Yo desempleada, empadronada en Moncloa, localidad del centro de Madrid, mayor de 30 años, estudiante becada por la nación española. Hija de la cuarta nación más grande América del Sur, de un país en vía de desarrollo, que no encuentra el mapa, ni el rumbo para el desarrollo. Acabo de ser consciente del nivel de globalización desigual al que hemos llegado, después de un breve y estúpido análisis que hacía mientras caminaba de vuelta a mi piso / apartamento cerca a un antiguo templo egipcio que si lo analizan bien, nos remonta a los inicios de lindísima tierra ibérica que hoy mira con desprecio a sus raíces.
Venía caminando cuesta arriba después de haber tirado en lo que parece más un cubo de basura que otra cosa, algunas prendas de invierno que gracias a la mala calidad, lo efímero de las tendencias y la moda, características típicas del consumismo, había decidido deshacerme de ellas. Aquel recipiente gigante de plástico amarillo suponía que aquellas prendas que ya no nos valieran más, pueden ser usadas por alguien más, pero personas necesitadas, carentes de recursos y que obviamente son indiferentes a las tendencias de moda. Comunidades que sin saberlo, inspiran dichas tendencias, por qué bajo qué sentido han de usarse unas pantuflas de invierno, con estampado que sugiere las pinturas de alguna tribu africana, porque el invierno podrá parecerse a cualquier cosa menos a África. El único sentido que le encontré en aquel momento a mis pantuflas con estampado como de tribu africana es porque allí irán a papar, ningún otro motivo. No tiene sentido alguno que en Europa, en invierno, bajo unas condiciones climáticas y económicas muy distintas a África estemos consumiendo lo que sugiere ser su representación artística en una prenda de vestir que no tendrá nada que ver con ellos.
Todo esto por qué, porque a algún inspiradísimo diseñador de modas sueco, le pareció algún buen día que sería genial plasmar eso que vio en la revista de la NatGeo en su próxima colección. Qué desacertados somos, pero aún más sabiendo que esta prenda fuese fabricada en algún país de conflicto asiático para después ser comprado por una sudaca (yo) que desea olvidarse de su país, que vive en Europa y viste como una norteamericana. Que estúpido es el mundo, que bobada esto de la globalización pensé, por un lado exaltamos y reconocemos la belleza de ese continente, por el otro se trata de acabar con él, haciendo pruebas de medicamentos, sembrando enfermedades creadas en laboratorios, desproveyéndoles de agua potable, se trata de exterminio inminente camuflado, que quién sabe detrás de las manos y el interés de quién estará. Pero después nos entra un pequeño inútil sentimiento de culpa y se emprenden causas y movimientos para rescatar, salvar, ayudar, apadrinar, subvencionar, sustentar o como sea que lo llamen a África, qué crueles, malévolos e hipócritas somos, y digo somos porque todos lo somos en uno u otro nivel.
Pero sin duda lo peor es lo tonta que me sentí después de mi breve análisis, por deshacerme de una prenda que ya no necesito, que le roba espacio a mis demás zapatos en la maleta que por cierto pagará exceso de equipaje, ahora que voy de vacaciones a visitar a mi familia. Para qué, les dono una prenda que no utilizarán, lo menos que necesitan ellos es una estúpida prenda de invierno, cuando se vive a más de 40 grados centígrados a la sombra.
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