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Graduada de bachiller hace 50 años. Perfil de una pionera en la sociedad*

Por Lina María Álvarez, reportera de la U. Autónoma de Occidente, de Cali. Especial para Color de Colombia

“Cuando iba por la calle, me gritaban: “ahí va la negrita Puloy”. Yo siempre los ignoraba. ¡Nunca me dejé acusumbar! Eso sí, la lucha no ha sido fácil”.

Ella es Martha, Hernández Cortés, sus apellidos; no sólo pertenece a la generación de las primeras mujeres negras graduadas de bachilleres hace 50 años: es la muestra viva de los frutos del esfuerzo, de una vida meritoria.

Martha Hernández Cortés 2 b

Ella es una heroína de las nuestras. En un país donde no se accede a la educación fácilmente, Martha lo hizo siendo mujer, una mujer negra, en una época más difícil que la actual.

“Yo no hice primero de primaria; entré a segundo porque ya sabía leer y escribir”. Hija de padres docentes, comprendió desde muy temprana edad la importancia del conocimiento y el rigor de la responsabilidad.

A los 11 años decidió dejar Puerto Tejada –su pueblo, su hogar-, para probar suerte en una gran ciudad, Santiago de Cali.

Mientras muestra una carpeta de cartón donde tiene todos los documentos referentes a sus estudios. Martha sonríe, sonríe y recuerda. Hoy, viste un vestido vino tinto y un saco negro; la elegancia de sus gestos combina con la de su peinado.

A juzgar por sus manos, con sus pliegues tensos y sus uñas rojas, aparenta menos edad. Este año, cumplió 67.

“Cuando terminé la primaria, empieza el trabajo y la odisea de mi papá por conseguirme un colegio. Nos vinimos los dos solos a buscarlo aquí en Cali. En el pueblo, uno era el rey, todos, la mayoría, éramos negros. Aquí conocí el racismo”.

Una Cali de colores, pero poco incluyente, los recibió. La música, la literatura, el cine, el teatro y el arte estaban presentes en todo su esplendor. Para ese entonces, la cultura popular repetía que “estaba prohibido prohibir”; los jóvenes tomaron la batuta del cambio: la revolución intelectual.

Santiago, padre, Martha, hija, tocaron muchas puertas, algunas se cerraron en la cara; ni siquiera les daban la oportunidad de ingresar. Ya era tarde, muchas de las inscripciones habían pasado, menos las de la Normal Nacional de Señoritas.

“La Normal era un colegio grande, grandísimo. Muchas alumnas, muchas señoritas y sólo dos negras; Belkhys Peña y yo”.

En la Normal, Martha era conocida como ‘la abogada de los pobres’, o al menos, así le llamaba el sacerdote del colegio. Un simple apodo logró encaminar su vida, como ella misma lo dice: “el destino está escrito”, y así lo estaba.

En unos años, sería una de las primeras en pisar un cargo gubernamental. Un espacio prohibido para mujeres.  Llegó a ser coordinadora jurídica de la Asamblea del Valle.

Su piel no fue un obstáculo; al contrario, fue el motor, fue esa llama que avivó sus ganas, sus ganas de vivir, crecer, aprender y sobre todo, resaltar.

En 1963 terminó sus estudios de bachiller.  Su sueño era tener una carrera universitaria, y así lo hizo. Ella y 5 mujeres lo lograron. Fueron las primeras estudiantes en la nocturna del Colegio Santa Librada: “pues que seamos las únicas mujeres”, repetían; un año después, se jactaban de serlo.

La vida de Martha no ha sido fácil. Para poder estudiar, tuvo que trabajar siete años como maestra en una escuela de Siloé. Hoy es abogada; se graduó de la Universidad Santiago de Cali, especializada en derecho administrativo;  sus pocas canas no lo reflejan, pero ronda los 40 años de experiencia.

Madre de tres hijos, destacados en el exterior, acentúa su vocación como maestra, como maestra de escuela y de la vida.

La directora del Departamento de Investigación de Pfizer; un Primer Sargento militar de los Estados Unidos y una gerente de marca global de Cavalli, son sus hijos. Alejandra Eugenia, Antonio y Martha Juanita, son sus “tesoros”.

Su enseñanza más importante: “a usted le pueden quitar todo, menos lo que tiene en la cabeza, ¡estudie!”.

De ‘la negrita Puloy’, sólo adoptó su sonrisa. Esa que promocionaba un detergente en televisión, no era ella; era una mujer más que terminaría representando a la raza en un Carnaval. Nada más y nada menos, que el de Barranquilla.

* Serie de memoria social en homenaje a las graduadas de hace 50 años o más. En el primer perfil, Gloria Correa de Riascos

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