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La co-editora Lucía Ortiz presentó este volumen en la Librería de la U. Nacional de Colombia.
Portada de Hijas del Muntú.JPG
El libro fue publicado por Panemaricana en 2011, y sus editoras son María Mercedes Jaramillo, presidenta de la Asociación de Colombianistas, y Lucía Ortiz, directora del programa de español de Regis College en Massachusetts.
Lucía Ortiz pasó por Bogotá en el verano y asistió al evento organizado por la Fundación Color de Colombia con el doble propósito de presentar la trilogía ensayística de Manuel Zapata Olivella e Hijas del Muntu.
Ortiz es Ph.D. en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Boston, y sus investigaciones se concentran en la literatura latinoamericana. 
En 1997, publicó su libro La novela colombiana hacia finales del siglo XX, una nueva aproximación a la historia y en el 2007 publicó «Chambacú, la historia la escribes tú». Ensayos de cultura afro-colombiana.
Estas fueron sus palabras en el evento.
Hijas del Muntu
Por Lucía Ortiz
En los velorios
O a la hora en que el sueño era ese manto
Que tapaba los ojos,
Ellas eran como libros fabulosos abiertos
En doradas páginas.
Las negras viejas, picos
De misteriosos pájaros
Contando
Como en cantos lo que antes
Había llegado a sus oídos
Éramos, sin saberlo, dueñas
De toda la verdad oculta
En lo más profundo de la tierra. 
Orikí para las negras viejas de antes. Georgina Herrera
En su poema Georgina Herrera, de Cuba, rinde homenaje a las nanas negras que no dejaron morir las tradiciones culturales africanas y que a través del tiempo fueron creando y transmitiendo historias y canciones llenas de color y de ritmo y otras de dolor y de queja.
El entorno de la mujer negra entonces era el espacio doméstico, la plantación, la mina, el campo y desde estos espacios observaba y absorbía las culturas indígena y la española y las integraba a su imaginario, a su historia oral, a sus cantos y a sus versos.  
Panel Hijas del Muntú.JPG
Las afrodescendientes hoy son herederas de un gran legado cultural transmitido sobre todo por ellas mismas, por sus abuelas, sus madres, sus tías, sus vecinas.
Hoy en día la mujer negra ha tenido acceso a más oportunidades que le han permitido desarrollarse en campos como la literatura, el arte, la política, la música, el cine. 
Las mujeres que destacamos en este volumen han integrado su herencia cultural y sus conocimientos a su trabajo y se han dedicado a recuperar la historia escamoteada de sus innegables aportes al desarrollo cultural, político, económico y social del continente.
Estas mujeres son escritoras, actrices, bailarinas, cantantes, campesinas, ministras, antropólogas, activistas y políticas representando así la diversidad de los sectores en que la mujer afrodescendiente ha dejado su huella. 
La mayoría de ellas ha enfrentado tremendos obstáculos para obtener las posiciones que hoy ocupan en las esferas culturales o políticas de sus países o han tenido que pagar un alto precio, hasta con su propia vida, en su lucha por la libertad, la justicia social y la preservación de su cultura. 
Algunas de estas mujeres se han educado en las más prestigiosas universidades, otras son autodidactas. Pertenecen a los escenarios locales y a los escenarios internacionales. Han tenido un impacto en sus comunidades locales, en sus países y a través del continente. 
Algunas revelan sus experiencias y las experiencias de otros a través de sus novelas, de su poesía, de su historia oral, de sus canciones y de sus acciones. El aspecto que todas tienen en común es la lucha por su propios derechos y los derechos de otros en sus comunidades y sus demandas por igualdad dentro de sus sociedades.
La mujer negra desde su arribo a las Américas ha tenido un impacto en la formación de las sociedades que hoy componen nuestro continente.
Es el caso de las esclavas que laboraban en el campo, en la casa y quienes además fungían de chaperonas y amas de cría de los hijos de encomenderos, conquistadores, comerciantes, y militares, como nos cuenta Alberto Morlachetti en su artículo sobre el caso de Argentina.
Desde un principio la mujer negra trató de resistir la explotación y el abuso a que era sometida. Muchas esclavas y libres demandaban sus derechos por medio del sistema legal aunque los resultados casi siempre eran nulos.
Su lucha por obtener la libertad existió desde el principio y en muchas regiones de América Latina ya en el siglo XVIII, cuando las esclavas obtenían su carta de libertad, se convirtieron en el segmento más creciente de la población mezclada. (Socolow 139).
Una vez ganada la libertad, la mayoría de las mujeres continuaba en las mismas labores pero algunas se convertían en banqueras informales, en dueñas de estaderos modestos y de tiendas de provisiones, de tabernas y pulperías.
Otras lograron comprar pequeñas porciones de tierra, casa e inclusive esclavos. Desafortunadamente antes y después de su libertad, muchas de estas mujeres se vieron obligadas a entrar en la prostitución debido a la necesidad de mantener sus hogares ya que en muchos casos eran cabeza de familia (Socolow 140-141).
La experiencia de las afrodescendientes en la América Latina ha marcado su trayectoria personal y su visión de mundo. Desde su llegada al continente han sido una fuerza vital para el desarrollo social, cultural, político y económico de sus regiones.
Su tenacidad les ha permitido conservar tradiciones y actitudes culturales de origen africano, y han sido las encargadas de ese legado que ha enriquecido a la América Latina.
El objetivo de este volumen ha sido reunir una serie de historias de vida que muestran la experiencia vital y el imaginario de las afrodescendientes en un mundo hostil que todavía ve en el afrodescendiente al «otro», al sujeto que amenaza los privilegios y el ideal -empobrecedor- de una homogeneidad racial inexistente e inalcanzable.
Al llegar a América, estas mujeres habían traído no solamente su mano de obra, sino también un rico legado cultural, religioso, lingüístico y culinario, con imágenes y actitudes que se rescatan en estos ensayos al recrear la intrahistoria y la historia tejidas en sus obras y mezcladas con sus vivencias en el continente.
La arqueología, la antropología y la historiografía modernas han ido mostrando que los caminos genéticos como también los históricos nos llevan al África ancestral y no a Grecia o Roma. A pesar del esfuerzo de los eruditos de blanquear el origen de las civilizaciones europeas, las huellas de africanía son cada vez más incuestionables.
* En foto, de izq. a der: William Mina, de la U. del Cauca; Lucía Calderón, del Ministerio de Cultura, y Lucía Ortiz, de Regis College.

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