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Pionera de la Costa Caribe, en la serie de homenaje a mujeres bachilleres de hace 50 años.

Por Maricruz Salgado, estudiante de Lengua castellana y literatura en la Universidad del Atlántico. Especial para Color de Colombia

Heuras Edith Ávila nació el 4 de agosto de 1939 en la ciudad de Santa Marta. Desde niña mostró sus ganas de salir adelante. Estudió la secundaria en el Colegio Normal Femenino de su ciudad natal, del cual fue expulsada al saberse que su padre, coordinador de disciplina del Colegio Americano, era masón. Para las monjas, eso era igual que ser excomulgado de la Iglesia.

Collage Heuras Ávila b

Fue tal su decepción al sentir que a pesar de ella buscar el catolicismo, la rechazaron, que duró un año entero sin estudiar. Pasado este año, Heuras Edith no quería saber más nada de monjas y se trasladó a la ciudad Barranquilla a estudiar en el Colegio Libre.

Al llegar allí se encontró con una gran sorpresa: si bien en el colegio se admitían mujeres, solo estudiaban hombres y eso la desmotivó por completo.

Pero gracias al profesor Carlos M. Palacios, hombre de una mentalidad libre y marxista, quien quiso que ella fuese una de las pioneras en abrir las puertas de la educación en Colombia a otras mujeres, Heuras siguió su camino y se decidió estudiar en el Colegio Libre.

Para ello, ya que iba a estudiar solo con varones, le tocó pedir un certificado de la Curia donde constara que ella era una mujer de buenos principios y buena conducta.

Al año siguiente, Heuras se graduó con 35 hombres y una mujer, que fueron los primeros egresados de ese colegio en el año de 1962. Heuras quiso estudiar medicina, pero en su casa no había los suficientes recursos para ello. Entonces, el director de la Universidad Libre le ofreció un cupo para estudiar licenciatura en biología y química en esa universidad.

Heuras emprendió su camino hacia la capital del país a estudiar, venciendo muchas adversidades. Terminó la universidad en el año de 1966 y se devolvió a Barranquilla. Allí le ofrecieron trabajar en un Colegio del municipio de Campo de la Cruz (Atlántico).

Un año después, buscando un mejor futuro, se fue otra vez a Bogotá. Allí se casó y fue nombrada como la mejor profesora de matemáticas del municipio de Fusagasugá, donde permaneció alrededor 5 años.

Pasado ese tiempo, se fue nuevamente a Barranquilla para ser profesora del Colegio Carlos Meisel y del Colegio Barranquilla para Varones, en el cual fue la única mujer trabajando en la institución. En un principio los alumnos no la aceptaban, pero Heuras, con su fortaleza y empeño, supo ganarse su cariño y respeto.

Cuando salió del Colegio Barranquilla para Varones, fue nombrada como supervisora de educación del Distrito de Barranquilla, cargo en el que estuvo 25 años hasta pensionarse.

Aunque tuvo que vivir sus años mozos en una sociedad que era dominada por hombres y no había campo abierto para las mujeres, con una deserción escolar a flor de piel, Heuras, con sus ganas de progreso y anhelo de salir adelante, abrió puertas a otras mujeres no solo en ámbitos educativos, sino laborales.

Esta mujer es un ejemplo a seguir no solamente para su familia y personas que la admiramos, sino también para todas las comunidades.

“Ahora solo me queda vivir una vejez feliz al lado de mis tres hijos y mis nietos”, dice al despedirnos, mientras yo pienso en el privilegio que es poder rendirle un homenaje de la población afro a una mujer blanca que ayudó a abrir caminos para todas.

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