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Yany Lizeth León Castañeda
Directora Bucaramanga Metropolitana Cómo Vamos
@BMComoVamos

Tener hijos es un hecho que marca las vidas de los padres y de todo su entorno, por lo cual es muy valioso que sea algo planeado y consensuado en un proyecto de vida.

Pero ¿Qué pasa cuando no se planea y además llega en un momento demasiado temprano de la vida? El embarazo adolescente muchas veces está asociado a abuso, violación o explotación sexual; inequidad en educación; pobreza, condición de desplazamiento o situaciones de conflicto; inicio temprano de relaciones sexuales; influencia de medios de comunicación; relaciones desprotegidas, o no pocas veces por una decisión voluntaria y consciente de quedar embarazada.

De acuerdo con la información preliminar del Dane en 2016, dentro de la Red de Ciudades Cómo Vamos, Barranquilla, Cartagena y Santa Marta presentan las mayores tasas de fecundidad en adolescentes con 86, 76, y 69 mujeres entre los 15 y 19 años que dieron a luz por cada mil adolescentes, respectivamente. Le sigue Bucaramanga con una tasa de 66 y Medellín con 59.

Según el Informe final de la Estrategia para la Prevención del Embarazo Adolescente del DNP en agosto de 2014, “la población materia de estudio tiene en cuenta su futuro y hay indicios de planeación de proyecto de vida, de todas formas, es de destacar que la mitad considera que ser padre adolescente no disminuiría sus ingresos y más de la mitad no cree que ser madre o padre afectaría su plan de vida”.

Los adolescentes saben cómo cuidarse de un embarazo precoz, pero no quieren hacerlo. Muchas niñas que quedan embarazadas lo están haciendo como su proyecto de vida, porque no saben qué más hacer, porque hay falta de autoestima, mal manejo de situaciones de adversidad y falta de oportunidades para los adolescentes que no ven muy claro su futuro como adultos.

La prevención del embarazo adolescente ha estado enfocada principalmente en el conocimiento y la recomendación de uso de métodos anticonceptivos. Sin embargo, al parecer estas campañas no han dado los resultados esperados, especialmente entre una población que cada vez empieza su vida sexual a menor edad.

Frente a un problema similar, el Reino Unido adelantó un programa basado en educación sexual desde los cinco años y logró reducir la fecundidad adolescente en un 55%, en 7 años.  Los pilares del programa fueron 1) educación sexual desde los cinco años, 2) centros de salud amigables para adolescentes y 3) apoyo para que no abandonaran los estudios.

A cargo del programa estuvo Alison Hadley, quien aseguró que “la educación sexual protege a los niños” y lo enfocó a corregir las aparentes causas del fenómeno, tales como el desconocimiento de cómo funciona el cuerpo, la influencia de los medios de comunicación para que los jóvenes tengan sexo y las bajas expectativas de progreso social.

Los principios de este programa podrían ser replicados en nuestro contexto colombiano, teniendo en cuenta que se requieren acciones más eficaces para prevenir el embarazo adolescente, condición que reduce el bienestar y las oportunidades de vida de los jóvenes y sus hijos.

El embarazo adolescente debe verse como un problema de salud pública y social. Esto cambiaría la óptica para tratarlo con argumentos que vayan más allá de la socialización de métodos de anticoncepción o de la promoción de la abstinencia en la pubertad y que involucren más a los pares juveniles.  Si bien necesitamos más profesionales especializados en este tema, los argumentos y métodos deben ser llevados a un lenguaje que llegue más a los jóvenes.

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