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Nos hemos acostumbrado en los últimos años a temer y sobrevivir el terrorismo extremista Islámico. Pero usando esto como justificación, se ha revivido una clase diferente de terrorismo. El de la “Extrema” política, de izquierda o derecha, pero extrema. A veces parece peor que el extremismo en el que el terrorismo violento se apoya y justifica, y es así porque la política basada en ideologías extremistas amenaza con destruir el tejido social y político de nuestras democracias. Cada vez más las voces radicales de la extrema derecha o la extrema izquierda cobran mayor fuerza, y con sus propuestas y acciones, ensombrecen el futuro tanto como el terrorismo violento lo ha hecho.

Lo vemos en Europa donde los partidos ultranacionalistas, de extrema derecha, ganan terreno. Lo estamos viviendo en los Estados Unidos donde Donald Trump utiliza un discurso nacionalista y parece alentar el racismo, el resentimiento contra la migración y el aislamiento económico y político. Lo vemos en Latinoamérica con la extrema izquierda y la extrema derecha luchando por el poder. En Colombia el proceso de paz tiene el riesgo de ser destruido por una derecha cada vez más radical, y las antiguas FARC parecen apelar a la extrema izquierda en su discurso político. En Venezuela la extrema izquierda poco a poco convierte la democracia de ese país en una dictadura

Los extremos se han vuelto aún más radicales, más irreconciliables, mas “Extremos”. Le están haciendo más daño a las naciones del mundo que el propio terrorismo. La política se ha vuelto ya en un juego sucio donde se utiliza el miedo como herramienta para radicalizar, y donde el uso de la diferenciación, segregación y aislamiento como soluciones a esos miedos se ha vuelto la norma.  Las diferencias ideológicas dieron paso a irreconciliables argumentos. La idea de consenso, negociación o acuerdo en la nueva política ya no existe. El único objetivo es apelar a los sentimientos, ideas y prejuicios más radicales de cada grupo, sin la posibilidad de ningún acercamiento o concesión

¿Qué ha ocurrido? La democracia a nivel mundial se ve cada vez más debilitada y vulnerable. Es necesario volver a la sanidad. La política no puede convertirse en un nuevo escenario de guerra donde solo enemigos buscan destruirse mutuamente. La frustración popular con la corrupción, la situación económica, la desigualdad, o la violencia, es el caldo de cultivo para hacer ver estas alternativas extremistas como una solución. Nuestras sociedades deben recuperar la claridad para entender que la política del extremismo no es una solución, es un escenario donde el resquebrajamiento de los valores sociales, culturales y democráticas de nuestras naciones ocurriría. La sensatez debe prevalecer y solo es el pueblo el que es capaz de hacer, con su voto, que así sea.

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