Por: Diego Laserna
@DgLaserna
Combo 2600
No hay bogotano que no se haya dado cuenta del trancón y el humero en que vivimos. En ese desorden, debería ser claro para todos que si cada persona usara un carro o una moto para sus desplazamientos diarios, nuestra ciudad sería un desastre aún peor. Tocaría tumbar casas y parques para hacer calles nuevas, nos demoraríamos horas en ir y volver del trabajo y estaríamos ahogados en una nube negra como la que cuelga todos los días sobre las ciudades chinas.
La solución evidentemente es tratar de crear un transporte público barato, limpio y de calidad para que la mayor cantidad de gente se mueva en ese medio que ocupa menos espacio, contamina menos y es más barato.
Claro, esto suena más sencillo de lo que es y hay un montón de preguntas por responder. Por ejemplo ¿de dónde sale la plata para construir este sistema de transporte? O ¿se supone que ahora todo el mundo tiene que andar en transporte público? ¿Quién puede tener carro y quién no? Etc.
Se asoma parte de la solución
Cada una de estas preguntas tiene respuestas largas y complejas pero el gobierno nacional finalmente parece haberse dado cuenta que los cobros por congestión y uso de infraestructura son parte de la solución.
En un decreto del Ministerio de Transporte (revisar acá) sancionado en diciembre se reglamentan las condiciones para que los municipios de más de 300.000 personas puedan cobrar tasas por uso “de infraestructura construida o mejorada para evitar congestión urbana.” Es decir peajes urbanos sin caseta.
Estos cobros permitirían que los dueños de carros y motos, que ocupan más espacio y contaminan más, pagaran más por el uso de la ciudad que la gente que usa medios de transporte más sostenible como el bus, los pies o la bicicleta.
Colombia poco a poco sale del Closet
El decreto del Ministerio de Transporte demuestra que en Colombia estamos empezando a reconocer en público lo que todos saben en privado y es que los cobros por congestión/peajes urbanos son una buena alternativa de política pública para reducir el tráfico vehicular y conseguir recursos para financiar mantenimiento de vías y el transporte público. El lío sin embargo parece ser nuestra vieja maña de copiar y pegar lo que está de moda en el exterior sin adaptarlo a nuestras circunstancias.
Por ejemplo, desde que salió elegido alcalde, Petro viene hablando de implantar estos cobros por congestión para entrar al centro de Bogotá basado en el modelo de Singapur y Londres. El problema es que como todos lo sabemos bien, Bogotá no es ni Singapur ni Londres donde se puede cobrar entre 25.000 y 32.000 pesos por entrada y así poder comprar una tecnología para que todos los usuarios puedan pagar electrónicamente en cientos de puntos en tiempo real y se detecten digitalmente a los infractores. No es por ser pesimista pero estamos a años luz de ese escenario y plantear la herramienta de cobros por congestión en esos términos demerita su potencial.
En contraposición al Alcalde, el Director del IDU ha propuesto entregar en concesión la Carrera Séptima y la Autopista Norte entre la 245 y la 26 a cambio de que le hagan mantenimiento, para lo cual no tiene dinero el distrito. Esto esencialmente es pasar del optimismo ingenuo del alcalde que cree que podemos igualar a Singapur en un par de años, al viejo esquema neoliberal donde la necesidad nos lleva entregarle los mejores negocios a privados a cambio de unas migajas. La demanda por el uso de estas dos vías solo va a aumentar con el tiempo y lo que cuesta su mantenimiento es una fracción de los ingresos que puede producir cobrar por su uso. ¿Para qué regalarle el negocio a un privado a 30 años?
En Bogotá también se puede desarrollar un esquema de cobros por congestión liderado por el Estado y que pague el mantenimiento de vías, el mejoramiento del transporte público y descongestione. Sólo hay que echarle un poco de cabeza y adaptarlo a nuestro contexto.
Quítate el Esmalte
Aunque no tan elegante como en Londres o en Singapur en Bogotá podríamos arrancar a implantar un esquema de cobros por uso de las vías de ingreso a la ciudad.
Hoy entran alrededor de 100.000 vehículos al día a Bogotá que no contribuyen al mantenimiento de la infraestructura, pero sí congestionan y contaminan. Cobrar el ingreso de esos vehículos no supondría las dificultades logísticas y altos costos tecnológicos de controlar el ingreso al Centro y permitiría recaudar fondos para mejorar el estado de vías tan lamentables como las Calle 13 o la Autopista Norte. También se podría destinar un porcentaje de los ingresos (ojalá tan alto como el 50%) a mejorar la calidad del transporte público y subsidiar su tarifa.
Estos cobros podrían ser solo para vehículos particulares, para evitar el impacto negativo sobre los costos de los productos que ingresan a Bogotá. También se podrían hacer descuentos para los carros que tengan más ocupantes y ser menos costosos en horas no pico para tratar distribuir mejor el tráfico.
Adicionalmente esta medida serviría como un incentivo para que la gente se quede viviendo en Bogotá y no contribuya a la urbanización de toda la Sabana. Inclusive serviría como una herramienta para mejorar la seguridad de la capital, al tener un registro de que carros entran y salen de la ciudad.
Idealmente, para aumentar la viabilidad política de la propuesta se podría destinar parte del recaudo de estos recursos para invertir en proyectos específicos de los municipios vecinos, como por ejemplo ampliar el Transmilenio por la Calle 80 o por la Autopista hasta Chía.
Evidentemente esta idea necesita muchos más estudios y negociaciones, pero comenzar a usar esta herramienta sin una dependencia tan alta en la tecnología y en un ámbito donde los riesgos políticos son menores, aumenta enormemente su capacidad de éxito y de construir una ciudad más vivible y amable.
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