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Los enemigos de las naciones de hoy no son, en su gran mayoría, otras naciones. Son organizaciones terroristas que no tienen territorio definido, que se expanden como una red de miembros sin nacionalidad, sin territorio fijo, sin infraestructura económica, social o política que pueda ser atacada o enfrentada de manera tradicional. El ejército Islámico se extiende por el territorio de 3 o 4 naciones, pero sus actividades se sienten en Paris, África, California o Asia. Las FARC tienen campos de entrenamiento y de producción de drogas en 3 naciones, y cuando atacan en Colombia, usan las fronteras y la soberanía para esconderse de las fuerzas del estado Colombiano. Al-Qaeda tiene centros de entrenamiento y frentes en varias naciones del mundo, desde el medio oriente hasta Suramérica.

Como vencer entonces a estos nuevos enemigos del orden mundial? Como enfrentarlos cuando usan el concepto de frontera y de soberanía para escudarse de aquellos a quienes atacan? El terrorismo ya debía haber presionado un replanteamiento profundo del concepto de soberanía y de fronteras, pero no de la manera que está ocurriendo en Europa, donde la Unión Europea frente a los ataques islámicos está considerando retroceder en uno de sus logros más fundamentales: Una Europa sin fronteras.

Pensar en revaluar el concepto de frontera es algo para lo que las naciones, sus sistemas políticos y hasta sus ciudadanos no estamos preparados. El patriotismo, el concepto de riqueza nacional y de nacionalismo que se inculca en todas nuestras sociedades, y el temor a la intervención de los más poderosos en territorios de países más débiles para su propio beneficio, entre otros aspectos, hacen  pensar que un mundo donde los límites geográficos no existan, podría muy posiblemente llevarnos a las épocas de guerra y anarquía que precedieron la creación del concepto de estado y soberanía. El problema radica en que los grupos terroristas ya evolucionaron, y su organización, modo de operación y crecimiento está basado en un modelo sin fronteras. Para ellos la lucha no es por territorio solamente, es por ideología, por religión. Su búsqueda de recursos económicos tiene como objeto obtener lo que necesitan para continuar su esfuerzo por destruir el esquema social, político o económico establecido, e imponer el suyo a través del terror y la intimidación.

Los estados no pueden luchar frente a este modelo, a menos que lo traten de replicar. Las naciones del mundo civilizado tiene que enfrentar el terrorismo y para ellos deben tener claro que la lucha no puede tener fronteras. Los obstáculos que la soberanía y el nacionalismo ponen a esta lucha se hicieron evidentes en los ataques de París, donde la falta de algo tan sencillo como compartir inteligencia entre países eliminó la posibilidad de que los ataques se hubieran podido evitar

La comunidad internacional debe llegar entonces a un nuevo modelo donde neutralizar y aniquilar la amenaza terrorista tiene prioridad sobre el concepto de Soberanía. Fuerzas multinacionales, y esa es la palabra clave, multinacionales, deben crearse con un campo de acción global, dirigidas por un organismo independiente internacional que se encargue de coordinar las acciones de todas las agencias antiterroristas del mundo. Ese organismo debe tener representación de las naciones líderes de cada continente, algo así como un consejo de seguridad más justo y balanceado, donde todas las acciones globales frente al terrorismo sean evaluadas, coordinadas y ejecutadas. Algo así ha ocurrido con las llamadas “coaliciones” pero sus éxitos en derrotar las fuerzas terroristas es tan limitado como su existencia. Se necesita una coalición mundial y permanente.  Estas fuerzas cuando entren en acción, deben incluir miembros de las fuerzas legítimas del país donde deben intervenir. Países que se demuestre que apoyan o por lo menos permiten el accionar de grupos terroristas dentro de su territorio y que no quieran colaborar, se enfrentarán a sanciones económicas e intervenciones si es necesario.

Cada país puede tomar las medidas y acciones que considere convenientes para enfrentar el terrorismo, pero la idea es lograr la cooperación más allá de las fronteras, una cooperación supranacional. Los detractores de estas ideas siempre usarán el imperialismo, el patriotismo y el nacionalismo como argumentos para evitarlo. Si bien es cierto que el riesgo de que una estrategia así se use para avanzar objetivos imperialistas, el riesgo de no hacer nada, y permitir que el terrorismo siga poco a poco sembrado el caos y la destrucción en todo el planeta tiene un costo mucho más alto. En este nuevo orden mundial, el campo de batalla se trasladó del territorio de naciones en guerra a  uno nuevo: El planeta. Si las naciones del mundo no nos unimos para enfrentarlo de la misma manera, al final habrá poca soberanía y pocas fronteras que defender.

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