En un mundo en el que los niveles de consciencia son bajos, es poco probable encontrarse con la persona adecuada para comenzar una relación de pareja. Sin embargo, esto no debe ser visto como un problema sino como un camino para reencontrarnos y deconstruirnos. Es decir, para aceptar que las relaciones de pareja son complejas y no como nos las han mostrado a través de canciones o en películas de Hollywood. El reencontrarnos se puede hacer a partir de viajar en solitario o con amigos, inscribirse a un taller de baile, aprender otro idioma, establecer un negocio, ayudar a otras personas o convertirse en un voluntario ecológico. Existen diversas maneras de acercarnos a nosotros y sentirnos plenos.
La mayoría de personas mantienen relaciones de pareja para no estar solos, por costumbre, porque no son conscientes de que están siendo maltratados y abusados o por apego. Entonces continúa una trágica relación. Cualquiera de esos casos lleva a la gente a mantener relaciones conflictivas que van en detrimento de su tranquilidad y libertad. En este sentido, es mejor aprender a estar solos.
Es necesario iniciar el camino de la deconstrucción de imaginarios que le han hecho tanto daño a la humanidad. Uno de esos es creer que solo existe la posibilidad de estar completos cuando estamos en una relación. La vida, en sí misma, encierra un sin número de caminos y posibilidades de ser, que no deben acabarse en ideas preconcebidas por la sociedad como lo planteó el pensador Émile Durkheim. Es decir, la sociedad impone la conducta y las creencias al sujeto a través de la religión, la moral y el derecho.
La soledad es una oportunidad para sumergirnos en nuestro mundo y sus infinitas posibilidades. Una manera creativa de asomarnos a la realidad desde otras maneras, y la posibilidad de crear una vida plena y diferente, alejándonos de lo impuesto por la sociedad.
La existencia es tan corta y tan bella que no tiene ningún sentido despreciarla porque no responde a nuestras expectativas o a lo que se desea. En la vida solo nos queda el camino de aceptar la incertidumbre y permitir que la existencia nos sorprenda, como cuando recibíamos un regalo de nuestros padres y lo que fuera nos alegraba. Es necesario encontrar la perfección en la imperfección e incluso asumir que no existe imperfección sino que el mundo es una caja de sorpresas y, en esa medida, aceptar lo inesperado como una ofrenda de los dioses. Solo cuando asumamos la vida desde la sorpresa y la incertidumbre como las posibilidades permanentes, aceptaremos que la existencia es valiosa por el simple hecho de ser.
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