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Con equipo de baloncesto, euforia y unidad; con Señorita Chocó, ‘matoneo’, porque mostró a un «pueblo alegre pero inseguro».

Jhoan Hurtado MLK 2 b blogPor Jhoan Andrés Hurtado Mosquera, becario Martin Luther King y estudiante de la Universidad Tecnológica del Chocó, UTCH*. Especial para Color de Colombia

Si comparamos la euforia por nuestro equipo de baloncesto, Cimarrones, y el trato que le hemos dado a nuestra representante en el Reinado Nacional, Yessuli Londoño, podemos entender un poco más cómo estamos los chocoanos.

Es de admirar el compromiso de la gente cuando juega Cimarrones. Desde hace mucho tiempo no se veía un Chocó que grita, salta, celebra  y sufre con su equipo.

Cimarrones, como se ha dicho, envía un mensaje de unidad a toda la comunidad chocoana, mostrando que sí se puede, que juntos podemos persuadir de lo mejor de nuestro departamento al resto del país, visibilizando toda la fuerza, tenacidad, compromiso y alegría de nuestra gente.

En contraste, observamos las reacciones de los chocoanos en redes sociales (Facebook, Instagram y twitter) frente a la buena o mala representación de la Señorita Chocó 2013, poniendo en jaque el “sentido de pertenencia”, mostrando un departamento divido y fraccionado.

Todos corrieron a sus cuentas en las redes para criticar y ridiculizar a la Señorita Chocó cada vez que hacía una aparición en los medios nacionales, tratándola de “bruta e inculta”, pero, nunca se asimiló el no manejo de sus nervios o tal vez su baja formación académica con la terrible y precaria situación educativa en nuestro departamento.

Recordemos que ni la intervención ha dado la oportunidad de incrementar los niveles académicos en nuestras instituciones educativas, ni disminuir los índices de analfabetismo.

En Chocó, el debate que se debe plantear no es si sabe que la capital de Francia es París o la de España, Madrid, sino si la calidad de la educación que estamos recibiendo responde a los estándares necesarios y a los nuevos objetivos del milenio.

No es nuestro interés poner sobre el tapete si la Señorita Chocó representó bien o mal a nuestro departamento, ni mucho menos pretendemos salir en su defensa o acusación.

De lo que sí estamos seguros es de que si de representación se trata, esta mostró lo que es el Chocó: un pueblo alegre pero inseguro, con potencial pero sin explotar (diamante en bruto) y con una estructura que aunque parece fuerte (ríos, mares, oro, diversidad y multiculturalidad), en el fondo es débil (malos procesos administrativos, corrupción y pobreza). ¿Nos molestamos tanto porque nos vimos en el espejo?

Ahora todos nos excusamos y lo que decimos es que “como fue electa por decreto, no representa lo que son las mujeres de nuestra tierra”, olvidándonos de que la «consulta previa» (que en este caso sería el concurso interno que se hace en cada departamento), no es la única forma que tiene la sociedad de participar o manifestar su inconformismo.

Hoy en día lo que se le condena al Chocó y a su población es la apatía, la indiferencia y el silencio. Con esto se demuestra que aunque la sociedad chocoana ha sido víctima, también ha sido cómplice y que si hoy el Chocó está pagando algún pecado, es el de callar.

Que interesante seria plantear una discusión, donde todos los chocoanos sembremos un precedente en Colombia y con voces de unidad le expresemos al país y al Gobierno nacional, el agobio que sentimos frente a la situación de ingobernabilidad vivida por nuestro departamento.

Tener más de 8 gobernadores en menos de dos periodos y un sinfín de instituciones intervenidas lo único que ha logrado es profundizar la pobreza, aumentar la corrupción y crear un ambiente de desprotección, es decir, no hay quién responda en los procesos administrativos en Chocó.

Hoy las dos caras de la moneda chocoana se enfrentan, nos juntan y nos dividen al mismo tiempo. Exaltamos y aplaudimos el patriotismo de los chocoanos por el amor a Cimarrones, pero condenamos los actos indignos en las redes sociales en contra de la Señorita Chocó.

Es un inconformismo con el ‘bullying’ cometido contra ella, que cuando lo hacemos nosotros lo vemos “como ejercicio de nuestro derecho a reclamar” y cuando lo hacen otros, lo llamamos “racismo”.

* Participante del programa “100 nuevas plumas en el Bicentenario, 2010-2021″.

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