichos acuerdos. De lo contrario no.

Evelyn Deibe Mulford
24 de agosto de 2020

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