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El incómodo cristianismo
Por Rafael de Brigard, Pbro.

«Como hacía mucho tiempo no se veía y leía, muchos de los columnistas más importantes del país han comenzado a abordar el tema del cristianismo en la vida pública nacional. Y lo han hecho porque les ha llamado la atención que quienes profesamos religiones derivadas de Cristo estemos tomando posición pública en muchos temas del acontecer nacional. Sin embargo, su mirada y análisis es hasta ahora bastante negativo y pletórico de prejuicios. Con mucha facilidad han comenzado a calificar de fundamentalismo la opinión surgida desde las diferentes iglesias de confesión cristiana. También han comenzado a sembrar el miedo por el surgimiento de un nuevo oscurantismo. Los pintan también como grupos que quieren imponer sus creencias a otros. En síntesis, hay una propensión a crearles mal ambiente, seguramente para atacarlos después con ferocidad y descalificarlos prontamente.
Todo tiene su causa, también este hablar clara y francamente de las iglesias ante los grandes temas nacionales. En primer lugar, los cristianos, incluida la mayoría agrupada en la iglesia católica, sentimos que la Constitución del año 1991, nos ha golpeado sistemáticamente en sus enunciados y en varias leyes derivadas de ella. También nos hemos sentido lastimados por muchos generadores de opinión que han tocado los límites de un fundamentalismo laicista que pretende desconocer la fe cristiana de la mayoría de los colombianos. Y, hay que anotarlo con claridad, los que creemos en Cristo y más precisamente en Dios, vemos con mucha incomodidad y desconfianza el que muchas instancias del Estado –en el ejecutivo, el legislativo y el judicial- estén hoy bastante copadas por personas que no profesan ninguna religión o que se oponen abiertamente al pensamiento cristiano y, siendo ellos una minúscula cantidad de personas, tallan a diario la vida de millones de personas que somos creyentes de buena fe y generalmente pacíficos.
Lo anterior nos ha movido a abrir más los ojos y a ejercer sin miedo nuestros derechos, pues que somos tan colombianos y colombianas, como aquellos que pretenden descalificarnos. Y nos descalifican porque no digerimos con gusto muchas de las posturas que se han querido implantar a la brava en la realidad nacional. Tenemos grandes diferencias en temas como el respeto a la vida en todas sus etapas de desarrollo, el apoyo debido a las familias, el concepto del matrimonio, los contenidos básicos de la educación, el uso de los bienes y recursos públicos, los límites del poder político, policial y militar, etc. Y a quienes han construido el estado actual de la nación les molesta sobremanera que no todos nos pleguemos a un proyecto de sociedad que en muchos aspectos nos parece que no respeta la dignidad de las personas, no se hace solidario con los débiles, pese a todas las estadísticas en prismacolor del Dane, no logra destruir las grandes diferencias sociales que empobrecen gentes a diario, etc. Y todo este es asunto que está lejos de solucionarse: estamos en dos visiones de la vida, las personas, el país, la sociedad, que no será fácil hacer empatar, al menos mientras el método de gobernar y crear opinión sea tan déspota y despectivo con la mayoría de los colombianos, que echamos raíces en el cristianismo.
Es conveniente recordar desde dónde nace el pensamiento de quienes hacemos parte de iglesias cristianas. En primer lugar, desde la enseñanza bíblica entendida como Palabra de Dios, y que tampoco es un libro de idioteces, como algunos lo sugieren, sino el compendio más completo de sabiduría con que pueda contar hoy la humanidad. Y la leemos y creemos con fe, inteligencia y razón. Y nos parece infinitamente superior a la Constitución. Y también pensamos desde el contacto diario que tienen las iglesias con el común de la gente y que nutre constantemente de realidad nuestros puntos de vista y nuestras propuestas a favor de las personas y de toda la sociedad. Los pastores y los agentes de las iglesias no atienden en palacios, oficinas en el piso 33, no tenemos guardaespaldas que alejan a la gente, no usamos carros blindados, no le tenemos miedo a la gente, sino que estamos al borde de la calle, estamos oyéndola todos los días, la vemos sonreír y llorar, la percibimos en sus alegrías y en sus angustias. Y desde esta perspectiva de abajo, que puede sonar contradictoria, es que vemos con inmensa preocupación y molestia, que se pretenda implantar un modelo de nación que no responde a las necesidades de la gente y que tampoco coincide con las creencias de las mayorías.
Muchos de los acontecimientos reciente de la vida nacional reflejan, entre otras cosas, que se ha pretendido desconocer la matriz cristiana de la inmensa mayoría de la población colombiana. Eso es un error grave. A veces se hace la pantomima de que somos escuchados, pero nada de eso se traduce en mayor respeto a la idiosincracia de las mayorías colombianas. Y, claro, nosotros también hemos tenido que aprender a escuchar y aceptar la presencia de otras formas de pensamiento. Pero nunca teníamos en mente ni desaparecer ni callar para siempre. En el fondo de todo este asunto hay una tensión muy grande, no resuelta, de cuáles son los valores básicos sobre los cuales debe fundarse la realidad colombiana y que en el cristianismo han encontrado hace mucho tiempo un apoyo fundamental. La dirigencia colombiana, en todos los ámbitos, y también los generadores de opinión están llamados a un ejercicio de sindéresis para no alimentar un conflicto innecesario simplemente porque en su ilustración se sienten superiores a la masa. Estamos transitando un camino complejo y negar que existe una nación creyente para felicidad de unos grupitos de políticos y columnistas sería entrar en un terreno muy inestable en todo sentido…»

Pero así como el PADRE RAFAEL le puso LETRA a una INCOMODIDAD, nosotros le ponemos IMAGEN a unos niños que le reclaman a su PAÍS; pero que bien podrían ser NIÑOS de cualquier parte del MUNDO; a sus DIRIGENTES POLÍTICOS…

Cualquier parecido con la REALIDAD es mera COINCIDENCIA…

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LOS DIALOGANTES DE HOY

Padre RAFAEL DE BRIGARD MERCHAN Pbro.

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ALEJANDRO LOPEZ CONDE A..

FOTOS : ALEXANDER PINZON

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