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Un cuento para aquellos a quienes las épocas navideñas se les convierten en un suplicio lleno de encuentros familiares…

Muerte lenta o muerte a ciegas, Antonia no sabe nada sobre mí o yo de ella, pero así y todo vivimos más unidas que cualquiera, ¿o quién me puede decir que el odio y la rabia no unen a las personas? ¡Mucho más que el imperfecto amor! Porque, ¿en realidad existe algo más perfecto que la rabia? No lo creo: la rabia aborda la cabeza, se mete en tu cerebro como si se tratara de un grupo de seres con una inteligencia superior, tal vez de otro planeta, y te aplasta la razón. ¡Zas! Sientes un fuerte sacudón, tiemblas desde el cuerpo —seguro que tú también muestras los dientes como un primate—; hasta el alma; te sudan las manos; buscas la salida, tratas de respirar, y de repente atacas: la lastimas, escoges las palabras, te ríes, agotas todas las fuerzas, y botas la adrenalina como en una montaña rusa. Sales con el cuerpo intacto y el alma arañada.

Mírala ahí sentada tan tranquila: es tu hermana. Hermana de sangre, pero al final, una completa desconocida. Antonia se quedará callada, pero ella te inyectará la rabia con sus ojos. Esos ojos que te observan para comenzar la partida, el juego con el que se comprometieron desde hace más de diez años, porque antes se querían, se querían de verdad, pero de nuevo: ¿hay algo más imperfecto que el amor? Se destruye con el activar de un botón ubicado en un lugar incierto, que luego envía un extraño flujo a través de un cable invisible. Esa corriente se va moviendo muy despacio; se introduce en tus sábanas, mientras duermes y al otro día ¡Pum! “Buenos días”, ya eres otra, ya son otras, dos extrañas desconocidas hermanas, que se odian.

Seguro que cuando me vuelvas a ver me dirás: “hola Violeta”, así con esa simpleza con la que deslizas tus palabras, y yo trataré de no odiarte, pero volverá a ser imposible. Aquellos seres intergalácticos, venidos de otro universo, o de quien sabe dónde, se sentarán en una sala inmensa —desde donde se comanda mi cerebro, algo así como el centro de comando del Halcón Milenario de la Guerra de las Galaxias— y encenderán las luces. Sentiré, por un instante, mi mente en blanco; de repente se iniciarían los sensores; mis sentidos se agudizarán; y estaré lista para un ataque. Tú me mirarás de nuevo, con tus bellos ojos verdes, y en ese momento se enviará la señal de inicio, de arranque, a mi cerebro, a esos seres endemoniados que controlan el perfectísimo mecanismo del odio. Yo expulsaré desde mi lengua aquellas palabras que te enlutan, que juegan contigo, como en un ritual. Terminaré exhausta, pero nuestro lazo se hará más profundo, más ambiguo, más nuestro, más cruel.

Han pasado dos meses desde nuestro último encuentro. Seguro que estás más bella, más alta y más callada. He practicado el arte de desactivar el mecanismo, sé que es lo único que nos ha mantenido unidas, pero debo confesarte que ya no puedo más, tengo migrañas constantes y pesadillas horribles. Ideé un plan: en cuanto te vea cerraré mis ojos y escalaré a tientas, sin encender las luces, en mi interior; desactivaré el botón de arranque; amordazaré a los aliens y por primera vez trataré de conducir una nave, mucho más compleja que la de las películas que veíamos juntas. Solo necesito algo de tu parte, es simple, sencillo, facilísimo, por favor ¡deja de mirarme!

@JuanaRestrepo87

Juana Restrepo blog

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