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Ellos fueron los culpables. Sí. Ellos. Los medios de comunicación. Hubo un problema objetivo: la no recolección a tiempo de las basuras, pero la magnificación que la prensa hizo de este hecho me hizo recordar la histeria colectiva, la paranoia, que causó en Nueva York el relato -a través de la radio- que en 1938 hizo Orson Welles de la supuesta invasión de los marcianos.
  
48 horas monotemáticas de información, en la que todos los medios parecían copiarse entre sí. La línea editorial era evidente: mostrar un panorama apocalíptico en el que sobraron las fáciles asociaciones con la predicción maya. En las calles, los reporteros hacían preguntas dirigidas a los ciudadanos que entrevistaban y en las mesas de trabajo (para hablar de la radio), esto se aprovechaba para hacer discursos en los que surgían expresiones como «chavismo», «izquierda ineficaz», «populismo», acompañadas de otras como «no sabe administrar ni un parqueadero» y «lo privado funciona mejor».
     
Como se puede apreciar, reinó el imperio del lugar común y se esfumó el equilibrio. La originalidad fue la primera sacrificada y la objetividad aparecía fugazmente: uno que otro periodista presentaba un contraste entre los testimonios (llegados vía Twitter, principalmente) y las cifras oficiales de la Alcaldía.
 
Esto era la autoprofecía garciamarquiana ¿recuerdan ese pueblo que se incendia porque una señora se sueña con ello? En ese cuento de Gabo se ilustra bien el poder del rumor y eso fue lo que ocurrió con las redes sociales. Todos querían sus 15 minutos de fama y fotografiaban el peor ángulo del basurero y se las ingeniaban para meter una frase hecha aderezada con adjetivos de indignación.
Repito: hubo un problema real, las basuras no fueron recogidas a tiempo. Segundo: el modelo resultó inapropiado. Las viejas volquetas del acueducto no fueron suficientes y el desconocimiento de los protocolos del servicio, por parte de los nuevos escobitas, conspiraron contra la contingencia.
 
Porque era una contingencia y no una improvisación como se hizo parecer. La distancia entre una y otra palabra es clave para entender el asunto: Petro tenía que lidiar con un bache de 15 días entre la terminación de los contratos con los privados y la llegada del parque automotor que sería operado por el Distrito ¡Y de eso los medios poco enfatizaron!
La falta de equilibrio redundó en irresponsabilidad. Una cosa es la simpatía política e, incluso, la militancia, que los medios tienen derecho a ejercer y otra cosa la destrucción del contradictor ocultando la verdad o disfrazando la realidad. Escribo desde un periódico. Esto como un intento de autocrítica. 
 
El programa de «basura cero» merece una oportunidad. Un tiempo de espera que compruebe si es «retórica populista» como lo han querido presentar o el punto de quiebre de una nueva cultura ciudadana de prácticas amigables con el medio ambiente y de inclusión social para los recicladores.
 
Bogotá precisa de esa mudanza sin importar el espectro político que la promueva. Así mismo, la sentencia de lo que lo privado es mejor que lo público tiene cientos de contraejemplos. La Edis no puede ser rasero de medida concluyente: la EAAB así lo demuestra. EPM de Medellín también. Y los contratos leoninos invitaban a una reestructuración de ese negocio (tan bueno, que hasta los hijos de un ex presidente son empresarios del ramo). 
 
Preguntas de cierre: en ciertos países europeos el carro recolector pasa cada 10 días, aquí lo hace cada tres ¿somos más sucios? ¿Por qué producimos más basura? Petro no habría tenido allá el problemita, entre otras porque si hubiera existido una campaña social desde los medios para no producir tanta basura y no sacarla a las calles (sobre todo en esta época de sobreconsumo navideño) no tendríamos el triste espectáculo de esquinas nauseabundas. Como cuando hubo racionamientos de agua y luz. Ahí sí se pudo.
 
Falta de ciudadanía. De amor por la ciudad. Costumbre colombiana de culpar a los otros por responsabilidades nuestras. De la suciedad de nuestra ciudad también somos culpables.
  
¿Qué tanto conoce usted del tema? ¿Qué tanto se dejó influenciar por los medios? ¿Cuál es su grado de compromiso con su ciudad? Y la última: ¿le siguen cobrando su pasado guerrillero? Pensemos en ello…
    
 
   

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