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BRASIL LEVANTÓ EL TROFEO Y TODO el Campín ovacionó al «Scratch», ratificando que esa selección siempre ha sido la preferida por los colombianos que, en «cuerpo ajeno», disfrutamos de sus repetidos triunfos que nuestro equipo nacional nos niega una y otra vez. Sin embargo, no solo los dirigidos por Ney Franco ganaron la Copa y al igual que Portugal muchos otros perdieron en esta XVIII edición del Mundial para menores de 20 años. En sintonía con el maniqueísmo del deporte de élite -para el que solo hay triunfadores y derrotados- propongo el siguiente balance: 

Ganó la Fifa que realizó una edición mundialista que ella misma no dudó en llamar «la mejor de la historia» ¿Las razones? La Copa Sub20 Colombia 2011 recaudó más dinero que las versiones previas y su asistencia rompió el record de asistentes que tenía Egipto. Además, sus jerarcas demostraron que su producto se puede realizar en países de altos índices de violencia, con economías en desarrollo (como Sudáfrica en el 2010 y Colombia en 2011) y que «son democráticos» al respetar la rotación por continentes en la designación de sedes. 

Ganó Joseph Blatter que con su artificiosa generosidad redimió su «pecadillo» del año 1982 cuando secundó, como secretario de la Fifa, el insólito cuaderno de cargos que incidió de manera decisiva en la renuncia de Betancur al Mundial de 1986 que finalmente realizó México.

Ganó el presidente Santos que demuestra gran astucia a la hora de aprovechar la convocatoria y euforia de los triunfos deportivos que son funcionales a su discurso de Unidad Nacional. Sus alocuciones con la camiseta tricolor, sus recepciones a los seleccionados en la Casa de Nariño (presentándoles la película Invictus, lo cual de por sí es muy sugerente) y sus continuas alusiones al fútbol en escenarios internacionales, como recién hizo con los mandatarios de México y Argentina, hablan de una estrategia bien pensada y ejecutada. Su pantallazo ante 500 millones de telespectadores en la final, al saludar antes de los himnos a los deportistas y luego al entregar la copa al capitán auriverde, son réditos de inestimable valor político para las audiencias nacionales.
En ese mismo renglón está el gobierno anterior. El del binomio Uribe y Pacho Santos que obtuvo la sede y dispuso garantías económicas y organizacionales para el evento. Con eso borra el exabrupto de pedir in extremis la sede del Mundial 2014 (por entonces dado a Brasil).

Ganaron las ciudades sedes, especialmente Bogotá, que más que utilidades económicas usufructuaron beneficios en imagen. La alcaldía del Distrito Capital desplegó una vigorosa campaña de medios y botó la casa por la ventana en la ceremonia de clausura; lo que no hace descartar una pequeña mejora en la percepción de los bogotanos, especialmente en época electoral en la que el Polo quiere recuperar terreno perdido. 

Ganó el país. Así, en abstracto: la «marca país» se consolidó y sus dividendos en imagen y económicos se verán, como dicen los expertos, a mediano y largo plazo. Colombia entró en las grandes ligas de los mega-eventos y demostró que tiene dirigentes para administrar proyectos internacionales de gran escala y que su sociedad puede arropar compromisos de tal magnitud, aun enfrentando graves problemas intestinos. La evidencia de ello la dio Blatter al sentenciar: «Colombia está en capacidad de organizar el Mundial del 2026».

Ganó el fútbol local. El de todos los domingos, que heredó una infraestructura respetable en estadios, canchas de entrenamientos y protocolos deportivos de talla mundial. Torneo que es susceptible de mejorar si nos atenemos a estudios en Argentina y Uruguay que hallaron una relación directa entre la realización de grandes eventos y el progreso de las ligas locales.

¿Y quienes perdieron? En primer lugar H. D. Gómez que no pudo contener su intemperancia y dio un espectáculo vergonzoso delante del planeta fútbol. El «Bolillo» renunció a la Comisión Técnica de la Fifa y deberá perder su puesto en el seleccionado mayor. La Fedefútbol verá si desperdicia el botín ganado en el Mundial reteniendo al DT antioqueño. 

Perdió el fútbol colombiano a nivel de selecciones que dilapidó una oportunidad de oro: la estadística dice que de nueve eventos de futbol que hemos organizado, habíamos triunfado en siete ¿Cuándo volveremos a tener un ambiente tan favorable? Ojalá no resulte lo que dijo James Rodríguez: «lo que más duele es que de pronto este sea el último Mundial que juegue». Esperemos que sus apocalípticas palabras no sean proféticas.
Se fue el Mundial, dejándonos un sabor agridulce de boca. De tristeza en lo deportivo, pero de ilusión en lo sociocultural. Aprovechar ese último sentimiento puede ser la diferencia entre seguir en el limbo del toque-toque y de aquello nada o de anotar goles como sociedad al atraso que por ahora nos va ganando el partido.
 

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