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El reciente cruce de palabras entre Gustavo Petro y James A. Robinson, el Nobel de Economía 2024, deja en evidencia lo que muchos ya sabíamos: el presidente colombiano se especializa en apropiarse de figuras o conceptos que no comprende del todo, todo en nombre de su proyecto político progresista. En su búsqueda por capitalizar el prestigio de Robinson, Petro afirmó que el laureado economista apoya su enfoque. Sin embargo, el Nobel no tardó en desmentirlo a través de una entrevista que le hizo Noticias Caracol, asegurando que el mandatario no tiene idea de cómo implementar las políticas necesarias para cumplir con el mandato popular que recibió. Aquí hay un problema profundo que vale la pena analizar, y tiene que ver con las instituciones, el desarrollo y, sobre todo, la improvisación que caracteriza al gobierno actual.

Robinson, conocido por su trabajo junto a Daron Acemoglu en el libro Why Nations Fail, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar cómo las instituciones determinan el éxito o fracaso de los países. Para él, la clave está en construir instituciones inclusivas que permitan a las sociedades prosperar, algo que el presidente Petro no parece entender, a pesar de que constantemente apela al «poder del pueblo». Mientras que Robinson identifica el rol de las instituciones fuertes y democráticas como motor del desarrollo, Petro sigue atrapado en una narrativa populista que, lejos de construir, amenaza con destruir los cimientos institucionales que son esenciales para el progreso económico de cualquier nación.

La crítica de Robinson no es casual ni vacía. Como alguien con profundo conocimiento de la realidad colombiana, su análisis pone en evidencia una verdad incómoda: el presidente Petro carece de una estrategia coherente para cumplir con sus promesas. Y esta falta de planificación no es exclusiva de su gobierno, pero sí es un rasgo especialmente acentuado en él. Los comentarios de Robinson son lapidarios: Petro, al igual que otros políticos colombianos, no entiende cómo hacer realidad sus propuestas. Su administración ha estado más interesada en la retórica y en el espectáculo de la ‘paz total’, que en el diseño y ejecución de políticas concretas que realmente mejoren la vida de los colombianos.

Lo irónico de la situación es que, en su intento por congraciarse con Robinson, Petro revela una vez más su desconocimiento sobre lo que realmente necesita el país. Los análisis de Robinson y Acemoglu sobre las instituciones muestran que el desarrollo económico y social depende de la capacidad de los gobiernos para crear estructuras inclusivas, donde el poder no esté concentrado en unas pocas manos, sino distribuido de manera que todos los ciudadanos puedan beneficiarse del crecimiento. Sin embargo, el gobierno de Petro parece empeñado en promover reformas que, lejos de fortalecer las instituciones, las debilitan.

El presidente Petro parece más interesado en señalar a las «élites dominantes» y en culpar a todos menos a sí mismo por los problemas del país. Pero los problemas estructurales de Colombia no se resolverán con discursos grandilocuentes ni con promesas vacías de ‘paz total’. Requieren de un liderazgo que comprenda la complejidad de las instituciones y que trabaje en fortalecerlas, no en debilitarlas.

En lugar de intentar usar el prestigio de un Nobel para respaldar su proyecto político, Petro debería aprender de las lecciones que Robinson ha enseñado sobre el desarrollo económico. La prosperidad no vendrá de populismos o de intentos desesperados por congraciarse con figuras académicas. Vendrá de la construcción de instituciones sólidas, del respeto a la democracia y de políticas coherentes que aborden los problemas reales del país, más allá de la retórica.

Lo cierto es que Petro no entiende —ni parece querer entender— que el desarrollo de un país no depende únicamente de un mandato popular, sino de cómo se gestiona ese mandato a través de instituciones eficientes, inclusivas y transparentes. Las palabras de Robinson deberían servirle como un llamado de atención, pero es poco probable que eso suceda. Al fin y al cabo, Petro es un maestro en el arte de ignorar las críticas constructivas, especialmente cuando estas provienen de expertos que no se alinean con su visión simplista y destructiva del mundo.

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