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El periodismo es de los oficios más dados a los celos, envidias, intrigas, vanidades  e inquinas personales entre colegas. Quizá ello se deba a la natural exposición publica de sus oficiantes y al aire intelectual que entraña (lo que exacerba megalomanías). A propósito del intenso cruce de “dimes” y “diretes” entre algunos comunicadores, especialmente del mundo del deporte (particularmente de la radio futbolera), reproduzco un artículo que publiqué hace una semana en NUEVO ESTADIO.
Pasión y relevo
A los tres los oigo: a Iván Mejía, a Casale y a Marocco. Mi mujer me reprende por escuchar al primero y varios amigos del fútbol me enrostran que escuche a los segundos. Sus estilos parecen ser distintos, antagónicos, pero la verdad –y ahí está la ironía- es que se asemejan: los tres hombres del dial basan su ejercicio profesional en la pasión. Unos en el fervor del hincha (Antonio sufre por Millos y Andrés por los Búcaros) y el veterano periodista en el ardor del especialista. Unos conjugan la espontaneidad del triunfo o la derrota con la narración y el comentario del partido que están viendo (y sufriendo) e Iván mixtura la experticia del comentarista de mil batallas, con varios mundiales a cuestas, con la simpleza del que sabe que se dirige a una clientela fiel y variopinta.
Quien desee oír el júbilo desnudo, sin adornos lingüísticos, ni complementos históricos, ni fórmulas de erudito futbolero; que sintonice la dupla Casale- Marocco y para aquellos amantes del comentario preñado de finura táctica y arrogante inmediatez noticiosa, que no despegue su oreja de la frecuencia en la que modula Mejía Álvarez. De muy blando me calificarán los detractores de unos y otro; no obstante, no puedo ser implacable con los que ocupan mis ratos de ocio, sea al mediodía con el “Combo Caracol” de la 850 AM y, especialmente, con “El pulso del fútbol” ó en la noche con “El alargue”. Todos tenemos nuestros deslices y mi debilidad es la radio, particularmente la deportiva; específicamente la dedicada a ‘la pecosa’.
El episodio de hace algunas semanas en las que el experimentado Iván (emulando su ancestro apodado “El terrible”) llamó ‘ignorantes’ a los jóvenes comunicadores debe inscribirse en el escenario del siempre tenso relevo generacional y si bien no comparto la indelicadeza verbal, no puedo dejar de pensar en la razón que impulsó a Mejía: para él es una “verdadera herejía” que un hincha module y emita conceptos sin el menor atisbo de rubor en sus mejillas. Para la muestra un botón: pocos saben cuál es el equipo del alma de Iván (se dice que es “La mechita”), ya que disecciona con furor antropofágico a los jugadores, dirigentes, colegas y gente del fútbol que no observen la recalcitrante escrupulosidad que destila todo su ser.
Dada mi cercanía cronológica, es entendible que esté de lado de los chicos; así me enerve en silencio con la vacuidad de muchos de sus apuntes y la superficialidad de varias de sus expresiones. Estoy más cerca de la amabilidad juvenil y a veces ingenua, que de la soberbia del versado. Sin embargo, debo confesar que el autoritarismo del especialista me atrae; quizá ello se explique con el ejemplo del estudiantado que tolera los excesos del viejo profesor, severo y cascarrabias, por la sencilla razón que sus clases son magistrales y todo un dechado de conocimiento. A Iván hay que ponderarle su valentía y su coherencia de vida; sus principios, conservadores y todo, los respeta y hace respetar: en eso gana su audiencia que siempre tendrá la opción de callarlo apagando el radio. Para concluir mi comentario sobre él: puede que no compartamos su modus operandi; pero debemos reconocer que Iván va de frente y no teme enemistarse con nadie y en eso hay virtud. Pasando a la otra vereda, hay que aplaudir la audacia de Antonio y Andrés (y la fresca irreverencia de Martin de Francisco) que sintonizan con el lenguaje musical y desabrochado de las nuevas generaciones y también, claro está, demuestran temeridad con su impronta iconoclasta de mezclar afición de club con oficio reporteril. Casale, Marocco, Pacho Cardona y De Francisco transformaron el modelo clásico de “La polémica” (y el mismo “Pulso”) en un nuevo producto. De ahí su merito.
 
 

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