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En un mundo que día a día va a mayor velocidad, con usuarios cada vez más informados y que han modificado sus formas de consumo, no está permitido – siendo un poco exagerados – equivocarse en digital o modificar “verdades”. Y hablo de esto precisamente porque en las próximas líneas describiré tres conceptos que permitirán explicar el fenómeno producido a raíz de las situaciones anteriores.

La era de la posverdad

En el año 2016 el prestigioso diccionario de Oxford declaró “posverdad” como la palabra del año. Una situación que como ellos mismos definieron, ocurre cuando «los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales». En otras palabras y como lo ha explicado el filósofo británico A.C. Grayling, “Mi opinión vale más que los hechos”.

Tanto eco ha tenido dicha palabra, que a partir de diciembre de este año será incluida en el Diccionario de la Real Academia, como lo anunció recientemente su director, Darío Villanueva.

Cuando es la opinión la que compartimos a través de redes sociales, es relativamente fácil caer en el error de desinformar a la audiencia (aunque si el objetivo es precisamente este, entonces no es un error, finalmente se está logrando el cometido). Y lo digo pensando en aquellos casos, principalmente de políticos que en el afán de hacer parte de la agenda mediática publican, a veces muy seguido, posturas efímeras originadas más desde lo emocional y reactivo, algo que pensaron en un momento determinado.

Quienes usan Twitter han sido testigos, por ejemplo, de esos trinos que dejan sin palabras o que miramos nuevamente porque no creemos que sean reales. Desde mi perspectiva y a la luz del concepto de “posverdad”, esta red ha potenciado aún más dicho fenómeno, bastante narcisista incluso. El canal social del “pajarito azul” se ha convertido en la red social de la opinión, todos decimos o compartimos lo que pensamos, sea o no verdad.

Una muestra de esto la vivimos en Colombia esta semana. Óscar Iván Zuluaga candidato presidencial por el Centro Democrático durante las elecciones del 2014, publicó a través de sus redes sociales una caricatura alterada de Matador (reconocido caricaturista de EL TIEMPO). La pieza modificada se enfocaba en hablar mal del proceso de paz y la reciente dejación de armas por parte de las FARC y a raíz de los diferentes comentarios suscitados en Twitter y otros canales, el mismo Óscar Iván debió ofrecer disculpas en su cuenta personal, además de publicar la pieza original.

OIZ

Imagen cortesía de EL TIEMPO

De la información a los fake news

El segundo concepto al que quiero referirme, relacionado directamente con la “posverdad”, son las tan mencionadas noticias falsas o fake news.

En la actualidad tenemos un déficit grande en el tipo de información que consumimos, en parte por la “infoxicación” a la que estamos expuestos, además de una cultura digital en la cual cada vez se hace más difícil distinguir entre lo real y lo ficticio, lo que hace que para elegir qué compartir y qué no en las redes sociales nos veamos en la obligación de verificar y profundizar en canales oficiales o aquellos que por su trayectoria y reconocimiento hemos decidido creerles.

Sin embargo, hay empresas de entretenimiento como Actualidad Panamericana, en Colombia, The Onion en Estados Unidos, El Mundo Today en España, y el Deforma en México, por sólo citar algunos, que se encargan precisamente de parodiar las noticias, siendo este su objetivo.

Otros, como por ejemplo políticos, a través de redes sociales se han encargado de tergiversar la información con el objetivo de generar polémica – y en algunos casos, votos -, como lo vimos, por ejemplo, en la reciente campaña presidencial en Estados Unidos, donde Donald Trump utilizó a todas voces, esta estrategia.

Y visto a la luz de lo dicho por Goebbels, “una mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad”.

Los memes como canales de comunicación

Las redes sociales son cada vez más audiovisuales, es común ver vídeos y fotos a través de espacios que no estaban diseñados para eso, unos de los más comunes son los memes, aquel “elemento de una cultura o un sistema de comportamiento que se puede considerar ser transmitido de un individuo a otro. Que puede ser, además, una imagen, video o frase, que se transmite electrónicamente a partir de usuarios de Internet”, como lo definió el Diccionario de Oxford.

En otras palabras, son esas piezas que crean los usuarios a partir de las coyunturas en diferentes sectores: deporte, salud, entretenimiento, economía y por supuesto en política. Frases incoherentes, posturas ideológicas, mensajes de campaña, entre otros, los hemos visto plasmados en una imagen. Incluso, se han convertido en una herramienta dentro de una “nueva” forma de movilizarse socialmente, el ciberactivismo.

Estos, por su parte, son utilizados en campañas y gobiernos para atraer a “nuevos” usuarios hiperconectados y mediáticos. Como lo explica Henry Jenkis en su libro Convergence Culture, “la cultura popular influye en el modo de cortejar a los votantes en las campañas, pero, lo que es más importante, determina cómo procesa el público el discurso político y cómo actúa sobre éste”. Y los memes ya hacen parte de nuestra cultura popular.

Crear una pieza de este tipo puede tomar menos de 5 minutos, así no seas diseñador (Para eso existen herramientas online), es por esto que me refiero a ellos al hablar de las equivocaciones que en ocasiones los políticos cometen en diferentes espacios de interacción con la comunidad, especialmente en los canales digitales.

Equivócate, publica una noticia falsa, altera la verdad, entérate del error, elimina la publicación, pero recuerda que siempre habrá alguien que ya puede haberlo visto y más te demorarás tú en bajarla de la red, que él en haberla convertido en un nuevo producto con altas probabilidades de ser viral, porque apela a sentimientos como la burla o la indignación.

En una época en la que se enfrentan la verdad que algunos medios creen encarnar y la realidad que otros comparten en 140 caracteres, se complejiza la identificación de lo que es “real” y de lo que no lo es, no es fácil, tampoco imposible y si no lo haces tú, siempre habrá un grupo de ciudadanos que estará atento. Ya lo mencionaba Henry Jenkins, “hoy hablamos del tránsito de la concepción individualizada deI ciudadano informado, hacia el concepto cooperativo deI ciudadano vigilante”.

Somos ciudadanos vigilantes y vivimos en la política en una era de memes, fake news y la posverdad.

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