Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Eso pasa por la definición de «lo público» y «lo privado». También entra en el polémico dirimir de lo que es y no es de interés nacional ¿De qué se habla aquí? De dos de los temas más candentes del último mes. Por lo menos en Bogotá. Y no es precisamente de Transmilenio que se quiere glosar, con todo y que en el fondo de las protestas de hace algunas semanas subyace esa discusión: la naturaleza pública de un servicio, el transporte masivo, pensado y gerenciado con lógica privada (para beneficio de unos pocos) y de espaldas al interés general. 
El primer tema es la declaratoria, del alcalde de la capital del país, de habilitar el estadio El Campin para realizar conciertos, especialmente el del ex Beatle Paul McCartney. De inmediato las reacciones no se hicieron esperar: casi al unísono la prensa deportiva (que es lo mismo que decir «la futbolera») meneó la cabeza y criticó la ‘alcaldada’ como varios de sus exponentes optaron por rotularla. Los principales argumentos de los opositores de la medida fueron: 1) la cancha se arruinaría con el peso de los asistentes al concierto 2) el estadio debe ser exclusivamente para fútbol; para conciertos hay otros escenarios y 3) Bogotá -y la nación- hicieron en el pasado Mundial Sub20 una inversión multimillonaria que se dilapidaría con el daño a la gramilla. 
Dos reflexiones que enfrentan estos tres argumentos son ¿el fútbol debe ser considerado un bien público? ¿Su práctica y exhibición son de interés nacional o -por lo menos- de interés del Distrito Capital? si ambas respuestas son afirmativas, habría que darle la razón a los contradictores de Petro. Profundicemos: el balompié que se ofrece en el Nemesio Camacho es un negocio particular. De él se lucran los clubes, la Dimayor y la Federación que son entidades de origen privado. Otra cosa es que tenga el poder de movilizar pasiones a escala social y allí se vuelva un tema público. Ahora, su popularidad no necesariamente lo hace de interés nacional. Si bien el deporte de los guayos genera tanta atención como -por ejemplo- la política y propicia un complejo sistema de relaciones sociales como las producidas por la religión, su estatus todavía es discutido por la apariencia superflua, intrascendente, baladí de su naturaleza: recién la las universidades empiezan a darle importancia a su estudio desde la perspectiva socio-crítica. A priori (y por unos pocos estudios existentes) el fútbol es más importante de lo que parece; no obstante esa certeza por si misma no es razón suficiente para entronizarlo como práctica y expresión cultural prioritaria. 
Así las cosas, no existe una respuesta rotunda que apoye a uno u otro bando. Quedan sí, otros interrogantes sobre el tintero ¿por qué -si no está demostrado su talante público- se gastó un potosí de pesos en remodelar estadios en Colombia para un negocio de FIFA como el pasado mundial juvenil celebrado en el país? Que se sepa no hubo ninguna consulta a la ciudadanía y todo lo invertido salió de las arcas del erario. Lo cual resulta contradictorio si se recuerda la negativa colombiana, en 1982, a la realización de la Copa Mundo de mayores que finalmente realizó México en 1986 ¿Qué cambió de allá a hoy? En esas calendas, como ahora, la falta de escuelas, hospitales, carreteras… sigue siendo la constante. Esas fueron las razones para la renuncia a ese evento que hiciera el presidente Betancur. 
Lo otro es la invocación de la democracia. Tal como pasa en la tauromaquia, el derecho de unos pocos es igual de importante que el de la mayoría. Se protege el disenso y las minorías. Esa es la bondad del sistema inventado por los griegos. Por ello los amantes de la música tienen el mismo derecho de las mayorías que hinchan por el fútbol ¿No? Démosle, entonces, el punto al progresista (también populista) del Palacio de Liévano. 
El segundo tema está relacionado. Con la llegada de Pekerman al banquillo de la Selección, se está revisando la localía definitiva del equipo nacional en las eliminatorias. Barranquilla (el Metropolitano) está  en entredicho y aparecen Medellín y Bogotá como otras opcionadas ¿Cuál debe ser? La que escoja el profe Néstor. Punto. Él tendrá sus motivos para decidir. Y no vale la pena la pugna regional en que se ha convertido la discusión en las redes sociales. Todo eso es desgaste innecesario.
No obstante, llama la atención un asunto: la obligación de elegir solo una ciudad- sede sólo opera para Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. Ninguna otra selección del mundo está sometida a esa regla. Alemania, España, Turquía, Japón, Rusia y Argentina pueden jugar en la ciudad que le plazca de su geografía nacional. Lo mismo Brasil, Paraguay más Uruguay. Entonces, si no aplica para todos la misma condición, eso se convierte en discriminación -o en desventaja-. Ese pacto es propio de Conmebol (no contemplado en Fifa) para beneficio de los tres grandes de Suramérica que sufren cada vez que deben jugar sobre la cordillera andina. Luego es impugnable ¿Hasta cuándo nuestros dirigentes seguirán en el servilismo? Barranquilla y Medellín y Cali y Pereira y Bucaramanga y Villavicencio merecen ver la Selección en sus canchas. Así, con el lleno en todas esas plazas, calificaríamos sin dudas a Brasil 2014 ¿Si o no? ¿Usted qué opina? 

Compartir post