Miedo y delito: el alcance subjetivo del crimen en la sociedad
Foto tomada de Sec. Seguridad BOG. (Twitter).
La sensación de inseguridad es un sentimiento que sigue generando polémica a la hora de formular políticas de seguridad ciudadana. De acuerdo con la encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana (ECSC) de 2018 del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), el 25,4 % de los encuestados manifestó sentirse a nivel urbano “muy inseguro”, pasando por “algo inseguro” 20,4 % y llegando a un 49,9 % “seguro”. Si bien es mayor la percepción positiva, los encuestados también respondieron sobre las razones o motivos que causaron o motivaron su percepción de inseguridad. Los delitos contra la propiedad se llevan la mayor preocupación por parte de los habitantes de los cascos urbanos; delincuencia común, robos y agresiones representaron el 94,1 % comparado con el 88,1 % de los municipios.
Con el agravante de que la razón más reportada como causa de la percepción de inseguridad entre los habitantes fue por información que presentan en los medios de comunicación o lo que escuchan en las calles con un 92 %. A este fenómeno, el pensamiento criminológico le ha denominado mediatización del derecho penal o victimología del miedo. Dos enfoques y metodologías diferentes que estudian una práctica que por años ha estado arraigada en la sociedad y es una aparente sensación ‘omnipresente’ de inseguridad en los ciudadanos.
Es decir, los temas que tienen que ver con la seguridad ciudadana, especialmente los delitos urbanos, representan una preocupación real que impacta los comportamientos y actitudes privadas y la sensación de bienestar de los ciudadanos en la esfera pública. Al respecto, la criminología moderna ha discutido sobre las implicaciones de la dimensión subjetiva de la seguridad y pese a no ser un concepto pacífico se ha llegado a la conclusión que la percepción de inseguridad o el temor a ser víctima de un delito hace parte exclusiva de un factor psicológico del individuo que está estrechamente mediado por la experiencia, circunstancias personales y por la influencia de los medios de comunicación.
Cuando se habla de inseguridad se puede atribuir causalmente a una multiplicidad de factores. Conviene entonces identificar a qué tipo de hechos/circunstancias/factores se estaría relacionado cuando los ciudadanos manifiestan que se sienten inseguros en las calles. Puede darse el caso de que esa inseguridad no sea materializada a través de ningún delito o simplemente puede haber casos de comportamientos contrarios a la convivencia. Un barrio, por ejemplo, que presenta riñas constantes, ruido, manejo inadecuado de residuos, desorden y/o abandono puede generar una sensación de inseguridad entre sus habitantes, pero no puede darse el caso de un escenario violento a menos que la hipótesis inicialmente planteada se profundice de manera crítica. Esto permite identificar los diferentes niveles de percepción que puede tener un ciudadano frente a su entorno, pues no es lo mismo vivir en un barrio que presenta los comportamientos anteriormente descritos a uno en el que haya homicidios, expendio de drogas y hurtos.
En esta línea, la inseguridad estaría siendo distribuida especialmente mediante un patrón delictivo y también en algunos casos y de manera residual en hechos aleatorios. Por otro lado, la violencia del conflicto armado interno, la del crimen organizado o la de grupos delincuenciales organizados afectaría sin lugar a duda a sus coparticipes, aunque claro, no siempre es así y tiene implicaciones indirectas que afectan a los ciudadanos que nada que tiene ver con estos negocios criminales.
De manera que los detractores del temor, la sensación o el sentimiento de inseguridad a la hora de trazar políticas de seguridad aseguran que efectivamente este tipo de juicios están fundados sobre una base irracional lo que no permite realizar un juicio objetivo sobre la realidad de la seguridad ciudadana. Precisamente, este debate en Colombia ha sido avivado por un reciente estudio técnico que evaluó la utilidad de la restricción de parrillero hombre a la hora de prevenir y controlar el delito. El estudio concluye que, en varias ciudades del país, al implementarse esta restricción, el delito no disminuyó y que por esta razón la medida debía ser levantada. Además, aseguran que este tipo de medida a priori criminaliza a los usuarios que van en moto. Los críticos de la percepción, en ocasiones, infravaloran las oportunidades o tentaciones como causas reales del delito, pues al no haber medida en términos estimativos y prácticos habría una mayor prevalencia de la comisión.
Lo claro es que si se deja lado lo que se puede denominar la doble cara de la seguridad (objetiva-subjetiva) no podría lograrse los indicadores y metas que se hayan propuesto las entidades territoriales a la hora de reducir el delito y la violencia homicida. Plantear este problema como una aporía en términos filosóficos resultaría bastante problemático, pues en definitiva ambas dimensiones de la seguridad son importantes, y profundizando más en el tema no podríamos ver aquellos factores que estarían correlacionados con ese tipo de sensación que pueden verse reflejada en la desconfianza institucional, temor a la policía, insatisfacción con la justicia, entre otros.
Este escenario está alimentando el temor y la sensación de caminar las calles o transitarlas, pues hay casos en que las personas quedan con profundas afectaciones psicológicas luego de ser víctimas. Este aspecto subjetivo de la inseguridad debe ser tenido en cuenta a la hora de diseñar estrategias de prevención y control del delito que aspiren a mejorar el bienestar de todos los ciudadanos.
Midiendo el miedo al delito
Existen actualmente a la hora de hablar de seguridad ciudadana dos factores que convergen entre sí y que aparentemente son presentadas como opuestos; la seguridad objetiva y la subjetiva. Mientras que la seguridad objetiva es la que vemos a diario en los medios de comunicación representada en datos, números, gráficas, mapas y otras variables de representación cuantitativa, la subjetiva no permite esto, pues la única forma de medir la percepción del delito es a través de encuestas de victimización y es preguntarle a la persona de primera mano cómo se siente en su barrio, en su trabajo, en las calles, en la ciudad con relación a la vulnerabilidad de ser victimizada y por supuesto, si ha sido víctima de un delito. Reconocer la complejidad de la dinámica de las violencias y los crímenes implica entenderla, por lo menos, a partir de dos perspectivas. Por una parte, la victimización y, por otra, la percepción de la inseguridad. Ambas están fuertemente impactadas por la confianza de la población en el Estado.
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